OPINION

La decepción de la segunda temporada de 'Big Little Lies': el peligro de alargar series perfectas

HBO BIG LITTLE LIES
HBO BIG LITTLE LIES

Parece el sino de nuestro tiempo. Hoy, más que nunca, no existen los finales cerrados. Todo es estirable hasta el infinito si el público lo demanda... o si un número considerable de tuits lo piden. El público devora series y películas en cuanto se estrenan, en sus móviles, en sus tablets, mientras van en metro o en un bus. Y luego exigen más de aquello que les gusta. Lo quieren y lo quieren ya. Así que las plataformas ponen en marcha su maquinaria para traer continuaciones lo antes posible, no vaya a ser que ese público se olvide de esa serie de la que ahora es tan fan.

En este panorama de ansiedad y prisas, lo complicado es mantener el listón, sobre todo cuando la continuación de una serie no es orgánica, sino necesariamente forzada. Ha ocurrido con 'Big little lies', la serie revelación de 2017 en HBO. Producida y protagonizada por Nicole Kidman y Reese Witherspoon, llegó sin hacer mucho ruido y enseguida generó conversación y boca a boca. Fueron siete capítulos que adaptaban la novela homónima de Liane Moriarty. Y resultó un gran éxito de público y también de crítica y premios. 8 Emmys sin ir más lejos, incluido el premio gordo, el de mejor miniserie del año. Porque eso es lo que era: una miniserie (o limitada, como la llaman los americanos) basada en una novela que cuenta una historia cerrada, con un final estupendo además.

Centrada en las vicisitudes de cinco mujeres de la lujosa zona californiana de Monterrey con un misterioso asesinato como eje de la historia, la primera temporada de 'Big little lies' terminó satisfaciendo todas las curiosidades de su audiencia y concluyó con una secuencia que el mundo aplaudió por ser ejemplo nítido de sororidad femenina. Pero, claro, el enorme éxito de la serie pronto desató los rumores: las actrices dejaban caer sus ganas de segunda temporada, HBO no lo negaba y el público, que tanto se había encariñado con los personajes, se subía al carro de pedir más, hasta sabiendo que el final que nos habían regalado era redondísimo.

Pero, ¿qué contaría una segunda temporada si la novela ya estaba finiquitada? De pronto, la autora del libro se sacó de la manga una sinopsis de una posible continuación y se comenzaron a juntar las piezas. David E. Kelley, artífice de los guiones de la temporada uno, escribiría nuevos capítulos a partir de la sinopsis de Moriarty y además se anunció un fichaje estelar, casi el más estelar posible: el de Meryl Streep, que interpretaría a la suegra del personaje de Nicole Kidman. Así, todo volvía a tener una pinta inmejorable Y la producción se puso en marcha para llegar a tiempo al verano de 2019.

¿Qué podía salir mal? Pues lo lógico. La segunda temporada de 'Big little lies' ha llegado para demostrar que a veces, como espectadores, no tenemos derecho a saber qué pasa al día siguiente de un final perfecto. Porque lo más probable es que sea decepcionante. Tras la estructura férrea y el ritmo preciso que tenía la primera temporada, la segunda es pura dispersión, con unas tramas que no han estado a la altura de los personajes (muy dolorosa la pérdida de fuerza que sufre Witherspoon, por ejemplo), un montaje a ratos desconcertante y una Meryl Streep defendiendo con su innegable brillantez un papel de villana muy desagradecido, capaz incluso de diluir por momentos el discurso feminista de la serie.

Y, al final, un desenlace efectista, que al parecer pretende ser (ahora sí) definitivo pero para el que esta segunda temporada en realidad no nos ha preparado. Por eso ha pecado de inverosímil y un tanto postizo, como todo lo anterior. Sin hablar de los problemas internos que se han destapado recientemente, con productores quitando poder autoral a la directora Andrea Arnold, remontando los capítulos y cargándose secuencias por doquier (¡la del helado!). Paradójico: hombres anulando a una mujer precisamente en esta serie.

Obviamente, las protagonistas de 'Big little lies' son capaces de ensalzar cualquier material de base pero la sensación que deja esta segunda temporada es la de que nos gustaría volver al final de la primera y que nada de esto haya ocurrido. Tres cuartos de lo mismo está ocurriendo con 'El cuento de la criada', producción de Hulu que aquí nos llega también en HBO. El caso es muy similar: la primera temporada se basó igualmente en una novela, de Margaret Atwood, cuyas páginas se agotaron en esa tanda de episodios. Tras el éxito y los premios, lo que ha venido después, la segunda y la tercera temporada que está en emisión, son, por tanto, una invención de los guionistas. Pero resulta que estos están demostrando que no saben qué contar más allá de la novela y por eso la serie ha caído en un bucle constante y aburrido, en una redundancia en la que la historia ni su protagonista avanzan.

Parece que la conclusión es que debemos tener cuidado con lo que deseamos como espectadores. Porque igual nos dan lo que pedimos y resulta que nos arrepentimos de haberlo demandado. O quizás lo que hay que hacer es apelar siempre a la sensatez de los creadores, que deberían ser los principales interesados en cuidar sus historias y en saber cuándo se pueden estirar y cuándo ni todo el éxito del mundo justifica que se escriba una página más de un relato que ya se ha contado completo.

Mostrar comentarios