OPINION

Al final será la derecha quien facilite la investidura de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez en un mitin del PSOE
Pedro Sánchez en un mitin del PSOE
EFE

Enhorabuena. De nuevo están ustedes en campaña electoral. ¿Otra vez? Pues sí, otra vez, y no se quejen mucho porque puede ser peor. ¿Qué hay peor que dos elecciones y dos campañas electorales en seis meses? Pues tres elecciones y tres campañas en nueves meses. ¿Es eso posible? No es deseable, pero tampoco imposible. Todo depende de ellos. De los “grandes” líderes políticos que manejan el cotarro nacional.

Las encuestas se suelen equivocar mucho. Y más en estas situaciones extraordinarias de reiteración electoral con un voto mucho más volátil. Pero luego no pasa nada. Nadie se acuerda de ellas, o nadie reclama por las grandes pifias demoscópicas. Llegan los resultados y nos quedamos con el dato real, que es la única encuesta que vale, y nos dedicamos a discutir sobre los posibles pactos. A pesar de ello, las encuestas sirven para jugar a los futuribles y entretener al personal mientras llega el Día-D.

Los últimos pronósticos para el 10-N, según la mayoría de encuestas -sin contar la del CIS de Tezanos que va por libre-, no ofrecen grandes sorpresas. Salvo el subidón de Vox, continúa en el ámbito global esa especie de empate técnico entre la derecha y la izquierda, alrededor de once millones de votos para cada bloque. El PSOE se mantiene en sus 123 o baja algo; PP sube bastante, hasta los 90, pero al estar tan bajo (66) no se vislumbra un posible sorpaso. Vox sube de los 24 hasta los 40 escaños; mientras UP pasa de 42 a 36, y Ciudadanos es el partido más castigado, de 57 baja a 16.

Queda toda una larga semana de campaña, con el único debate televisado de los cinco principales candidatos el lunes 4, y aunque los resultados variaran algo, no así las posibilidades de formar una coalición de gobierno estable. En pocas palabras, volveremos a estar, desde el punto de vista de los números, igual que ahora. Pedro Sánchez ganará de nuevo las elecciones pero continuará estando lejos de la mayoría. Él, que forzó una nuevas generales para mejorar su posición y no depender tanto de Pablo Iglesias y de los separatistas, continuará atascado y abocado a pactos con partidos que no le inspiran ninguna confianza política, y que, de pactar con ellos, debería pagar una cara factura en imagen y en pérdida de centralidad.

Que Albert Rivera se equivocó al cerrar la puerta a un pacto con el PSOE lo sabe todo el mundo, incluido él mismo, y lo notará en las urnas. Su obsesión por convertirse en líder de la oposición y ocupar el lugar de los 'populares' -algo muy difícil de lograr por no decir casi imposible- le cegó su inteligencia estratégica. Y de poder convertirse en un vicepresidente perpetuo para los futuros gobiernos -Ciudadanos era la bisagra perfecta para socialistas y PP-, puede verse ahora condenado a ser un quinto partido sin apenas influencia.

¿Y qué pasará entonces el día 11 de noviembre? Volverá el baile de los pactos, pero tampoco se llegará a ningún acuerdo sólido para formar un gobierno de izquierdas, porque Sánchez, insisto, no quiere ver a Unidas Podemos -y mucho menos a Pablo Iglesias- formando parte de su Ejecutivo. Aunque en su estrategia electoral anuncie en sus mítines algo obvio: “No habrá gobierno de coalición con el PP”. Por supuesto que no lo habrá. Ninguno de los dos partidos lo quiere.

Nunca sucederá que PSOE y PP gobierne juntos. Y no porque no puedan entenderse, sino porque sería su ruina política. Ambos lo tienen claro. Ellos son los dos únicos partidos, hoy por hoy, con capacidad e infraestructura para gobernar España; hacerlo juntos significaría un enorme desgaste político -al menos para uno de los dos- y, lo que es mucho peor, dejarían la oposición y la alternancia en manos de UP o C’s. Por ello, Sánchez no miente al decir que no habrá gobierno de coalición con el PP, pero tampoco dice toda la verdad. No cuenta que una abstención del PP sería muy bien vista y muy bien recibida por los socialistas.

Al final, será la derecha, en concreto el PP, quien rompa el bloqueo con su abstención en la segunda vuelta de la investidura. Principalmente, porque es muy difícil que el PP adelante al PSOE, y luego los otros dos partidos -C’s y Vox- consigan unos excelentes resultados que permitan alcanzar la mayoría. La derecha si no suma 176 escaños es imposible que gobierne. No así la izquierda que tiene un mayor abanico de posibilidades y pactos. Aunque a Sánchez y a Casado no les importa subrayar ese bipartidismo de facto, que sin ser real sigue funcionando desde el punto de vista táctico. Pero no olvidemos tampoco que los problemas que hoy suscitan los separatistas catalanes hará muy difícil llegar a acuerdos con la mayoría de esos partidos, y también con UP.

En definitiva, el Partido Popular se verá abocado a hacer lo mismo que hizo en octubre de 2016 el PSOE para que pudiera formar gobierno Rajoy e iniciarse con ello la legislatura. Se repetirá la historia, y Pedro Sánchez gobernará en minoría, llegando a pactos puntuales para cada ocasión. Y todo ello a pesar de que el actual presidente en funciones fue el promotor del bloqueo a Rajoy y del “No es no”. Quizá Pablo Casado ponga algunas condiciones para ofrecer esa abstención, pero terminará por facilitarla, con la excusa perfecta de que es lo mejor para España y que es imprescindible para evitar unas terceras elecciones.

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