En 2005, Katrina Effert dio a luz secretamente a su bebé y lo asfixió al poco de haber nacido, dejando el cuerpo abandonado en un jardín. La joven, que por entonces tenía 19 años, recibió una sentencia que no la enviaba a la cárcel sino que manteía en suspensión la pena y que aludía a su estado psicológico y a las laxas leyes sobre el aborto y el infanticidio de Canadá.
La juez consideró que la madre era la principal perjudicada por la situación ya que no tenía ayuda de ningún tipo ni podía mantener al hijo. Además, la joven presentaba un trastorno mental por el momento, lo cual según la sentencia, la invalida como culpable del infanticidio, un crimen que está castigado con una pena menor que el homicidio en Canadá.
Durante seis años, Effert ha defendido su caso pero fue condenada por segunda vez por homicidio en segundo grado. Sin embargo, esa pena fue desestimada por una instancia superior aludiendo a las pruebas sobre el estado psicológico de la joven. El caso sigue pendiente de ser examinado por la Corte Suprema de Canadá.
Pese a la modifición del Código Penal llevada a cabo en 2005, Canadá no modificó su legislación sobre el aborto, que se encuentra en un vacío legal. A su vez, se califica al infanticidio como la muerte de un hijo y se castiga por debajo del homicidio si es produce como respuesta a una situación de desesperación de la madre.
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