OPINION

Una tortuga marina salva su vida gracias al arte de un dentista

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André es una tortuga verde a la que le ha sonreído la fortuna. Hace 13 meses que la encontraron en un banco de arena a pocos kilómetros de Juno Beach, en Florida (EE.UU.). La hélice de un barco le había destrozado el caparazón por varios sitios. Tenía parte de la columna vertebral expuesta, un pulmón colapsado, una severa neumonía y varias infecciones de gravedad.

Hoy, este quelonio de 77 kg está casi a listo para volver a lanzarse al océano.

El milagro corrió por obra y gracia de los expertos del Loggerhead Marinelife Center, centro sin ánimo de lucro encargado del rescate y rehabilitación de este tipo de animales. André tenía dos enormes agujeros en su caparazón, donde los veterinarios llegaron a encontrar un cangrejo marino viviendo dentro.

No bastaba con curar sus heridas; si querían salvar al animal tenían que arreglarle su gruesa armadura. ¿Cómo? Alberto Vargas, ortodoncista, encontró la solución.

Usando la misma técnica que si de una mandíbula humana se tratase, el especialista usó los típicos alambres dentales (de un tamaño adaptado a la fisionomía del reptil, eso sí) para dar forma y expandir el maltrecho caparazón de André, mientras rellenaba los huecos con masa dental endurecida. Todos los días, durante un año y un mes, los profesionales del Marinelife Center se afanaron en recolocar y ajustar el ingenio metálico a su espalda.

Alberto Vargas, que no cobró en ningún momento por su labor, reconoce que ha tratado al paciente más raro de su vida, aunque su trabajo fue muy similar al realizado sobre una mandíbula humana.

La tortuga verde es una especie en peligro de extinción debido fundamentalmente a la contaminación de las aguas, la destrucción de sus nidos y la captura indiscriminada por su carne. En libertad pueden vivir hasta los 80 años y pesar alrededor de los 180 kg.

Según los biólogos encargados de la recuperación de André, es probable que este tipo de accidentes, como el que casi terminó con la vida del animal, se repitan con relativa frecuencia; pero dado que suceden en alta mar, no existen registros al respecto.

Cuando llegó al borde de la muerte al centro de rehabilitación, nadie pensó que aquella maltratada tortuga pudiera salir adelante. Hoy, y gracias al esfuerzo de Vargas y de todos los veterinarios y especialistas del centro de recuperación, André está curado y listo para volver a la libertad en su hábitat natural: el Océano Atlántico.

Fuentes e imágenes: Palm Beach Post

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