Los colombianos se pelean por la explotación del oro en sus montañas

  • El proyecto para abrir una enorme mina de oro a cielo abierto en los Andes colombianos ha despertado en los empresarios las fantasías de El Dorado. Pero los habitantes de esa región temen un desastre medioambiental que acabe con la belleza y biodiversidad del páramo de Santurbán, en el noreste del país.
Páramo de Santurbán
Páramo de Santurbán
lainformacion.com
John Otis, Angostura (Colombia) | GlobalPost

Greystar Resources, una empresa canadiense con sede en Vancouver, cree que se pueden extraer unos 10 millones de onzas troy de oro en Angostura, una zona andina a unos 3.050 metros de altura.

Angostura es una de las minas de oro que podrían comenzar a producir en Colombia en breve si sus promotores consiguen sortear ciertos requisitos medioambientales.

"Colombia está preparada para hacer exactamente lo mismo que hizo Chile hace 20 años: utilizar la minería como una locomotora para el crecimiento económico", explica el presidente de Greystar, Steve Kesler.

"Esta zona se podría convertir en uno de los distritos con actividad aurífera más importantes del mundo", dice.

Pero los detractores del proyecto de Angostura, que ha recibido financiación del Banco Mundial, dicen que el yacimiento es peligroso e ilegal. Ya se han organizado manifestaciones en su contra, creado páginas en Facebook y exigiendo comparecencias públicas.

La mina de Greystar ocupará parte del enorme páramo de Santurbán, en el noreste de Colombia.

Los páramos andinos son ecosistemas únicos, envueltos en nubes, con turberas, praderas y arbustos que en su conjunto funcionan como grandes esponjas en las montañas y son una fuente vital de agua en muchas partes del país. Cerca del 60 por ciento de los páramos del planeta se encuentran en Colombia.

Los opositores a los planes de Greystar temen que la mina a cielo abierto podría dañar de forma irremediable el páramo de Santurbán, y que un accidente podría contaminar los ríos con cianuro.

 "No vale la pena el riesgo", asegura Erwing Rodríguez-Salah, presidente de Fenalco, la principal asociación empresarial de Bucaramanga, una ciudad de 600.000 habitantes a unos 48 kilómetros de Angostura.

Aunque algunas minas auríferas de alta tecnología demuestran buenos historiales de seguridad y medioambientales, los vertidos de cianuro, los corrimientos de tierras y otros problemas han afectado a numerosos yacimientos en Latinoamérica, Asia y África, las principales regiones extractoras de oro del planeta.

Como la mayor parte del oro se encuentra en medidas microscópicas, extraerlo puede exigir la excavación de montañas enteras.

Para producir tan sólo una onza del brillante metal en una mina a cielo abierto se deben de extraer toneladas de roca, que se tritura y rocía con una solución de cianuro que disuelve el oro y permite su separación y posterior fundición.

Todo esto deja una enorme huella en el medio ambiente. En el vecino Perú, por ejemplo, las personas que viven cerca de Yanacocha (una de las minas auríferas a cielo abierto más grandes del mundo), se quejan de que dicha actividad ha degradado el paisaje de los Andes y les ha dejado a cambio muy pocos beneficios.

Aún así, hay una poderosa razón para que las compañías mineras continúen excavando incluso en los lugares más remotos e inhóspitos: en la última década el precio del oro se ha disparado, pasando de 300 dólares la onza a más de 1.300 dólares.

"A ese precio, merece la pena el esfuerzo", asegura Arturo Quiroz, presidente de Asomineros, una asociación del sector minero con sede en Bogotá.

Los altos precios del oro han puesto en el punto de mira a Colombia, un territorio todavía poco explotado ya que durante años las empresas mineras han permanecido lejos del país debido a la actividad de la guerrilla. Greystar llegó a Colombia en 1995, pero tuvo que suspender sus operaciones tres años debido a los ataques de los rebeldes.

Con la ausencia de las grandes compañías internacionales, la mayor parte de la extracción del oro la han estado realizando mineros colombianos, cavando túneles o dragando ríos. Algunas de estas operaciones están controladas por narcotraficantes y guerrilleros, y en muchas ocasiones se utilizan grandes cantidades de mercurio que se vierte a los ríos.

Un reciente informe de las Naciones Unidas destaca a Colombia como el principal país del mundo en contaminación de mercurio per cápita, debido principalmente a la minería ilegal.

En todo el país hay tan sólo 16 inspectores encargados de vigilar las condiciones de trabajo en 3.000 minas. El año pasado murieron en Colombia 155 mineros, y en lo que va de 2011 ya han muerto otros 26 por explosiones y derrumbe de túneles.

Quiroz, de Asomineros, asegura que la manera de salir de esta situación caótica es apoyando a compañías legítimas como la canadiense Greystar. "Tenemos que promover la minería legal. Si no lo hacemos, los mineros ilegales se harán con el control", sostiene.

En una reciente visita de GlobalPost a la zona, Angostura era la imagen perfecta del orden: mineros con casco taladraban las rocas para extraer muestras, y en unas oficinas prefabricadas los ingenieros escribían en ordenadores portátiles. Un poco más allá, un vivero de frailejones, la planta típica de los páramos, a punto de florecer.

 "El paisaje va a cambiar un poco, pero vamos a replantar toda la vegetación", explica Germán Díaz, un ingeniero de Greystar.

De hecho, los representantes de Greystar aseguran que por cada hectárea del páramo de Santurbán afectado por el proyecto, la compañía reforestará otras seis. Esa es una de las razones por la que la Corporación Financiera Internacional, un brazo del Banco Mundial, ha invertido 12 millones de dólares en el proyecto de Angostura.

 "Este proyecto tiene el potencial de establecer unos nuevos estándares medioambientales y sociales para la minería en Colombia", dijo William Bulmer, jefe global de minería de la institución, cuando se anunció el acuerdo en 2009.

Sin embargo, el consultor independiente Guillermo Rudas advierte que el Banco Mundial ya ha participado en otros proyectos mineros polémicos, como el de Yanacocha, y una mina de oro en Guyana en donde un accidente en 1995 vertió residuos con cianuro a un tributario del río Essequibo, la principal fuente de agua del país sudamericano.

Tras invertir 150 millones de dólares en la exploración del yacimiento de Angostura, Greystar se disponía ya a producir oro cuando el año pasado el gobierno de Colombia cambió de repente su normativa minera, prohibiendo las extracciones en los páramos.

La medida confundió aún más la situación. El gobierno no sólo había concedido ya cientos de permisos de explotación en los páramos, sino que la definición legal de lo que es un páramo continúa sin ser clara.

Greystar argumenta que muchos páramos andinos han dejado de ser ecosistemas impolutos porque han sido colonizados por campesinos y buscadores de oro. De hecho, en las cotas bajas de Angostura hay túneles y caminos abiertos por los mineros que llevan cientos de años extrayendo oro en la zona.

"Los lagos y cascadas del páramo son preciosos, pero el proyecto no se va a localizar allí", explica el presidente de la compañía.

El gobierno declaró recientemente que las licencias de minería en los páramos se aprobarán caso por caso. Greystar espera que la decisión sobre sus operaciones se anuncie el mes que viene.

A medida que se acerca el desenlace, quienes se oponen a la mina advierten que no existe ningún ejemplo de páramo dañado que haya logrado volver a su estado original.

Gonzalo Pena, un ingeniero de Bucaramanga que ha estudiado el proyecto de Angostura asegura que Greystar podrá intentar cubrir sus huellas con frailejones, pero esas plantas crecen a un ritmo de un centímetro al año. Por lo tanto, para llegar a tener un metro de altura "tendrán que pasar 100 años".

Como muestra, un ejemplo realizado por Elpais.com.co sobre los efectos de la explotación del oro en regiones colombianas.

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