La masiva presencia de peregrinos en Madrid no deja indiferente a nadie

  • La presencia de Benedicto XVI en Madrid deja indiferentes a muchos ciudadanos que no se sienten especialmente concernidos por la religión, pero, en cambio, todos opinan sobre los pros y los contras de las riadas de peregrinos que recorren las calles de la ciudad.

Madrid, 18 ago.- La presencia de Benedicto XVI en Madrid deja indiferentes a muchos ciudadanos que no se sienten especialmente concernidos por la religión, pero, en cambio, todos opinan sobre los pros y los contras de las riadas de peregrinos que recorren las calles de la ciudad.

El efecto benéfico que algunos advierten en el ambiente festivo en las calles y en la economía de la ciudad es contemplado por otros como un engorro por el cortes de tráfico o las aglomeraciones en los transportes públicos.

Una empleada de Correos, que intentaba con esfuerzo abrirse paso en el vagón abarrotado de peregrinos con el carrito de la correspondencia, suspiraba: "¿Pero hasta cuándo dura la Jornada Mundial de la Juventud?".

"Yo, porque tengo que trabajar, que si no, me quedaba en casa", se lamentaba la funcionaria cuando alguien le respondía que hasta el domingo.

Los conductores de autobús no dejan de responder a preguntas de viajeros despistados que quieren saber si les llevará bien a su destino o si el recorrido se verá afectado por los cortes de tráfico y los desvíos de líneas.

Uno de los conductores respondía como podía a esas preguntas en el céntrico barrio de Legazpi, y a alguno de los usuarios del autobús se le escapaba un exabrupto poco amable contra el Papa.

Tampoco estaba hoy muy feliz Amelia, una mujer que pasa unos días de vacaciones en Madrid y que se considera perjudicada por la avalancha de visitantes.

"Me parece una locura que haya tantos jóvenes en Madrid. Para mí ha sido bastante desagradable. Mucho ruido, en el Metro muchas aglomeraciones. Yo venía a pasar tres días tranquilos y no sabía que venía el Papa", añade con un rictus molesto.

Hay, sin embargo, quien ve la situación de manera diferente, como Pilar, una señora de mediana edad que, al encontrarse un vagón del metro madrileño lleno de peregrinos estadounidenses, cantando y gritando y enarbolando una gran bandera, asegura: "son muchos, pero no molestan para nada".

"Para ser agosto vamos un poco más apretados, pero son gente joven, alegre, está bien que la juventud se divierta, y si es por que ha venido el Papa, pues también está bien", agrega.

Los hay que ven en la JMJ un interés económico, como Luis Miguel, que trabaja en una cafetería que acepta los tiques-comida del peregrino: "Nos convienen y la verdad es que estamos trabajando mucho. Se ha notado el aumento de las ventas más que otros veranos porque normalmente el mes de agosto es muy flojo".

Carlos, dependiente de un establecimiento de comida para llevar frente al Liceo Italiano de Madrid, que aloja a peregrinos de esta nacionalidad, dice que su presencia no le molesta, porque son "muy respetuosos. Otra cosa es el motivo de su visita, que a lo mejor no me parece tan bien".

Una jubilada de la zona destaca que "por lo menos estos días si los peregrinos tienen que comprar un bocadillo o agua, eso ya es gastar. Es algo bueno para la economía de España".

Entretanto, los convocantes de la marcha laica que recorrió ayer Madrid en protesta por el empleo de fondos públicos para la JMJ, y que finalizó con una carga policial en la que hubo ocho detenidos y once heridos, achacan los altercados a la escasez de efectivos policiales.

En declaraciones a Efe, los responsables de Europa Laica, de la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores (AMAL) y de Redes Cristianas subrayaron el elevado número de personas que acudió a la marcha, que según algunas asociaciones reunió hasta a 20.000 personas, cuando inicialmente se preveía que fuesen 5.000.

Y acusaron a las autoridades de "falta de previsión" por no haberse preparado para esa gran asistencia y tenido en cuenta que en la céntrica Puerta del Sol -por donde transcurrió la manifestación- había también numerosos peregrinos católicos.

Tanto los manifestantes laicos como los organizadores de la JMJ se han acusado mutuamente de iniciar los altercados al provocar a la otra parte con eslóganes, cantos o rezos.

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