La Tailandia rural vive ajena a la lucha en Bangkok

  • Mientras los enfrentamientos entre los camisas rojas de la oposición y las fuerzas de seguridad tailandesas se acrecientan en las calles de Bangkok, los agricultores de las zonas rurales viven preocupados por la continuidad de sus arrozales y su campo. Como en tantos otros países, Tailandia también está experimentando el abandono de las zonas rurales por unos jóvenes con una formación oficial superior que prefieren el medio urbano.
Karen J. Coates | GlobalPost

(Chiang Mai, Tailandia). A sus 52 años, la identidad de Sri Tatui está grabada en sus manos. El polvo recubre sus dedos, se pega entre las heridas de las manos y los callos que ha ido acumulando durante toda una vida dedicada al campo.Aparta su rostro del implacable sol tailandés y mira hacia los cimientos de una casa que está construyendo. "Si la gente me ve aquí, les digo que soy un obrero de la construcción. Si me ven en el arrozal, digo que soy un agricultor".

Mientras en las calles de Bangkok aumenta la tensión política -y física-, en la Tailandia rural el panorama es totalmente diferente.Las granjas familiares de Tailandia están viviendo tiempos de declive, en los que se exige mucho trabajo a cambio de pocas satisfacciones. Muchos jóvenes están optando por irse, dejando el campo en favor de continuar sus estudios en la ciudad y futuros más lucrativos.

Mientras tanto, para sobrevivir, sus padres tienen que recurrir cada vez más a fuentes de ingresos alternativas y para cultivar el campo contratan a inmigrantes birmanos, que se encargan de hacer los trabajos más duros, como plantar y recoger las cosechas."Está enfangado y mojado, y se gana muy poco dinero", dice Tatui. "La gente de 40 años o más todavía cultiva los arrozales, pero las nuevas generaciones parece que están más formadas y prefieren irse a la ciudad a trabajar".

Su arrozal, que le da unos ingresos anuales de unos 565 euros, ya no le llega para sobrevivir. "No es suficiente", dice. "Ahora somos materialistas. Antes, no teníamos electricidad. Sólo usábamos el gas. Pero ahora usamos electricidad y todos los aparatos se enchufan a la corriente. Y por eso tenemos más gastos", dice Tatui, que vivió durante muchos años en Sansai, un distrito rural cerca de Chiang Mai.

"Hace 30 años sólo nos dedicábamos a cultivar", asegura. "No hacíamos trabajos de otro tipo aparte".

Los gastos relacionados con los cultivos también han aumentado. Tradicionalmente, los búfalos araban y fertilizaban de modo natural los campos. Hoy en día los granjeros utilizan máquinas. "En un día un búfalo sólo puede trabajar dos veces, por la mañana y por la noche. Pero las máquinas pueden trabajar todo el día, y son más rápidas", explica Khun Dej, un campesino de la montañosa zona de Doi Saket, cerca de Chiang Mai.

Aún así, Dej duda de las máquinas. "Si tenemos en cuenta los gastos, los búfalos son mejores, porque no consumen combustible". Dej trabaja además como cultivador de cítricos, para ayudar a cuidar de sus padres, de más de 90 años, que se encargaron de sacar provecho a sus tierras mucho antes que él .

Hace 50 años las labores agrícolas representaban el 80 por ciento de los trabajos de Tailandia. Esa cifra ha ido cayendo paulatinamente y hoy en día tan sólo el 38 por ciento de la población trabaja en el campo, según Nareenat Roonnaphai, vicesecretaria general de la Oficina de Economía Agrícola.

Los jóvenes tailandeses tienen poco interés en depender de una fuente de ingresos impredecible, que depende del tiempo y de los desastres naturales, asegura.El ministerio de Agricultura de Tailandia espera promocionar la agricultura entre los jóvenes mediante un programa de formación de cinco años dirigido a estudiantes universitarios, hijos de campesinos y cualquiera interesado en aprender teoría y práctica agrícola.

Los participantes en este programa recibirán hasta 5 rai (casi una hectárea) de tierra para cultivar en dos años, con posibilidades de poder utilizarla a perpetuidad. Aún así, Roonnaphai predice que la población campesina va a continuar en un lento declive en su país.

"Los campesinos han enviado a sus hijos lejos, a escuelas grandes, con la esperanza de que logren una mejor educación que en los colegios locales", dice Karla Baumhover Pengsagun, una estadounidense que lleva más de 13 años en Tailandia y dirige Temple of Thai, una tienda online. "Y como los niños no trabajan en el campo, en sus granjas, comienzan a distanciarse de la tierra".

Welika Mamun, una joven de 25 años empleada de Temple of Thai, cree que su país va camino de pasar de ser una "sociedad agrícola" a una "sociedad urbana" a medida que los jóvenes están más preparados en ingenierías, informática, economía, empresariales y marketing. Pengsagun, su jefa, cree que los tailandeses se dedicarán cada vez más a gestionar las granjas, en lugar de trabajarlas directamente. "Los trabajadores a sueldo serán quienes mantengan las granjas en funcionamiento", afirma.

Pero no será mano de obra tailandesa. "La gente de aquí no quiere cultivar los arrozales", dice Num Loangki, de 35 años, que nació en Birmania pero que ha vivido gran parte de su vida en el norte de Tailandia. Habitualmente vive en la ciudad de Fang, pero durante la época de recolección se traslada a Chiang Mai con otros birmanos a trabajar en las plantaciones de tailandeses.

"Viene mucha gente de otros sitios, de distritos lejanos", reconoce. "Cada grupo tiene un líder. El líder consigue los trabajos y organiza a los grupos para que vayan a hacer las labores del campo".

A Loangki no le preocupa el futuro del campo en Tailandia. "Creo que será bueno para nosotros, porque los tailandeses no son nada complicados. Nos pagan, y nosotros hacemos el trabajo".

Durante la la época de recolección alquila una casa junto a otros birmanos a un kilómetro de donde vive Tatui, que confirma todo lo que cuenta Loangki. "Yo he contratado a birmanos para mis cultivos, y los contrataré para arar el campo y para hacer la recolecta. Lo único de lo que me voy a encargar personalmente es de cuidar el campo, de abonarlo y fertilizarlo", dice Tatui, que asegura no encontrar a ningún tailandés que quiera hacer ese tipo de trabajo.

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