ANÁLISIS TRASNOCHADO

Oscars 2021: aciertos y errores televisivos de una oportunidad perdida para reinventar las galas de premios

Una gala bien aburrida.

Regina king, primera de las presentadoras de los Oscars 2021
Regina king, primera de las presentadoras de los Oscars 2021
Oscars

Los norteamericanos inventaron las galas de los Oscars hace 93 años con la astucia de organizar un acontecimiento anual espectacular que, además del entretenimiento de celebrar, servía para divulgar el cine a través de la proyección de un glamour aspiracional. Pero este año no había demasiado margen para la fiesta a lo grande. Así que parecía que la Academia de Hollywood iba a aprovechar con destreza las debilidades de esta contenida edición para hacer la necesaria reinvención de un show que está perdiendo, paulatinamente, interés en audiencias. 

El primer acierto de los Oscars 2021 ha estado en que si por seguridad sanitaria no puedes llenar el patio de butacas de un gran auditorio como el Dolby Theatre, lo mejor es deconstruir todo el concepto escénico. Así la ceremonia ha pasado a realizarse en una estación de tren de Los Ángeles, en la que se han rodado numerosas películas y series. 'Blade Runner', por ejemplo. En esta Union Station, con cierto olor al cine clásico del que viene la emblemática elegancia de Hollywood, se ha adaptado una sala con grandes ventanales. Allí se han plantado mesitas con lámparas en las que se han sentado los nominados. Frente a ellos, un pequeño escenario central donde recoger los galardones. Muy al estilo de nuestro Florida Park. Pero sin alharacas. Y sin posibilidad de grandes números musicales, que no tienen que ser necesarios. 

Sin número efectista de arranque, la gala ha empezado con un plano secuencia que seguía a la primera presentadora de la noche, Regina King, en su recorrido por la estación hasta el lugar de la ceremonia. Sobre esta calculada imagen en movimiento se sobreimpresionaban los rótulos del show con unas tipografías bien coloristas para, también, marcar la diferencia con otros años y otorgar cierta vitalidad a la cita. Lo que remite al tono del magacín norteamericano de los noventa. De hecho, en general, la ceremonia ha remitido por momentos a un magacín de tarde. 

Ya que no se puede producir un show gigante, pues se ha decidido el camino del casi programa de testimonios en el que los propios presentadores van contextualizando la vida de los nominados. Casi como hacía Isabel Gemio al explicar las vicisitudes de los protagonistas que acudían a recibir la sorpresa de 'Tengo una carta para ti'. Aquí la sorpresa, un Oscar. De esta forma, la emisión ha intentado abreviar e intentar no quitar el foco del nervio de las mesitas de la sala. Como si existiera cierto miedo, que existe, a que los vídeos del metraje de las películas propicien un descenso (mayor) de la audiencia del formato. Como consecuencia, no se han visto en todas las categorías imágenes del cine del año. Raro y errático. Sin esas contextualizadoras imágenes se entiende peor qué se premia. 

Un formato que también ha huido de las conexiones por videollamada. Los Oscar han aprendido de los últimos Globos de Oro: a su "antesala" se le atribuyó un mal rendimiento por tanta conexión con casas ajenas. Se perdía el glamour de ver los vestidos, de ver las alfombras (rojas). La audiencia cayó en picado. Los Oscar 2021, en cambio, han zanjado la percepción de noche de webcams que remiten a una reunión con tu jefe y se han vestido del encanto de una bonita estación de tren en la que no hay mascarillas. Aunque conectando con el tradicional Dolby Theatre y otros lugares. Pero todo ha sido demasiado protocolario y poco ameno para la televisión. 

Ha faltado jugar más con ese patio de mesas con nominados que eran los grandes protagonistas del show. Ya puestos podían haber puesto a Oprah Winfrey, ella hubiera hecho un programa de testimonios de verdad. No un programa descafeinado sin un formato definido en un año en la que la popularidad de las cintas no ha sido tan fuerte por motivos obvios. Con estrenos parados, cines cerrados, con la liturgia del marketing de las premieres mermada. 

Los Oscars 2021 no han logrado ejercer su revolución. Han mejorado en diversidad, pero no en escaleta televisiva. Y eso no es culpa de la pandemia, el problema ya viene de antes: las galas de los Oscar están peor tejidas televisivamente que antaño para atraer. En esta edición, la tendencia no ha variado a pesar del cambio de escenario y la simplificación del show en un agradecimiento constante de los nominados. Pero ha faltado un concepto real que uniera el ir y venir de premios y "gracias". No han existido giros de guion. No han pasado (grandes) cosas, como mucho un 'perreo' de Glenn Close. Las galas que enganchan deben tener una trama transversal con un diseño de puntos de inflexión que motivan el interés hacia algún lugar. Aunque no hayas visto las películas. O el público se esfuma. De ahí que siempre, por ejemplo, se incorporara un golpe de efecto central. Justo cuando la retención del público más se desinfla. Véase el famoso selfie de Ellen DeGeneres. No ha sucedido esta noche. La contención del tiempo que vivimos no es excusa. Porque, que nadie se confunda, la contención no es sinónimo de aburrimiento. 

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