¿Quién ganó con la guerra de Irak? No lo piensen, fue Irán

  • Irán es el principal beneficiario de la aventura fallida de EEUU en Irak. Derrocaron a su enemigo Saddam Hussein e instauraron un gobierno chií por primera vez en la historia moderna del país árabe.
Algunos soldados de EEUU se preparan para abandonar Irak -EFE
Algunos soldados de EEUU se preparan para abandonar Irak -EFE
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Mohamad Bazzi - GlobalPost

BEIRUT, El Líbano— En febrero de 2003, cuando capitaneaba a Estados Unidos hacia la guerra, el presidente George W. Bush declaró: "Un nuevo régimen en Irak podría servir como un ejemplo serio y de inspiración para la libertad en otras naciones de la región".

Ahora, cuando los militares de EEUU ponen fin a su misión de combate, según anunció formalmente el presidente Barack Obama, Irak es efectivamente un serio ejemplo para Oriente Medio, pero no de la manera en que habían previsto Bush y su administración. Irak no se convirtió en el faro de la democracia, ni ha generado un efecto dominó que ha terminado con otros regímenes dictatoriales en el mundo árabe. En su lugar, la guerra de Irak ha destapado una nueva ola de odio sectario y ha removido el equilibrio estratégico del Golfo Pérsico, ayudando a Irán a consolidar su papel como fuerza regional dominante.

La administración Bush argumentó que su objetivo era proteger los intereses y la seguridad de EEUU a largo plazo. Pero la región es mucho más inestable y explosiva que cuando las fuerzas de EEUU comenzaron a entrar en Bagdad hace siete años. Los sunís están preocupados por la influencia regional del régimen de Irán, liderado por chiíes, así como por su programa nuclear, su creciente ascendente sobre los líderes iraquíes y sus relaciones con otros países con importantes comunidades chiíes, como el Líbano.

Irán es el principal beneficiario de la aventura fallida de EEUU en Irak. EEUU derrocó al enemigo jurado de Teherán, Saddam Hussein. Después, Washington ayudó a instaurar un gobierno chií por primera vez en la historia moderna de Irak. Y mientras las tropas de EEUU se enzarzaban en la lucha contra la insurgencia y la contención de una guerra civil, Irak aprovechó para extender su influencia sobre las facciones chiíes iraquíes.

El Oriente Medio actual ha ido tomando forma como consecuencia de diversas guerras de poder. En Irak, los regímenes suníes vecinos están respaldando a los activistas suníes, mientras que Irán apoya a las milicias chiíes. En el Líbano, una alianza entre Washington y gobiernos árabes suníes autoritarios apoyó un gobierno liderado por suníes contra Hezbolá, una milicia chií financiada por Irán. Y en los territorios palestinos, Irán y Siria apoyan a Hamás, mientras que EEUU y sus aliados árabes respaldan al presidente Mahmoud Abbas y su movimiento Al Fatah.

En 2007, en el punto álgido del movimiento insurgente y los conflictos sectarios en Irak, Marwan Kabalan, un analista político de la Universidad de Damasco, explicaba las dinámicas de la región mejor que nadie: "Todo el mundo está entablando batallas a través de poderes vecinos. Es como una guerra fría", aseguraba. "Todos los regímenes en Oriente Medio reconocen que EEUU ha perdido la guerra en Irak. Todos están maniobrando para proteger sus intereses y para sacar algo de la derrota norteamericana".

Con la influencia de EEUU decayendo y el ascenso de Irán, los demás vecinos de Irak todavía están luchando para asegurarse una posición con el nuevo gobierno de Bagdad. La gobernante dinastía Al-Sau de Arabia Saudí, por ejemplo, se considera el líder por derecho del mundo musulmán, pero Irán está desafiando su liderazgo. Aunque Arabia Saudí tiene una mayoría suní, sus gobernantes temen la influencia potencial de Irán sobre la considerable y a veces impaciente población chií concentrada en la provincia Oriental, rica en petróleo. En Bahréin, otro aliado estadounidense en el Golfo Pérsico, a la mayoría chií parece escocerle el gobierno suní, que también teme el alcance de Irán.

Aún peor, la brutal guerra en Irak entre la mayoría chií y la minoría suní ha desencadenado odios sectarios que son difíciles de contener. Esta situación se ha dejado notar especialmente en el Líbano, un pequeño país con un pasado de enfrentamientos religiosos. Durante la guerra civil de 15 años en el Líbano, que terminó en 1990, la división fue entre musulmanes y cristianos; esta vez, el conflicto es fundamentalmente entre suníes y chiíes.

Tras la ejecución de Saddam en diciembre de 2006 los suníes interpretaron que EEUU y el gobierno iraquí dominado por chiíes estaban terminando con los últimos vestigios del nacionalismo árabe. Aunque Saddam había sido un aliado de Occidente, en la década de 1990 figuraba entre los pocos líderes árabes que desafiaban a EEUU y a las potencias europeas. Desde el punto de vista suní, EEUU y sus aliados erradicaron la idea de un glorioso pasado árabe sin ofrecer un recambio (que no sea el sectarismo).

En 2007 y 2008 los suníes libaneses se sintieron asediados mientras veían las noticias desde Irak sobre escuadrones de la muerte de chiíes que ejecutaban a suníes y los expulsaban del centro de Bagdad. Al mismo tiempo, Hezbolá estaba intentando derrocar al gobierno suní libanés, organizando para ello manifestaciones y sentadas masivas que paralizaron el centro de Beirut. En enero de 2007, cuando se enfrentaban a seguidores de Hezbolá durante una huelga general nacional, grupos de suníes mostraron carteles de Saddam y corearon su nombre ante las cámaras de televisión.

Toda una curiosa contradicción: los suníes aliados de EEUU en el Líbano portaban pósteres de Saddam, un dictador que para derrocarlo EEUU había gastado millones de dólares y sacrificado miles de vidas. Pero era también una declaración de guerra. Saddam, después de todo, mató a cientos de miles de chiíes en Irak. Muchos chiíes libaneses tienen familiares en Irak, y las dos comunidades han mantenido fuertes vínculos durante siglos.

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