Un paraíso verde en Australia donde están prohibidos perros y gatos

  • Esta aldea se concibió hace 15 años como una idea visionaria de comunidad a la vez que de sostenibilidad medioambiental.

Son las seis de la mañana. Suena el despertador. La pareja Miller se levanta para ducharse con el agua de la lluvia de estos días que se ha almacenado en unos tanques situados en la parte de atrás de la casa. La temperatura del agua es correcta porque se ha calentado con energía solar y se ha mantenido en un acumulador. Wendy va a la cocina a preparar el desayuno: varias piezas de fruta recogidas de los árboles que rodean la casa, aunque hoy es especial porque ha recogido la primera piña después de una espera casi interminable de dos años.

Mientras tanto su marido Ray hace unas llamadas con el teléfono que utiliza la corriente de electricidad que le proporciona unas baterías cargadas con los paneles solares que tiene instalados en el jardín. El olor a café le lleva a la cocina, pero antes de sentarse a la mesa, revisa con satisfacción a través de un monitor lleno de gráficos que ayer su casa produjo más energía de la que consumió

Día a día

Esto no es un guión de una película de ciencia ficción, sino una parte del día a día de esta pareja que vive en una aldea ecológica en el Valle de Currumbin, en el Estado australiano de Queensland, donde los perros y los gatos están prohibidos para proteger la fauna y flora local.

“Los perros atacan a los canguros que viven en este paraíso, mientras que el objetivo de los gatos son los pájaros y lagartijas autóctonas”, explica seriamente Ray, que lleva años trabajando como consultor de eficiencia energética, mientras que su mujer  Wendy es una investigadora de sostenibilidad energética de la Universidad de Queensland.

Ambos afirman sentirse muy afortunados por conseguir hacer realidad uno de sus sueños tanto profesionales como personales: construir una casa bajo normas de eficiencia energética que les permite disfrutar en directo del medioambiente. “El techo funciona como aislante térmico debido a los materiales que lo componen. Cuando llueve es muy ruidoso y las primeras veces que lo escuchas es molesto. Sin embargo, nos permite estar en conexión con la naturaleza”, detalla este amente por la naturaleza.

Por el momento son 50 vecinos que viven en este valle, cuyas dimensiones son las de 20 campos de fútbol, para combatir las tristes estadísticas que incluyen a Australia como uno de los cinco países del mundo más contaminante, teniendo en cuenta las emisiones de dióxido de carbono por persona. En este sentido, según los últimos datos publicados por la Agencia Internacional de la Energía (IEA) que datan de 2008, Australia contaminaba más por persona que Estados Unidos, la primera potencia mundial con 310 millones de habitantes, mientras que el país austral cuenta con 22 millones de habitantes. ¿El motivo? El 80 por ciento de la electricidad que se consume en Australia procede de centrales que se alimentan del carbón, uno de los recursos fósiles más contaminantes y que abunda en Queensland.

Vida en comunidad

No solo la lucha por cambiar esas cifras es el atractivo de este paraíso verde, también su concepto de comunidad atrae a sus actuales y futuros habitantes. Este es el caso de Tom y Jane Kerr. Su fuente de inspiración vino de Nepal en un viaje que hicieron este doctor escocés y profesora australiana. Allí un hombre les habló de la idea de comunidad que reina en esta aldea. “Al volver a Australia, vimos un anuncio de este proyecto inmobiliario y no dudamos en ponernos en contacto con la inmobiliaria”, indica Jane, quien señala que tanto ella como su marido han crecido en el campo y querían repetir esta experiencia. No obstante, lo que buscaban era una forma de vida que les permitiera compartir las actividades cotidianas con sus vecinos. Esa misma sensación Adam y Jenny Leishman buscaban. “Queríamos vivir en una comunidad sin tener que dejarnos el pelo largo, ni aislarnos de la vida real como en los años 70”, indican estos padres de familia.

Para facilitar esa unión entre vecinos, Kerry Shepherd y Chris Walton, los fundadores de este proyecto inmobiliario que se sitúa en lo que era una granja, decidieron crear un centro comunitario que hiciera a cada vecino partícipe de todas las decisiones de la aldea y donde se desarrollaran actividades. Si acudes a este lugar puedes disfrutar desde una charla sobre serpientes, clases de yoga o de jardinería hasta cocinar juntos comida orgánica o dar un paseo. “La disposición de las casas también persigue una mejor comunicación entre la comunidad”, explica Ray mientras camina alrededor de su casa donde no hay ninguna valla para separarla de las viviendas del resto de sus vecinos.

Sin facturas

Mandy Johnson, que lleva dos años viviendo en la aldea, destaca la gran vida social que hay entorno al centro, así como la idea de vivir sin aire acondicionado en un sitio donde está prohibido y en verano hace 34 grados y un 90 por ciento de humedad. “Antes vivíamos en una casa de tres plantas con nueve aparatos de aire acondicionado”, indica esta vecina sonriente. ¿Cómo pueden soportarlo ahora? La respuesta está en los muros que tienen la mayoría de las viviendas y que están fabricados con materiales especiales que permiten controlar la temperatura. Absorben la humedad  en verano y mantienen el calor en invierno convirtiéndose en el corazón de la residencia.

Otra de las ventajas de esta mini ciudad verde es que no hay factura de agua, ya que se autoabastece aprovechándose de las lluvias y el agua consumida se recicla a través de una depuradora de la propia comunidad. Sascha Valewink no duda en destacar el hecho de que siempre puede regar su jardín sin sufrir las restricciones de consumo de agua que se han convertido en el pan de cada día de esta parte del país cuando el verano es muy seco.

Aunque esta aldea se concibió hace 15 años como una idea visionaria de comunidad a la vez que de sostenibilidad medioambiental, sus fundadores creen que esa originalidad se perderá en las próximas décadas, ya que la eficiencia energética se convertirá en una obligación y no en una alternativa para combatir el cambio climático.

 

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