Susto o muerte

  • Desactivada la moción de censura contra Yolanda Barcina en Navarra, el PSOE sabe que debe asumir las consecuencias de un episodio que se le volvió en contra y le colocó en la disyuntiva diabólica de tener que elegir entre susto o muerte: dejar que siga el "desgobierno" o vincular sus siglas a Bildu.

Eva Santos

Madrid, 7 mar.- Desactivada la moción de censura contra Yolanda Barcina en Navarra, el PSOE sabe que debe asumir las consecuencias de un episodio que se le volvió en contra y le colocó en la disyuntiva diabólica de tener que elegir entre susto o muerte: dejar que siga el "desgobierno" o vincular sus siglas a Bildu.

El líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, que siempre se ha negado, incluso, a que le fotografiaran cerca de la izquierda abertzale, ha preferido sacrificar votos en Navarra a dejar que la campaña electoral para los próximos comicios europeos se viera condicionada por el reproche continuo de haber pactado con el "brazo político" de ETA.

Y más teniendo en cuenta que hay encuestas que pronostican que los socialistas pueden ganar esas elecciones, las primeras de ámbito nacional en las que podrían ponerse por delante del PP desde 2009. Y que en noviembre hay primarias socialistas.

Al elegir el mal menor, la dirección federal es consciente de que quienes salen más perjudicados son el PSN y su secretario general, Roberto Jiménez, porque había un sentir mayoritario entre los socialistas navarros a favor de desbancar a Barcina ante la situación de "desgobierno" que vive Navarra desde 2012.

Por eso, la orden expresa -y por escrito- de Ferraz de no promover la moción de censura ni apoyar la de ningún otro partido, aceptada a regañadientes por la Ejecutiva regional y el Comité regional del PSN, no ha sido bien entendida por buena parte de los socialistas en la comunidad foral.

Navarra es la comunidad donde proporcionalmente menos asentados están los socialistas, que llevan años viendo cómo se van evaporando sus apoyos electorales y para quienes esta última crisis podría suponer la puntilla.

Sin embargo, los votos que hipotéticamente dejarán de recibir desde Navarra a raíz de ello son pocos comparados con los que en Ferraz calculan que se habrían perdido en el conjunto del país de haber prosperado la moción de censura con el respaldo de Bildu.

Quizás Roberto Jiménez, que hoy ha viajado a Madrid para dar cuenta de lo ocurrido, sea el que vaya a pagar un precio más elevado por los avatares de estas semanas, que han eclipsado casi desde el minuto uno la supuesta corrupción que se pretendía combatir.

Jiménez, quien en su día se decantó por Carme Chacón y no por Rubalcaba en su disputa por la Secretaría General del PSOE, se negó anoche a dimitir ante los compañeros que se lo pidieron en el Comité Regional, reunido durante casi cuatro horas en Pamplona.

Hoy se ha ratificado en su decisión y, aunque ha reconocido que en algunos momentos ha llegado a plantearse la dimisión, ha argumentado que no lo ha hecho porque sería "kafkiano" que fueran los socialistas los que acabaran pagando el desgobierno de Navarra.

Pero no todos lo tienen tan claro ni en el PSOE ni en el PSN y no faltan quienes le ven muy debilitado.

Sus críticos le acusan de no haber sabido manejar los tiempos, de no haber analizado las consecuencias y de precipitarse al anunciar un ultimátum a Barcina antes de que se aprobara la creación de la comisión de investigación sobre las acusaciones de corrupción que se habían vertido sobre la vicepresidenta y consejera de Hacienda.

Rubalcaba ha conseguido taponar otra vía de agua en su partido, la enésima que se abre en los últimos dos años, y que llegaba ahora en un momento especialmente inoportuno para un PSOE que se ve saliendo de la amarga travesía del desierto.

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