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Se acabó la suerte: ya solo valen los milagros de 'Santa Nadia Calviño'

La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño
Se acabó la suerte: ya solo valen los milagros de 'Santa Nadia Calviño'.
ISABEL INFANTES

El ahínco con el que Sánchez se juntaba las manos y se abrazaba a sus tres principales ministras económicas -Calviño, Díaz y Montero- tras la esperpéntica votación de la reforma laboral refleja algo más que un triunfo después de tener que elegir entre susto o muerte: es el fiel reflejo de la gestión a salto de mata de un Gobierno que confía demasiado en la suerte innata de su líder y depende en gran medida del talento de la gente que le rodea para salvarse de la quema en el Congreso. La reforma laboral ha salido de chiripa, por la torpeza del PP, pero el presidente y su heterogéneo Gobierno han visto muy de cerca las orejas al lobo y saben que en una de estas se pueden dar un gran batacazo en el Congreso, tanto por el lado derecho como por el izquierdo de la tribuna.

La reflexión más popular a pie de calle que el espectáculo de esta semana ha dejado es evidente: con el Gobierno en manos de uno o de otros, según por donde venga el aire, aquí no hay nadie que pueda gestionar la casa de todos de forma sensata y estable. Puestos a elucubrar a más alto nivel hay quien fundamenta con mucha razón que estamos de nuevo ante la España ingobernable, porque el imposible acuerdo de los dos partidos mayoritarios mientras sigan dirigidos por Sánchez y Casado, nos lleva a un juego aritmético de recuento de apoyos fruto del pentapartidismo y una geometría variable que depende más de los intereses soberanistas de quienes representan a una pequeña parte de la población, que de una verdadera mayoría social.

Si hasta aquí estamos casi todos de acuerdo, lo difícil es ahora adivinar por dónde van a ir las cosas de la gestión pública y los retos que el Ejecutivo tiene delante para los dos próximos años de legislatura que quedan, si es que no se adelantan las elecciones a la vista de las circunstancias. Una vez que Yolanda Díaz, por la izquierda, y Pablo Casado, por la derecha, se han configurado como los dos grandes perdedores del periplo del Congreso con la reforma laboral, al presidente le sobran excusas para proponer un adelanto electoral para no verse en más callejones sin salida como el de la reforma laboral, a la vista, además, de lo bien que les ha ido a los vecinos portugueses.

Pero incluso obviando que eso pueda ocurrir, el reto a corto y medio plazo es administrar a tiempo la lluvia de millones que llega de la UE para salvar el parón económico de la pandemia, a la vez que se aprueban en el Congreso y se envían a Bruselas iniciativas legales tan importantes y trascendentes como el nuevo modelo de reparto para las pensiones, una reforma fiscal que permita modular de nuevo la financiación autonómica o la eterna renovación de las políticas activas de empleo y la formación profesional dual. Sólo por mencionar cuestiones de las que dependen los fondos europeos, sin los cuales estaríamos perdidos del todo. Podríamos entrar a discutir cuál de las dos mayorías virtuales que desde Moncloa manejan será la que a finales de este año permita aprobar los Presupuestos para 2023, pero eso ahora mismo es como hablar del más allá.

Una cosa es evidente: lo único que puede salvar a Sánchez en lo que queda de legislatura para que pueda seguir cuatro años más es economía, economía y más economía. El triunvirato que juntaba las manos en el pleno de la reforma -con permiso de la ministra energética Teresa Ribera y su cruzaba particular con el sector- es el que tiene en sus manos que podamos o no salir de la parálisis que atenaza la gestión política en estos momentos. Hay que ver avances claros en inversiones y proyectos que lleguen a todo el mundo, no con PERTEs improvisados ni subidas del Salario Mínimo populistas. Hay que desbloquear el consumo y dar confianza a la gente para que salga a la calle y apueste por algo, aunque para ello sea necesario ser más inteligentes con algunos tributos. Pero frente a ello, tenemos una propuesta de Escrivá para las pensiones que nadie se cree en Bruselas (ya lo han advertido) que puede bloquear miles de millones del Fondo UE, la inflación no baja con la luz, la gasolina sube a máximos históricos y la amenaza de una subida de los tipos de interés apunta al fin de la financiación y las hipotecas baratas más pronto que tarde. Y Ayuso está deseando que Montero le declare la guerra fiscal para defender la 'libertad' de Madrid para pagar impuestos como quiera y ganar votos.

Esta vez a Sánchez no le viene un lobo aislado. Una vez que la incidencia baje y la pandemia se gripalice, llegarán de repente media docena de miuras de frente y con ganas de embestir, que solo se van a poder capear con una gestión económica impecable, eficaz y con resultados. En los dos años que quedan de mandato no se puede improvisar ni dejar nada a la suerte, es más sensato poner las cosas claras y confiar en un par de milagros o tres de ‘Santa Nadia Calviño’, la única capaz en ese concilio de salvar los trastos, si la geometría variable de su jefe se lo permite.

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