OPINION

El reivindicativo tono de Belén Esteban recogiendo el Premio Iris y lo que retrata de la tele de hoy

Belén Esteban
Belén Esteban

El premio Iris 2019 de la crítica ha sido ex aequo para 'Cuéntame' y 'Sálvame'. Por primera vez, Belén Esteban, en representación de su programa, acudía a recoger un premio de la Academia de las Artes de la Televisión y el Audiovisual.

Pero 'Sálvame' no sorprendió y optó por utilizar un reivindicativo tono que incorporó a un agradecimiento en formato de discurso, escrito y todo. Como si estuvieran en el 'púlpito' de su programa. En eso fueron honestos con su modus operandi habitual. Incluso previsibles. Pero, como consecuencia, dio la sensación de que, encima que les daban un galardón, estaban soberbios cuando lo recogieron. El agradecimiento sonó a reproche. En su derecho están, pero cayeron antipáticos a la audiencia. Y ahí va el aprendizaje: la intensidad melodramática que funciona en tu contexto de formato televisivo no tiene que encajar igual con otro tipo de programas o galas, por muy rollo que sean. 

Belén Esteban hubiera brillado más abrazando el premio Iris sin ningún guion, dejándose llevar por esa espontaneidad que atesora y que le ha convertido en el personaje televisivo tan querido y relevante que es. Pero no fue así. Se eligió el camino de una lectura dramatizada que reivindicaba desde un populismo tosco esa televisión popular que dicen que hacen y que dicen que jamás se premia. Aunque justamente estaba siendo premiada. 

"Han tenido que pasar 11 años para que la Academia de la Televisión nos reconozca algún mérito", decía Estaban con una entonación que sonaba a pataleta, quizá por los nervios. "Por fin se premia a la televisión popular, la que entretiene a la mayoría de la gente y ayuda a relativizar los problemas", remató. Todo sonaba a cierta victimización. Y encima no es del todo cierto. Hace una década, Jorge Javier Vázquez se llevó un preciado Ondas, el premio más reputado y disputado del sector, justamente cuando empezaba a nacer 'Sálvame'. Se lo concedieron por su arte de capitanear este género televisivo con ese humor que sí lo relativiza todo y que era lo revolucionario en las tardes de Telecinco.

Humor que 'Sálvame' está perdiendo, tal vez sin percatarse de ello. De hecho, pinta que están cayendo en la trampa de pensar que el infalible golpe de efecto televisivo siempre es la confrontación. Aunque sea confrontación disfrazada de reivindicación de sí mismos. Es el precedente que está dejando, ahora, la evolución de 'Sálvame' y que influye en las nuevas generaciones de profesionales televisivos que se crían con este tipo de programas. La generación televisiva educada con 'Sálvame' piensa que la fórmula para asombrar, destacar y llamar la atención creativamente es el énfasis en el reproche. Y no. Eso funciona, tal vez, dentro del propio 'Sálvame' como formato pero en una recogida de premios, como la de estos Iris, convirtió un instante que podía ser el repunte de interés de la velada en una aparición rígida y predecible.

La televisión popular ha sido ampliamente premiada en la historia de los premios mediáticos en televisión. De hecho, estatuillas como los TP premiaban más lo popular que lo minoritario. Y normalmente, como creadores televisivos, se iba acompañado a los agradecimientos en las galas de estas dotes para la inventiva que pillaban de improvisto al espectador y propiciaban que no se hablara de otra cosa al día siguiente. Cuando 'Crónicas Marcianas' se llevó un Ondas, en su edad de oro de  audiencias y polémicas -de las que sigue la estela 'Sálvame'-, el imaginativo Javier Sardá no fue a recogerlo -pues debía hacer el programa en directo- y decidió, en su lugar, mandar a Rosario Pardo caracterizada de Rocío Jurado. Así el agradecimiento fue hilarante, pues imitaba a la más grande. De esta forma, trasformaron este instante de decir "gracias" en un delirante gag para la posteridad. Eso sí que es televisión, salirte de lo previsible con ingenio.

Esta recogida de premio define en lo que evoluciona 'Sálvame' y hacia donde, a veces, parece que va la sociedad en diversos ámbitos, también en la política: la pataleta gana a la imaginación. Nos han dicho que tenemos que reivindicarnos, pero nos han dicho poco que la reivindicación es útil solo desde la argumentación sosegada, constructiva, contrastada y creativa. No desde el populismo extremo.

Y tenemos un problema si se confunde golpe de efecto televisivo con la previsibilidad del reproche impostado. Desde la espontaneidad del humor y de la propia espontaneidad de Belén Esteban hubiera calado mejor cualquier mensaje reivindicativo que pretendiera lanzar el programa. Un show que ha revolucionado las tardes de Telecinco por su descolocante chute de adrenalina y que, en cambio, en los Premios Iris ha caído en el cliché evidente de lo que esperaban los propios académicos.

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