En mi molesta opinión

Las críticas no serán agradables, pero son necesarias

Pedro Sánchez
Las críticas no serán agradables, pero son necesarias
Agencia EFE

Pedro Sánchez ha vuelto a hacer de las suyas, que son las mismas que no le gustan a la oposición y tampoco a sus adversarios que tanto le critican. Pero analicemos a fondo al presidente del Gobierno y pongámoslo no debajo del foco, que de eso ya se pone él solo, sino debajo del microscopio, y estudiemos su compleja naturaleza política y su estilo de actuar desde el poder. También analicemos la no menos complicada contrapartida de Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición.

La carta de amor del miércoles 24 no podía ser una maniobra política de engaño masivo ya que estaba en juego su pareja, su partido y su Gobierno, esto tenía que ser un acto bien intencionado de “regeneración” con toques de sentimientos nobles. A los pocos días, después de estar todos expectantes, empezamos a dudar y a descubrir que el presidente quizá había intentado crear una estrategia complicada y lo que pretendía era hacernos creer que todo era exclusivamente por amor, por amor a Begoña Gómez, pero que no lo era tanto. El lunes 29, sin embargo, pudimos salir de dudas cuando le vimos y le oímos, y comprobamos que mas que amor a su pareja, era amor a su persona y al poder. Una vez más, Sánchez había utilizado su autoridad política para hacernos creer lo contrario de lo que pretendía.

Para salvar la democracia no puedes reavivar el fuego guerracivilista de las dos Españas, ni los buenos contra los malos, ni el progreso contra la oscuridad. Es verdad que el discurso del presidente intenta adornarse con cierta lógica. Considera que él representa al Gobierno, que representa al PSOE y que representa a la democracia, y es aquí, en esta última cuestión, donde falla porque este sistema político no es patrimonio de nadie en exclusiva, sólo de los que lo practican con honestidad. Desde esa óptica maniquea nos advierte de que si tú atacas o cuestionas alguna de estas cosas que él supuestamente representa eres un peligroso antidemócrata y debes ser sancionado a remar en galeras o en los tribunales.

A la polarización no se la combate con polarización por mucho que uno se sienta ofendido. Tampoco puedes señalar como enemigos de la democracia a los que te critican a ti o a la gente de tu alrededor. Da la impresión de que Sánchez solo es presidente de una parte de los españoles, la que le apoya a él, y que la otra tiene derecho a sobrevivir pero sin molestar ni discrepar. La intención de cargarse de algún modo los contrapoderes de los que forman parte los medios de comunicación y la propia Justicia, no es una buena noticia para la democracia. Quizá no se llegue a tomar medidas drásticas en ese sentido pero el simple hecho de insinuar que hay que controlar y limitar a los medios y supervisar a la Justicia ya es algo que estremece.

En España desde hace muchos años hay leyes para combatir los bulos y las difamaciones y no es necesario que el presidente lidere un ataque contra una especie de “enemigo”, que casualmente siempre encarna para él la derecha. Pedro Sánchez se ha encargado de responsabilizar a sus rivales con esta actitud algo torticera como si él mismo no estuviera alentando lo contrario a lo que exige a los demás. Hay muchos ejemplos que señalan a Moncloa como la gran fábrica de agitación y propaganda que difama con asiduidad a los otros partidos, principalmente a la oposición.

Sánchez, aprovechando el caso de su esposa, Begoña Gómez, ha querido darle la vuelta a la tortilla y aparecer él como la verdadera víctima indefensa de un complot judicial y mediático. No parece exactamente un duro acoso a alguien indefenso que no tiene resortes para defenderse, más bien lo contrario. Está claro que quien ostenta el Gobierno siempre goza de un enorme poder que los demás no tienen, empezando por el BOE y terminando por la Fiscalía, y que hacerse la víctima suena un poco a cinismo, siendo además Sánchez un presidente de lo más aguerrido. Tan impúdico como pedir que te monten una entrevista amable en TVE en lugar de aceptar preguntas de los periodistas en una rueda de prensa. Y no hablemos del triste ejemplo de utilizar al Rey como coartada para un montaje personal, cuando en ningún momento Sánchez ha dimitido ni ha regresado de ningún cargo que no tuviera antes.

Preocupa la poca seriedad con que un presidente de Gobierno ha solventado un problema personal manteniendo cinco días a todo un país en vilo, que al final parece más una excusa para desviar la atención y pretender otros beneficios, no sólo que dejen en paz a su pareja. Una pareja que, por cierto, debería denunciar los ataques injustos en un juzgado para que se aclaren las cosas. Sánchez suele atacar a los que le critican o, al menos, intenta descolocarlos con ardides maquiavélicos. Es el gran debate, o uno de ellos: ¿El poderoso presidente debe encajar las críticas con naturalidad y deportividad o, en cambio, debe rebotarse y arremeter contra los que le critican? La política no deja de ser una buena partida de ajedrez para mentes preclaras, pero también honestas.

Por lo que se refiere a Feijóo, su tarea no es fácil pero es tan necesaria como la de Sánchez. Ambos deben equilibrar los poderes y contrapoderes del Estado y de la sociedad y no dividir más a los ciudadanos. Cierto es que el presidente del Ejecutivo es el que habla de crear muros y dividir a los españoles, pero todos pueden aportar cordura aunque alguno de ellos se extralimite. Feijóo necesita concentrar sus esfuerzos y sacar a relucir a su equipo de asesores para que luzcan sus dotes de inteligencia y perspicacia aunque no gobiernen en Moncloa. No basta con esperar a que caigan del cielo los frutos maduros, hay que ser creativo y proactivo. Es cierto que Sánchez no deja muchos espacios y aturulla todo lo que puede, pero habrá que ejercer con talento y agudeza la misión de controlar al Ejecutivo, y saber conquistar el poder cuando llegue la ocasión de las elecciones.

A pesar de todo lo dicho, que no cunda el pánico. Ni en unos ni en otros. La vida sigue igual, al menos en apariencia, y Sánchez continúa disfrutando de su ambicionada Moncloa, hasta que el destino, el suyo también, decidan lo contrario. Tiene derecho a permanecer en el Gobierno por mal que le caiga a una amplia mayoría de ciudadanos. Salvo casos flagrantes de corrupción, las elecciones se ganan o se pierden en buena lid y en las urnas, y de momento no estamos en unas generales. Lo que sí puede hacer el presidente Sánchez es no confundir la redes sociales y diferenciar las bazofias informativas para no desacreditar a todos los medios que cuestionan sus posibles decisiones o errores. Porque si no, Sánchez puede convertirse en un miembro más del club de los “conspiranoicos” en el que están representados: Trump, Maduro, Putin, Orbán, Netanyahu… Como bien dijo Churchill: “Las críticas no serán agradables, pero son necesarias”.

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