OPINION

'Jo sí tinc port' a los que hacen política con el terrorismo

Atentado Barcelona
Atentado Barcelona
EUROPA PRESS - Archivo

El verano es tiempo de reflexión. Si realmente hay un instante en el que ponemos el contador a cero, este es el momento adecuado. Es ahora cuando tenemos algo de tiempo para repensar nuestras actuaciones, futuros proyectos profesionales, aspiraciones vitales, etc.

Pero también es tiempo de olvido. Tendemos a olvidar aquellas cosas que en su momento copaban nuestra agenda diaria, incluso la política. En verano las cosas no parecen tan graves como llegaron a ser. Incluso informativamente la actividad baja a un grado ínfimo. El director de comunicación y el político temen al verano, puesto que son conscientes de que cualquier tipo de noticia puede convertirse en crisis. En estas fechas el más mínimo error puede provocar en una pesadilla.

Sin embargo, surgen noticias que no por la estación deben ser olvidadas. Ayer el diario 'Ara' publicaba un manifiesto, que no carta, firmada por aquel grupo de personas que pusieron al límite la convivencia en este país. Fue allá por el mes de octubre. Se trata de Oriol Junqueras, Jordi Turull, Raül Romeva, Joaquim Forn, Josep Rull, Dolors Bassa, Carme Forcadell, Jordi Cuixart y Jordi Sánchez.

En el manifiesto recuerdan los trágicos acontecimientos del 17A. Una fecha fatídica puesto que nuestro país volvió a ser mordido por la lacra del terrorismo. Esta vez sucedió en Barcelona como otras veces ocurrió en Madrid, Nueva York, Londres, Marsella o los cientos y miles de pueblos y ciudades desconocidos y escondidos en remotos desiertos que sufren en cada momento el azote del fanatismo más cruel.

Sin embargo, nuestro país vuelve a ser diferente. Si en todos estos países la unidad y determinación en la lucha contra el terrorismo es la seña de identidad, en España surge la imperiosa necesidad de señalar al vecino como al causante de todos nuestros males.

La carta es todo un ejemplo del buenismo inane al que estamos tan acostumbrados en nuestra sociedad. No se preocupa ni siquiera de señalar a los culpables materiales. Es más importante defenestrar al otro. Ni siquiera menciona su origen o su locura permanente en aniquilar al mayor número de víctimas posibles, independientemente de su nacionalidad o credo. Cumple los requisitos básicos del manual de literatura política. Comienza señalando claro su objetivo, que no es otro que “recordar a las víctimas mortales, a los heridos y a sus familias, y a todas las personas inocentes que sufrieron las consecuencias de la intolerancia y el fanatismo.”

Si este era el objetivo del manifiesto, al menos llama la atención que tan sólo se refieran a las víctimas en este párrafo y por supuesto al final (cumpliendo de nuevo otra de las máximas de la redacción política). El resto de la epístola desgrana toda la parafernalia necesaria para profundizar en la desunión y en la utilización política de las víctimas.

Únicamente recuerda a la ciudadanía de Cataluña por salir a la calle para decir al mundo “no tinc por”. Sin duda las fechas estivales les han hecho olvidar las múltiples concentraciones de apoyo que se desarrollaron en Madrid, Valencia, Castellón, Alicante o Vigo, entre otras ciudades tanto españolas como europeas que bajo el mismo lema “no tinc por” se lanzaron a las calles para mostrar su solidaridad con las víctimas, que además son nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestros compañeros.

También olvidan al Rey que asistió a su primera manifestación como Jefe del Estado en representación de todos y cada uno de los españoles para mostrar nuestro dolor. Hoy mismo se repite la escena, pero nuestro dolor es, además de por las víctimas y por Barcelona en su conjunto, por la utilización de la barbarie para reclamar intereses políticos. Deleznable. Todo vale.

Pero el manifiesto además miente. Se jacta de englobar a todos los “miles y miles” de catalanes que “decidieron no doblegarse ante la violencia, que no cedieron a la amenaza” y salieron a las calles de Barcelona. Se olvidan, de nuevo el verano les juega una mala pasada, de que ese no fue precisamente un modelo de manifestación. Se mezclaban impudorosamente aquellos que luchaban por alzar la estelada más alto que la bandera nacional y aquellos otros que no dudaban en apoyar al Rey. Eso, como resaltan en el manifiesto también y por desgracia “situó a Barcelona en el centro de la atención mundial”. Ojalá hoy no ocurra.

Son numerosas las referencias continuas a la calle. Este es otro de los elementos fundamentales del nacionalismo y de la intolerancia. La expresión “las calles son nuestras” siempre ha sido manejada por la política como el elemento legitimador de cualquier acción, incluida la humillación o el quebrantamiento continuo de la ley o la violencia.

Por último, el manifiesto aborda el elemento esencial del nacionalismo excluyente. Ensalza el “nosotros” para excluir a los “otros”. Los nuestros son siempre buenos, diligentes, prestos al combate que dirían los totalitaristas, mientras que los otros son aquellos, el enemigo, los que por su inacción nos condenan, los cobardes, los ausentes.

Los mossos buenos. Son los nuestros y por lo tanto intachables. “El resto de fuerzas de seguridad” son los otros… Sigue la lección de nacionalismo dando sus frutos. Una vez identificado al otro, al culpable, vamos a empezar a encender al lector. “Denuncia”, “falta de colaboración”, “estrecha relación del CNI”, son palabras que veladamente apuntan al otro, al enemigo.

Se olvidan (como está el verano) del compañerismo entre las fuerzas policiales. Si hay un ejemplo de colaboración y compañerismo es precisamente el existente entre los Mossos d’Escuadra y la Policía y Guardia Civil en la lucha contra el terrorismo. Esto incluye también a la Ertzaintza y, en general, a todas y cada una de las fuerzas policiales del Estado, pues no se nos olvide, las policías autonómicas son, al igual que los gobiernos autonómicos y locales, los máximos representantes del Estado en la Comunidad Autónoma.

Visto esto, sí deberíamos tener miedo, pero lo deberíamos tener por la utilización política del terrorismo. Por la intolerancia. Por la negación del otro en beneficio propio. Por el empobrecimiento de la política y por la manipulación de la ciudadanía. De esto “jo si tinc por”.

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