OPINION

La ruleta de la suerte: razones que evidencian que es un formato que vive en el pasado

Noemí Galera y los finalistas de OT 2017
Noemí Galera y los finalistas de OT 2017
La Ruleta de la Suerte, azafata
Imagen característica de 'La Ruleta de la Suerte'

La Ruleta de la Suerte es un éxito para Antena 3. Su ubicación a la hora de la comida y su sencilla dinámica, que permite que sea muy fácil jugar desde casa, propicia que el veterano concurso siga congregando competitivas audiencias. Y eso que, a simple vista, el programa parece un show desfasado, pues reúne clichés de una televisión demodé. Pero igual es que no hemos evolucionado tanto como creemos.

1. La azafata

Ya no hace falta girar las casillas del panel que esconde las letras de La Ruleta de la Suerte, ya que hay una pantalla en la que las vocales y las consonantes aparecen digitalmente. Sin embargo, continúa existiendo la figura de la azafata cuya labor es pasearse por el panel como puramente florero. Ella, Laura Moure, podría ejercer de copresentadora junto a Jorge Fernández, pero, en realidad, su presencia no deja de ser un mero elemento decorativo que evidencia la vestimenta: siempre enseñando larga pierna, ya sea con falda (corta) o pantaloncito (corto).

Vestimenta de otra época para una chica que se contonea o baila para amenizar la vista del personal. ¿Por qué no se viste a la azafata como viste la gente de hoy, con sus vaqueros? ¿Por qué no hay azafato? ¿Por qué directamente no se elimina este papel si ya nadie tiene que girar las casillas del panel? Muy fácil, porque la función de la azafata de La Ruleta sigue siendo meramente ornamental y, de ahí, su look desconectado de la realidad social de 2018.

2. El público gritón

El público de La Ruleta de la Suerte está amaestrado para hacer ruido. Que la fiesta no decaiga nunca. Tienen hasta panderetas, para que suene más a charanga todo y para impedir que nadie empiece la siesta antes de tiempo. "A por el bote, oé", cantan. Y si hay un segundo de silencio en plató, rápidamente algún regidor arranca un cántico, aunque no venga a cuento. Por ejemplo, "estaba el señor don gato, sentadito en su tejado, maramamiau, miau, miau". Como cuando íbamos de excursión en la escuela...

3. Música de orquesta

Tampoco falta la orquesta. El programa rescató a Joaquín Padilla, líder de Iguana Tango, para amenizar con su banda el concurso con un sonido verbenero que recuerda a los programas de los primeros años de Antena 3, que se realizaban en ese mismo estudio 1 de San Sebastián de los Reyes. Suele haber un par de momentos musicales en cada programa, canciones relacionadas con algún panel y que Jorge, los concursantes y la azafata bailan con más o menos chispa, desgana o sentido del ridículo. Y el bailoteo se suele hacer muy largo.

4. Las respuestas de los paneles

El mecanismo de la ruleta sigue intacto: premios y bancarrotas en placas de cartón que se colocan en el aparato giratorio. Pero tampoco han cambiado mucho las pruebas. Lo que esconden los paneles son frases hechas, refranes, estereotipos o curiosidades muy conservadoras e intercambiables de un año a otro. Hasta podrían ser los mismos paneles que en los noventa. De hecho, quizás lo sean.

La Ruleta de la Suerte, basado en un formato estrenado en 1976 en Estados Unidos, podría repetir un programa de hace años y pocos notarían la diferencia más allá de la textura en HD de hoy en día. El formato es demasiado atemporal, sin que esto sea en este caso una virtud. Es un éxito, sí, que funciona con ingredientes sin fecha de caducidad: una dinámica en la que la suerte es el motor de la "tensión", unas pruebas muy poco complicadas (excepto el panel final, eso sí, siempre concebido para que nadie gane el coche) y unos concursantes que podrían ser del mismo barrio que cualquier espectador medio. Pero el programa bien podía haberse esforzado un pelín por crecer más allá de la inercia de su fórmula, resultar más vigente y atraer más público. Sólo tendría que instalarse en su tiempo, un tiempo en el que ya no hacen falta faldas cortas ni panderetas para llamar la atención del espectador. No pares, sigue, sigue. Oé.

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