¿Una pandemia previsible?

"Wet markets" chinos, los mercados de animales salvajes que infectaron al globo

"Wet markets" chinos, los mercados de animales salvajes que infectaron al mundo. / EFE
"Wet markets" chinos, los mercados de animales salvajes que infectaron al mundo. / EFE

Impulsados por el estatus y por la extraña medicina tradicional china, aún existen en el gigante asiático muchos “wet markets”, o mercados de animales salvajes sin control sanitario donde se vende carne de pangolines, señalados como punto de partida del coronavirus. Son los puntos de venta minoristas de productos frescos y sobre todo carne en las ciudades chinas que Zhenzhong Si, doctor por la Universidad por Waterloo y especialista en la cadena alimentaria del país, ha estudiado en su libro 'Organic food and farming' (Alimentos orgánicos y agricultura).

“En muchos de estos ‘wet markets’ hay animales vivos”, afirmaba Zhenzhong en una entrevista con la radio pública de EEUU (NPR). Después del brote de SARS de 2003, se aplicaron algunas medidas enérgicas contra la venta de aves de corral vivas, como pollos y patos “pero aún puedes encontrarlos en algunos de ellos. Como el de Wuhan”, aclaraba. Zhenzhong añadía que, aparte de pollos y patos, se ven más de 50 especies de animales salvajes como “erizos y pavos reales y conejos salvajes y serpientes, ciervos; cocodrilos también”. Que se les llame animales salvajes no significa que se les cazó en plena naturaleza, pues muchos de ellos se crían en granjas especiales. “Es comida exótica que no se encuentra habitualmente”, decía el doctor.

Para los chinos, comer animales salvajes es algo más que una costumbre: es una demostración de estatus social. “Se considera un símbolo de riqueza porque son más raros y caros. Y los animales salvajes también se consideran más naturales y, por lo tanto, nutritivos, en comparación con la carne de granja”, añadía Zhenzhong.

Parte de este rito social procede de la medicina tradicional china, que sostiene que la práctica puede estimular el sistema inmunológico. Un reportaje de la web RadIIChina lanzaba algo de luz sobre esta conexión entre los pangolines y la medicina tradicional. “La especie está en peligro y protegida en China, aunque el uso de sus escamas en la medicina tradicional ha llevado a un mercado negro alimentado por la caza furtiva. Si se confirma la conexión, significaría que la nueva enfermedad saltó de un mamífero salvaje a los humanos, y no de un animal de granja”, sostenía una información firmada por Matthew Bossons.

Un artículo científico publicado el 26 de marzo por Nature insistía en le tesis de que los pangolines malayos parecían ser el origen de los coronavirus. Algunos de estos pangolines fueron capturados en una operación contra el tráfico ilegal de animales salvajes en el sur de China. La secuenciación del genoma indicaba que tenía muchos parecidos con el genoma del SARS Cov-2, o Covid-19, el actual coronavirus que ha desatado la pandemia. Los científicos proponen que los pangolines “sean eliminados de los ‘wet markets’ para prevenir las transmisiones zoonóticas”.

En sus investigaciones, de Zhenzhong reconoce que es muy difícil apartar a los chinos de estas poco saludables costumbres de comer animales salvajes. Es más, las autoridades municipales están promoviendo estos insalubres mercados de animales vivos “porque es una fuente muy importante de productos frescos y carnes para la mayoría de los residentes urbanos. También es parte del estilo de vida urbano”.

Muchos chinos, según Zhenzhong, argumentan que estos mercados proporcionan un espacio para la socialización, “para que las personas hablen con los demás. Y mucha gente disfruta comprando en mercados de animales salvajes en comparación con los supermercados”. Pero fue de uno de estos mercados en Wuhan de donde partió la pandemia del Covid-19, que ya afecta a más de 70 países y está paralizando la economía mundial a unos niveles que ni siquiera se conocieron cuando estallaron las guerras mundiales.

La Organización Mundial de la Salud recibió la primera noticia de autoridades chinas de un brote de coronavirus el 31 de diciembre de 2019. Por eso se le adjudicó el nombre de Covid-19. El brote emergió en la provincia china de Wuhan, aunque la OMS ha evitado calificarlo como “virus chino” y tampoco reconoce exactamente cómo se pudo originar el virus.

Todas las evidencias apuntan, sin embargo, a los mercados de animales de China. No solo se trata de la ingestión de animales, que son despiezados al sol en esos mercados, sino que, como recordaba un reportaje de 'National Review', “muchos son bastante insalubres, con sangre, entrañas, excrementos y otros desechos que crean las condiciones para la enfermedad que migra de los animales a las personas a través de virus, bacterias y otras formas de transmisión”. El proceso se denomina técnicamente "enfermedades zoonóticas".

Aunque se conocían otras gripes causadas por coronavirus, como el SARS de 2002 -originado en China y que según la OMS pudo pasar de murciélagos a civetas y gatos y de ahí a humanos- o el MERS -en camellos de Arabia Saudí en 2012-, los científicos apuntan a que en este caso podrían haber sido murciélagos y pangolines. Los expertos descubrieron que la estructura de este Covid-19 difería sustancialmente de las de los coronavirus ya conocidos. “En su mayoría se parecía a los virus que se encuentran en los murciélagos y los pangolines”, afirmaba un artículo de la revista 'Nature Medicine'.

De modo que conociendo lo poco salubres que son sus mercados, el hábito de comer animales salvajes y teniendo la certeza de que los coronavirus pueden habitar en dichos animales, puede acusarse a China de incompetencia por no haber previsto esta pandemia. Un artículo de la revista 'Foreign Affairs' lo resumía así en un duro titular: “Cómo la incompetencia china ha puesto el mundo en peligro”. La revista recordaba cómo las autoridades chinas trataron de camuflar el impacto del brote desde el principio, dando cifras de infectados que no se correspondían con la realidad.

¿Podría haber pasado algo así en Europa? El Reglamento (CE) Número 853/2004 establece “normas específicas de higiene para alimentos de origen animal y para los operadores de empresas alimentarias”. Eso abarca productos transformados y sin transformar de origen animal de los siguientes sectores principales: de la carne, del marisco, del pescado y de la leche.

En el sector cárnico, estas normas abarcan, “mataderos, despiece y deshuesado, marcado sanitario, así como almacenamiento, transporte y maduración. Para la carne de caza silvestre, los cazadores deberán recibir formación en materia de sanidad e higiene”.

En el caso de la caza de animales silvestres, a los operadores se les exige instalaciones que estén en condiciones óptimas de limpieza. Además, en el apartado II sobre medidas de higiene, se extreman las exigencias zoosanitarias, pues el reglamento especifica en el punto ‘e’ que los operadores de empresas alimentarias “impedirán la introducción y difusión de enfermedades contagiosas transmisibles al ser humano a través de los alimentos, incluso mediante la adopción de medidas preventivas al introducir nuevos animales, y la comunicación a las autoridades competentes de las sospechas de focos de dichas enfermedades”.

Y, por otro lado, el punto ‘f’ afirma que los operadores alimentarios “tendrán en cuenta los resultados de todos los análisis pertinentes efectuados en muestras tomadas de animales u otras muestras que tengan importancia para la salud humana”.

A mediados de los 90 del siglo pasado se detectaron en Reino Unido vacas que podían estar padeciendo la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, o "síndrome de las vacas locas". Desde entonces y hasta 2018, solo se detectaron 218 casos en humanos. Pero en los diez primeros años se sacrificaron entre 2 y 4 millones de vacas en Reino Unido, origen de la enfermedad.

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