La "Roca de Israel"

  • Protegido tras una urna de cristal, un largo rollo de papel escrito en hebreo y con 37 firmas en su parte inferior, capta la atención de todo visitante que entra por primera vez en el edificio del parlamento israelí (Knesset).

Javier Martín

Jerusalén, 15 feb.- Protegido tras una urna de cristal, un largo rollo de papel escrito en hebreo y con 37 firmas en su parte inferior, capta la atención de todo visitante que entra por primera vez en el edificio del parlamento israelí (Knesset).

Un guía oficial explica con orgullo que se trata de una de las tres réplicas originales de la declaración del Estado de Israel que quien fuera su primer presidente, David Ben Gurion, leyó de forma apresurada el 14 de mayo de 1948 en el museo de arte de Tel Aviv, tras una enconada asamblea.

Y destaca dos detalles curiosos más: que fue consensuada apenas una hora antes, y que una de las polémicas que retrasaron su redacción fue si en un texto de carácter político se debía incluir el agradecimiento a Dios.

La solución fue recurrir a la expresión bíblica "la roca de Israel", una especie de eufemismo que puede aludir tanto a la divinidad como a la fortaleza del pueblo judío en sus convicciones, desvela el guía, divertido ante la sorpresa de los presentes.

Sesenta y seis años después, Israel aún no ha desarrollado la Constitución que aquellos padres prometieron en el documento fundacional, en parte porque todavía no ha dilucidado si pretende ser un estado religioso o laico.

Ni siquiera ha logrado una posición común sobre lo que significa "un estado judío", cuestión que ha vuelto a salir a la palestra pública a causa de la insistencia del actual Ejecutivo de incluir este concepto en el proceso de negociación que desde el pasado julio tutela el secretario de Estado estadounidense, John Kerry.

Desde hace semanas, tanto el jefe del Ejecutivo, Benjamin Netanyahu, como ministros y políticos situados más a la derecha, exigen que el reconocimiento de Israel como "el estado del pueblo judío" sea una de las condiciones del acuerdo marco, requisito al que se oponen los palestinos.

Y que algunas voces dentro de Israel comienzan a considerar una demanda innecesaria -casi una excusa- en el difícil camino de la paz.

"El reconocimiento de Israel como estado judío es significativo solo para aquellos que piensan que es posible firmar un acuerdo de paz que resuelva el conflicto", escribía esta semana el analista Yoaz Hendel en el diario "Yediot Ahranot".

Pero "es absurdo que exijamos el reconocimiento palestino, al tiempo que huimos de un acuerdo nacional sobre la definición del Estado judío", apostillaba antes de recordar la ausencia de Carta Magna y los años de disensión sobre un asunto que se asemeja a la caja de Pandora.

El argumento, que otros responsables israelíes como el ex jefe del Mosad, Meir Dagan, también han invocado, es compartido por los palestinos, convencidos de que la exigencia de reconocimiento es un escollo sacado de la chistera para negar la paz.

Preguntado al respecto, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abas, respondió semanas atrás que era una condición que Israel no había exigido ni Egipto ni Jordania cuando estos firmaron sus históricos acuerdos de paz.

¿A qué responde, entonces, este empecinamiento israelí? se preguntan y discuten desde hace semanas analistas, políticos y diplomáticos.

Quizá a un trasfondo que el jueves ponía blanco sobre negro el periodista Ari Shavit en un revelador artículo firmado en el diario progresista "Haaretz".

En su opinión, cuatro son las razones: la primera, que el conflicto palestino-israelí no comenzó en 1967, si no que hunde sus raíces en una pugna nacional-religiosa-cultural y social cuya solución va más allá de la ocupación o las colonias.

La segunda, la reciprocidad, emanada de la decisión de Israel de reconocer un estado palestino. En este mismo concepto se sustentaba la cuarta: si Israel transfiere fondos, territorios y derechos a los palestinos, estos deben corresponderle "con el único regalo que son capaces de dar: la legitimidad".

La tercera es la que más preocupa a los palestinos, sobre todo a aquellos que temen que, aceptando, un Abas debilitado y acorralado ceda y entregue así el histórico derecho de los refugiados a volver a la tierra de la que fueron expulsados.

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