Martin Indyk, un experto en los errores del proceso de paz

  • Martin Indyk, nombrado hoy como enviado especial de EE.UU en las conversaciones entre israelíes y palestinos, fue la mano derecha del expresidente Bill Clinton en su esfuerzo de paz en 2000 y tiene ahora por delante el reto de evitar que el nuevo diálogo repita los errores de aquella cumbre.

Lucía Leal

Washington, 29 jul.- Martin Indyk, nombrado hoy como enviado especial de EE.UU en las conversaciones entre israelíes y palestinos, fue la mano derecha del expresidente Bill Clinton en su esfuerzo de paz en 2000 y tiene ahora por delante el reto de evitar que el nuevo diálogo repita los errores de aquella cumbre.

A sus 62 años y tras más de una década apartado del Gobierno estadounidense, Indyk retoma hoy la que, en palabras del secretario de Estado, John Kerry, es "la misión de su vida": allanar el camino hacia una solución de dos Estados para Israel y los palestinos.

"Él sabe lo que ha funcionado y lo que no ha funcionado, y sabe lo importante que es hacer esto bien", dijo Kerry al anunciar su designación.

Exembajador en Israel y encargado de Oriente Próximo en el Departamento de Estado entre 1997 y 2000, Indyk cuenta con "una experiencia que le ha ganado el respeto de ambas partes" y una virtud clave para el avance de las negociaciones: "es realista", aseguró Kerry.

Ambas cualidades se pusieron a prueba en la cumbre de paz de Camp David en 2000, cuando Indyk capitaneó el esfuerzo de Clinton por arrancar un acuerdo de paz entre el entonces primer ministro israelí, Ehud Barak, y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yasser Arafat.

Durante buena parte de la última década, Indyk se ha dedicado a diseccionar los motivos de aquel fracaso, primero como académico del centro de estudios Brookings y más tarde como vicepresidente de esa institución, que hoy abandonó.

"El enfoque estadounidense en Oriente Próximo demostró una preocupante ingenuidad, que era en parte inocencia, en parte ignorancia y en parte arrogancia", escribió Indyk en su libro de memorias "Inocentes en el extranjero", publicado en 2009.

El diplomático consideró además que el equipo estadounidense era demasiado suave y "no dejaba de echarse atrás", algo que "Barak y Arafat sólo podían interpretar como una señal de debilidad".

Si escucha sus propios consejos, puede esperarse que Indyk sea en esta ocasión más firme y que procure mantener las conversaciones en secreto, fiel a su opinión de que "cualquier filtración alimentará el sistema político israelí" y sus críticas, por lo que es necesario dejar "que los resultados hablen por sí mismos".

Pese a que comenzó su carrera en el grupo de presión proisraelí AIPAC en 1982, Indyk no es considerado especialmente complaciente con Israel, y rechaza las versiones de que la cumbre de Camp David fracasó por culpa de Arafat.

Nacido en Londres en 1951 y educado en Australia, donde se licenció en Economía por la Universidad de Sidney y se doctoró en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Australiana, Indyk no obtuvo la ciudadanía de Estados Unidos hasta 1993.

Su primer contacto con Israel llegó en los años setenta, cuando estudiaba en Jerusalén y experimentó "la agonía de la Guerra del Yom Kippur de 1973" y "cómo (el exsecretario de Estado) Henry Kissinger logró alcanzar un alto el fuego que acabó con la guerra y abrió el camino a la paz entre Egipto e Israel".

"Desde entonces, y durante cuarenta años, he estado convencido de que la paz es posible", aseguró hoy tras ser nombrado para el cargo.

Tras su llegada a Washington, Indyk se convirtió en profesor adjunto en la Universidad John Hopkins y director del Instituto de Washington para Política de Oriente Próximo.

Divorciado y con dos hijos, Sarah y Jacob, Indyk comenzó su carrera diplomática en 1993, cuando se convirtió en asistente especial de Clinton y director para Asuntos de Oriente Medio y el Sur de Asia en el Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca.

En 1995 fue nombrado embajador de EE.UU en Israel, puesto que dejó en 1997 para dirigir la rama de Oriente Próximo en el Departamento de Estado y que volvió a retomar en 2000.

Fue a finales de ese año cuando la entonces secretaria de Estado, Madeleine Albright, le revocó durante un mes su credencial diplomática tras relacionársele con la desaparición de un ordenador portátil con claves secretas de la política exterior de EE.UU.

Pero ese episodio no manchó su reputación, que le convierte ahora en un hombre de confianza clave para el Gobierno estadounidense, convencido, pese a haber observado varias décadas de tropiezos, de que la paz no es una "misión imposible".

"Hace quince años, mi hijo Jacob, que tenía 13, diseñó un salvapantallas para mi ordenador, que consistía en una simple pregunta: ¿Papá, ya hay paz en Oriente Próximo?", recordó hoy Indyk.

Tras años de contestarle con un resignado "aún no", Indyk parece tener genuina confianza de que, esta vez, los mediadores estadounidenses puedan decir: "lo hemos conseguido".

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