La tensión en Irán continúa en el aniversario del triunfo de la Revolución

  • Esta semana se celebra en Irán el aniversario de la expulsión del Shah, que permitió el triunfo de la Revolución, que ahora enfrenta al actual régimen represor del país con gran parte de la población. La fiesta ofrecerá de nuevo una excusa a los opositores para protestar en las calles, pero también podrían repetirse los sangrientos enfrentamientos que se saldaron con al menos ocho muertos a finales de diciembre.
Un manifestante de la revolución verde (27.12.2009)
Un manifestante de la revolución verde (27.12.2009)
Stringer | Reuters
Iason Athanasiadis | GlobalPost para lainformacion.com

(Estambul, Turquía). Mientras el descontento se extiende lentamente por todo Irán, la oposición trata de encontrar un final a la actual crisis. Recientemente, el ex candidato presidencial Mir Hosein Musaví propuso un plan de reconciliación de cinco puntos, pero el gobierno se mantiene inflexible.

Además de la lucha que se ha apoderado de las calles de la República Islámica, se aproxima una fecha importante. El 16 de enero se cumplen 31 años desde que el Sha de Irán escapó del país y entregó así el poder a la revolución liderada por el ayatolá Jomeini. Los activistas del movimiento verde (en la oposición) esperan que la fecha sea una vez más un punto de inflexión para la nación, esta vez para el líder supremo Alí Jamenei.

A medida que se acerca el aniversario, Teherán ha dejado de ser la única ciudad donde fijar la atención. La historia indica que las revoluciones pueden comenzar en ciudades de provincia, que no necesariamente son un refugio de actividades rebeldes. El 5 de diciembre de 1989, un incidente con un pequeño grupo rumano condujo a la masacre que sirvió de catalizador para derrocar a la dinastía Ceaucescu, el último régimen comunista de Europa del Este. La protesta de aquellos días en Timisoara acabó con el asesinato de casi 100 manifestantes a manos de las tropas del gobierno rumano. Nicolai Ceaucescu, que regresó rápidamente de un viaje al extranjero –irónicamente a la República Islámica de Irán-, fue capturado por las fuerzas revolucionarias, sometido a juicio y ejecutado.

“En aquella ocasión, la mayoría de la población esperaba que los acontecimientos se produjeran en la capital, pero aparecieron héroes en los lugares menos esperados”, afirma un analista político de Teherán que prefiere mantener el anonimato, porque teme represalias del gobierno por hablar con la prensa extranjera. “Cuando miremos el curso de los acontecimientos en un par de años, muchas situaciones como la acaecida en Najafabad que ahora parecen menos destacadas, cobrarán una importancia mucho mayor”.

Najafabad es un pueblo iraní conservador y el lugar de nacimiento del gran ayatolá Ali Montazeri, una de las principales autoridades religiosa de Irán y líder espiritual de la oposición. Su fallecimiento por causas naturales en diciembre pasado originó las manifestaciones contra el régimen en la ciudad. Durante los incidentes murieron cinco personas y la República Islámica se vio obligada a declarar la ley marcial por primera vez desde la revolución de 1979.

“Los clérigos en general son muy conservadores y tienen bastante miedo a arriesgarse por lo cual resulta muy interesante que también se haya levantado Qom”, afirma el analista de Teherán. “El problema en las ciudades pequeñas es que son fáciles de controlar, desde un punto de vista policial y también porque en el caso de poblaciones pequeñas es más difícil que los manifestantes puedan mantener el anonimato”.

La violencia del último domingo de diciembre también creó un nuevo precedente en Irán. Las fuerzas del gobierno mataron al menos a 37 personas en las protestas organizadas en todo el país según los medios disidentes, la mayor cifra desde las elecciones presidenciales de junio de 2009 (aunque el gobierno iraní sólo reconoció 8 muertos).

“Fue un punto de inflexión”, afirma Thierry Coville, investigador del Instituto de Investigación Internacional y Estrategia de Francia, IRIS. “La violencia de los incidentes ha afectado la imaginación colectiva y tanto conservadores como reformistas saben que la situación podría sufrir un giro peligroso”.

“El radicalismo de las consignas dirigidas contra Jemenei demuestra que ahora se ataca la legitimidad del régimen, ya no se trata de la elección”, explica Coville.

De hecho, las consignas de los manifestantes piden la renuncia del ayatolá Jamenei como líder supremo. Una carta –sin contrastar- que circuló por internet y que habría sido redactada por el Consejo de Seguridad Nacional de Irán, incluía instrucciones para revisar el avión privado de Jamenei en caso de que decidiera abandonar el país. Incluso después de demostrarse que la misiva era falsa, los iraníes, esperanzados, seguían haciéndola circular.

A finales de diciembre, el gobierno de Ahmadinejad parecía haber perdido su vinculación con el pueblo: decidió reprimir a los manifestantes durante la Ashura, la fiesta tradicional para honrar a los mártires. “El actual régimen ha roto el vínculo social que le unía al pueblo y por ello, a la larga, acabará cayendo”, explica Bill Beeman, experto en Irán, profesor del Departamento de Antropología de la Universidad de Minnesota y ex presidente del área de Oriente Medio de la Asociación Antropológica de EEUU. “Matar gente durante la celebración de la Ashura es un desastre de gran simbolismo. Ni siquiera el Sha ejecutaba prisioneros durante esta fiesta y ¡se supone que esta gente (el gobierno) es religiosa!”, añade Beeman.

Los manifestantes que se atrevieron a salir a la calle en Teherán durante la Ashura fueron testigos de cómo la multitud atacaba violentamente a la policía. Estiman que se ha roto el equilibrio de terror que había entre la autoridad y la población.

“Lo que me impactó fue la mirada de los soldados que estaban en las calles”, afirma un testigo. “Claramente podías ver en la mayoría de ellos una profunda pena, culpa y miedo”.

Sin embargo, el gobierno aún cuenta con miles de leales seguidores que están dispuestos a salir a la calle para defender lo que consideran una institución suprema: el velayat-e faghih (El Jurisprudente Supremo) que dirige el régimen.

“Los hombres que iban de paisanos en sus motos, en grupos de 50, conducían como si fuera villanos de una serie de dibujos animados y tenían un brillo en los ojos como si estuvieran haciendo ostentación de su autoridad en la calle”, explica el mismo testigo. “Fue realmente espantoso, todos parecían haber perdido la cabeza”.

El régimen contraatacó con la amenaza de que arrestaría a los líderes de la oposición (Musaví, Jatami y Karrubí) y aprovechó el momento de plegaria para acusar a los manifestantes de “apóstatas”. Las páginas web que apoyan al régimen publicaron imágenes de personas buscadas por el ministerio de Inteligencia e informaban de que el ayatolá Sanei, el sucesor del gran ayatolá Montazeri, había perdido su título.

“Después de los acontecimientos de la Ashura, mucha gente comienza a creer que en realidad se ha avanzado algo en lograr atemorizar al sistema”, afirma el analista de Teherán. “Pero nadie sabe si un sistema presa del miedo decidirá buscar acuerdos o reprimirá aún con más fuerza”.

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