OPINION

Cómo escapar a la neurosis

Por mucho que los consultores nos hablen de team building, de participación, de asumir los objetivos de la empresa a todos los niveles, de extender la filosofía de una marca, al final hay algo en el mundo laboral que chirría y que no tiene que ver necesariamente con el dinero. El trabajo produce estrés, angustia, preocupación, insomnio, todo eso que los psicólogos llaman neurosis, una enfermedad típica de las sociedades industrializadas donde el tiempo está medido con máquinas, la productividad se mide por objetivos y cada pieza deber costar menos de lo que es capaz de producir.

Por eso, nos pasamos el día sacrificando nuestras existencias al puesto de trabajo. Dicho así, parece la típica definición de los artículos escritos por los intelectuales a principios del siglo pasado, pero guste o no, y aunque suene a rancio, es algo que no se ha resuelto.

Para empezar, el roce humano con otros individuos es una de las actitudes que más nos desgastan diariamente: el jefe mandón, el compañero que critica, la presión del microcosmos de la oficina o el taller, los desafíos para los creemos no estar preparados o el no haber encajado en un grupo humano… Todo ello nos causa una profunda neurosis. Y siempre echamos la culpa a los otros, sin saber si realmente nosotros somos algunos de esos protagonistas cuando hacemos de jefes o de compañeros.

En cualquier caso, la consecuencia de la tensión psicológica en el trabajo y del sacrificio permanente de los trabajadores se resume en unas frases que todo el mundo pronuncia a lo largo de sus cuarenta o cincuenta años de vida laboral: “estoy muy liado” y “no tengo tiempo”.

No hay tiempo para visitar a un anciano padre, a comer con la solitaria madre, a desayunar con los hijos o a visitar una exposición con un buen amigo. Decir no tengo tiempo y estoy muy liado siempre es una cuestión de prestigio en un país como España donde se valora tanto la apariencia. Esa persona es imprescindible para el Producto Interior Bruto, pensamos todos.

Pero sucede es que, cuando uno ve, semana tras semana, el resultado de ese empeño tan trascendental se queda en Producto Bruto. Porque si el resultado de esa tarea tan absorbente fuera la Capilla Sixtina, El Quijote o la conquista de América, uno acabaría entendiendo la falta de tiempo y el exceso de trabajo. Pero, he descubierto que en la mayor parte de los casos, dan ganas de decir: “¿Y esto es lo que has hecho en todo ese tiempo?”. Yo mismo me he aplicado esa conclusión cuando, tras unas jornadas exhaustivas de “estoy muy liado” y “no tengo tiempo” he contemplado un resultado tan vulgar como una tuerca.

Como algo en nuestro interior nos dice que lo estamos haciendo mal, tratamos de encontrar una compensación espiritual que nos ayude a seguir haciendo lo mismo, en lugar de plantearnos si debemos seguir haciendo lo mismo. Para soportar esa rutina, que desde luego será larga, adoptamos una actitud estoica ante el trabajo como Atlas asumió la carga de la esfera terrestre, hasta que llega el día de la jubilación y lanzamos el despertador por la ventana.

¿Cómo resolvemos ese enigma de dos cabezas mientras tanto?

Yoga, budismo zen, tai chi, pilates, meditación trascendental o simplemente ir a psicólogo. En el mundo de la empresa, mucha gente vive una doble existencia: por un lado, el trabajo; y por otro, el sí mismo.

Algunos lo llaman escapar pero en realidad es una búsqueda. Buscamos la compensación a tanta angustia a través de filosofías orientales, clases de meditación, ir al gimnasio o un simple paseo por el parque. O hacemos eso, o nos veremos en medio de una explosión inexplicable de cólera o un ataque de pánico.

A muchos les parecerá una pérdida de tiempo pero en realidad todas esas ocupaciones extra laborales significan la búsqueda del tiempo personal. El psicólogo Eugene Pascal afirmaba que en las empresas japonesas, los trabajadores tienen diez minutos diarios de concentración y de evasión. Es un momento de meditación. En realidad, no difiere en nada de la vieja meditación occidental que uno practicaba en las iglesias, en las bibliotecas o en las montañas. Pero es el alimento necesario para lograr ese equilibrio interior entre lo que nos exige el trabajo, y lo que nos exige la vida personal.

De modo que la promesa de este año nuevo tiene que ser la búsqueda de ese equilibrio a cualquier precio. Amigo, búscate a ti mismo. En tiempos de crisis, es tu mejor regalo de Reyes.

Mostrar comentarios