Quieren a Europa, pero Europa no les quiere

    • Los ucranios quieren entrar y los escoceses no quieren salir, pero la Unión Europea no está por la labor de nuevas modificaciones.
    • El mensaje de Bruselas es que la adhesión a Europa de una Escocia independiente tendrá que renegociarse y requerirá la aprobación de los 28 países comunitarios
Multitudinaria manifestación en Kiev contra la renuncia al acuerdo con la UE
Multitudinaria manifestación en Kiev contra la renuncia al acuerdo con la UE
Jesús Martín Tapias

Hace aproximadamente un año el euro se hundía y la Unión Europea se dividía entre partidarios y enemigos de la austeridad como receta para la recuperación económica. Cundía el "eurodesánimo" y algunos países recordaban con nostalgia la vieja moneda nacional, que les permitía solucionar sus problemas con una simple devaluación. Dura, pero habitualmente eficaz.

Tan cerca del abismo estábamos que sorprende enormemente que la Unión no solo haya recuperado el pulso, sino que incluso siga constituyendo un irresistible polo de atracción para otros países.
Pasión euronacionalista en Ucrania

Uno de ellos es Ucrania, muy similar a España en tamaño y población. Sus ciudadanos han dado rienda suelta a la pasión euronacionalista y exigen a sus dirigentes que acepten un acuerdo de asociación con la UE casi de manera incondicional.

A los ucranios que estos días desafían al frío y a las porras de la policía les anima la creencia de que Europa significa trabajo bien retribuido (allí el sueldo medio no llega a los 300 euros) y mucha más libertad de la que emana de la herencia soviética que perdura en sus instituciones.

Son ideas comprensibles, pero los árboles no les permiten ver el bosque. La aversión de muchos a Rusia, cuyo gas les convierte cada invierno en rehenes de Moscú, les conduce a olvidar que su renta per cápita es de 4.000 dólares, la mitad que la de Bulgaria o Rumanía, los países más pobres de la Unión, y muy alejada de los casi 30.000 de España.

En consonancia, la oferta de la Unión Europea se reduce a una ayuda financiera de 610 millones de Euros y la exigencia de llegar a un acuerdo con el FMI. El presidente Viktor Yanúkovich, curtido en la revolución Naranja de 2004, ha respondido a Bruselas que se sienten humillados. "Somos un país serio, europeo" ha dicho el dirigente ucranio invocando el mismo sentimiento europeísta. Pura euroesquizofrenia.
En Escocia, Europa como señuelo

En ese pequeño territorio, vinculado desde hace tres siglos a una gran nación comunitaria de la que algunos quieren apartarse, también se habla estos días de Europa. Y se hace en positivo. Su actual mandatario, el nacionalista Alex Salmond, ha prometido a los ciudadanos que una eventual independencia no les separará de Bruselas.

La traducción de este mensaje es que, a diez meses vista del referéndum (septiembre de 2014) y con las encuestas en contra, Salmond ha tenido que admitir dos realidades: que los escoceses siguen apegados a la moneda británica, la libra esterlina, y que valoran mucho la pertenencia a Europa.
La Unión Europea no está para aventuras

A los escoceses les encanta presumir de sus peculiaridades, pero además de pensar con el corazón están demostrando que también lo hacen con la cabeza. El mensaje de Bruselas es que la adhesión a Europa de una Escocia independiente tendrá que renegociarse y requerirá la aprobación de los 28 países comunitarios. Uno por uno. Y se arriesgan a encontrarse con algún veto, entre ellos el de España.

A Ucrania se lo ponen difícil para entrar, por mucho que se esfuercen sus ciudadanos, y a los escoceses les advierten del riesgo de quedarse fuera. Recién recuperada de sus males, la Unión Europea no está para aventuras y probablemente todo seguirá igual durante una larga temporada.

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