Las empresas chinas no pueden con los sindicatos sudafricanos

  • Las diferencias entre los sindicatos chinos y sudafricanos son muchas, pero los empresarios asiáticos no se acostumbran. Sudáfrica, el mayor socio comercial de China, es también la razón por la que muchos fabricas se han mudado a África. Los conflictos entre empresarios y trabajadores han desembocado en varios choques violentos.
Los conflictos entre empresarios chinos y trabajadores sudafricanos han desembocado en varios choques violentos.
Los conflictos entre empresarios chinos y trabajadores sudafricanos han desembocado en varios choques violentos.
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Erin Conway-Smith, Newcastle, Sudáfrica | GlobalPost

Cuando Karl Yan se mudó a Sudáfrica el año pasado para trabajar en una fábrica china lo último que se imaginaba es que se acabaría afiliando a un sindicato.

Yan, un delgado muchacho de 24 años con gafas y natural de una pequeña ciudad cercana a Shanghái, es delegado del sindicato sudafricano de trabajadores de la industria textil. Hace poco acudió a una reunión sindical en Ciudad del Cabo. Era el único delegado chino, y sus colegas sudafricanos le buscaban para posar en fotos y enseñarle bailes tribales.

En China todos los sindicatos están controlados por el estado y hacen poco por defender los derechos de los trabajadores. Los sindicatos sudafricanos, por el contrario, son fuerzas poderosas que influyen en la política nacional y cuyas acciones pueden llegar a paralizar las fábricas.

Estos dos tipos de ética laboral convergen en la ciudad industrial de Newcastle, en el noreste de Sudáfrica, en donde hay multitud de fábricas propiedad de empresarios chinos y taiwaneses. Los sindicatos están ahora en medio de tensas negociaciones con esas fábricas porque muchas de ellas no pagan el salario mínimo.

Sudáfrica es el mayor socio comercial de China en el continente africano. El comercio entre China y Sudáfrica el año pasado alcanzó los 16.000 millones de dólares, fundamentalmente a favor de los asiáticos (el déficit comercial para los africanos fue de 2.700 millones de dólares). Las inversiones directas de China en Sudáfrica se calcula que superan los 6.000 millones de dólares, principalmente en el sector textil y también en minería, energía, maquinaria y material de construcción.

A lo largo de África las empresas chinas han chocado a menudo con las comunidades locales debido a sueldos y condiciones laborales. Algunas disputas han llegado a ser violentas. Recientemente en una mina en Zambia trabajadores que se manifestaban recibieron disparos de dos gerentes chinos. Ese no ha sido el primer incidente violento en Zambia, en donde empresarios chinos han sido golpeados por trabajadores locales, y viceversa.

En Newcastle, la compañía china para la que trabaja Karl Yan, Sen Li Da Chemical Fiber, está aplicando una fórmula poco habitual: a diferencia de la mayoría de empresas chinas, acepta la presencia de sindicatos y se está adaptando a la arraigada cultura sindical sudafricana.

Yan fue animado por sus jefes a unirse al sindicato, al igual que el resto de los empleados, entre ellos unos 75 chinos y unos 100 sudafricanos. La fábrica, que abrió el año pasado, convierte botellas de plástico reciclado en una fibra química que después se utiliza para rellenar almohadas, edredones y muñecos.

"Han visto los problemas que ha habido aquí con otras fábricas chinas, huelgas grandes", afirma Thanda Ralushai, una administrativa sudafricana de 31 años que trabaja en Sen Li Da y que también es delegada sindical. "Así que sabían lo que estaban haciendo cuando decidieron venir".

Yan, que trabaja en el área de comunicación y traducción, cree que el sindicato es una forma de trabajar junto a la gente local. "La comunicación resuelve problemas", asegura.

Frank Fang, gerente de la compañía, decidió llamar a los sindicatos después de tener varios conflictos con trabajadores sudafricanos, incluidos paros laborales. Quería que el sindicato explicase a los trabajadores sus derechos y los procesos que deben seguir para arreglar las disputas con los empleadores.

"Estamos deseando cooperar con los empleados locales para crear unas condiciones laborales pacíficas", explica Fang, que lleva 18 años viviendo en Sudáfrica y es ciudadano del país. Los dueños de la empresa son de China, en donde tienen otra fábrica similar.

"Si tenemos buenas condiciones laborales, entonces las dos partes salen beneficiadas, el empleado y empleador", añade Fang. "Esta es una zona muy pobre. La gente necesita trabajo".

Pese a su buena relación con los sindicatos, Sen Li Da paga a sus trabajadores por debajo del salario mínimo, al igual que casi todas las fábricas de la zona. El sueldo mínimo es de entre 46 y 68 dólares a la semana, dependiendo del puesto de trabajo. Algunos empleados de Sen Li Da cobran el mínimo, pero otros no. El sindicato denuncia que son demasiados los trabajadores que no cobran el salario mínimo.

Los dueños de la fábrica mantienen que si se les obliga a pagar el sueldo mínimo, no serán rentables y tendrán que cerrar. Eso sería un desastre para una zona en donde la tasa de desempleo ronda el 60 por ciento. Cuando los sindicatos convocaron una huelga hace unos meses, algunos empleados dijeron que estaban dispuestos a seguir trabajando por debajo del sueldo mínimo porque eso es mejor que nada.

Betty Mbele, de 37 años, trabaja en el almacén de una fábrica de ropa de propiedad china y no oculta su tristeza cuando se le pregunta por el tema de los sueldos. No le gusta la situación ni tampoco su jefe chino, pero no tiene otra salida laboral. Mbele trabaja desde las 7 de la mañana hasta las 5 de la tarde y gana 47 dólares a la semana, con los que mantiene a sus dos hijos. No se molesta en pedir un aumento de sueldo. "Algunas personas cobran incluso menos que yo", se lamenta.

El sindicato textil sudafricano acaba de conceder a la Cámara de Comercio e Industrial China en Newcastle el premio al Peor Empleador del 2010, por pagar a los trabajadores "salarios de esclavos". El galardón, un ladrillo roto, pretende representar a los "empleadores que destruyen, que no construyen, trabajo decente en el sector textil".

"Los trabajadores están dispuestos a trabajar bajo estas condiciones porque no tienen otra alternativa", asegura el sindicalista Patrick Vundla.

Alex Liu, presidente de la Cámara de Comercio e Industrial China en Newcastle, asegura que esas fábricas tienen que competir no sólo con las importaciones de China y de muchos otros países asiáticos, entre ellos Camboya y Vietnam, sino también con países vecinos de África. En los últimos años algunas grandes fábricas textiles de Newcastle han cerrado sus puertas, y otras se están planteando mudarse a países cercanos como Suazilandia, Lesoto o Mozambique.

En la década de 1990 fueron fundamentalmente taiwaneses los que instalaron  fábricas en Newcastle, pero gran parte de las más nuevas son propiedad de chinos. Algunos de los propietarios de fábricas de China y Taiwán llevan entre 10 y 20 años trabajando en Sudáfrica y aseguran que sienten un vínculo especial con la comunidad local. Rechazan el retrato que hacen de ellos los sindicatos.

Liu se queja de que el sindicato, con su premio, ha "etiquetado a los chinos sudafricanos de una manera negativa" y "polariza a la variada población étnica de Sudáfrica". La comunidad china en Newcastle genera empleos y hace donaciones a los orfanatos y escuelas locales, explica Liu, que pregunta: "¿Son estas las acciones de una comunidad que intenta explotar a los sudafricanos?".

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