OPINION

La democracia suicida o la mesa-camilla de Sánchez

Mesa de diálogo Cataluña
Mesa de diálogo Cataluña
Europa Press

Habrá que ver cómo acaba esto de la mesa entre el Gobierno y el Govern, pero de entrada tiene pinta de ser un encuentro muy difícil de explicar de manera inteligente e inteligible a todos los públicos. Al menos existe la ventaja de que en catalán gobierno se escribe de manera distinta, con ‘v’ (b baja para algunos ‘lletraferits’), y así queda más claro que son dos partes bien diferenciadas las que se sientan alrededor de esta peculiar mesa-camilla. Lo de llamarle mesa-camilla es por aquello de que en las ‘camillas’ se coloca a los enfermos, heridos o incluso difuntos. Y aquí, en torno a esta mesa, hay muchos heridos emocionales, heridos por la patria, la patria catalana, que es la doliente, y la patria española que es, según la otra parte, la perversa y amargapepinos.

Cierto es que en esta sesión inaugural celebrada en Madrid había mucha gente incrustada en ambas delegaciones, pero a pesar de haber tanto personal no estaban todos. Faltaba la otra mitad de los catalanes que no piensan como Torra, ni como Junqueras, ni Puigdemont; y faltaba la otra mitad de los españoles que tampoco piensan como Sánchez o Iglesias, y que a lo mejor les gustaría que alguien se ocupara de ellos y poder aportar algunas sugerencias a esta limitada bacanal política. Sin embargo, eso no es posible porque esta negociación-conversación-paripé huele más a otra nueva versión del nefando pacto del Tinell, que firmaron en 2003 socialistas y nacionalistas, y que prohibía cualquier tipo de acuerdo de gobernabilidad con la derecha, con el PP, ni en la Generalitat ni en el Estado.

Casualidades de la vida, el mismo día que el Gobierno y el Govern se veían las caras en Moncloa, en Madrid se presentaba un monográfico sobre la 'Regeneración democrática' coordinado por la Fundación Felipe González y editado por 'Nueva Revista'. Los encargados de darle vida al acto fueron dos ex ministros, uno socialista, Jordi Sevilla, y otro popular, Alberto Ruiz-Gallardón. Este último denunció el inmenso poder que tienen hoy los partidos políticos dentro de la sociedad, algo quizá necesario hace 45 años después de la dictadura, pero que ahora resulta a todas luces un lastre para mejorar una sociedad civil demasiado politizada y condicionada por el sectarismo de los partidos.

Sin mencionar de manera explícita el problema catalán o la reunión de Moncloa, Jordi Sevilla recordó un dato que para él es determinante: que las encuestas, incluido el CIS de Tezanos, destacan que para los españoles el segundo principal problema son los políticos. Quizá sea por ese inmenso poder que tienen, y porque los propios líderes se sienten "dueños" de sus partidos, la realidad es que los gobernantes y la clase política en general pasa olímpicamente de promover una verdadera regeneración de nuestra democracia, tal vez no tan necesaria en la mayoría de las instituciones, pero sí en la actitud y capacidad de los políticos que gobiernan, y en el sistema electoral que los elige.

De todos modos, en breve veremos si las circunstancias políticas de esta mesa-camilla favorecen la necesaria regeneración. Y si es la Generalitat la que abre nuevas vías políticas de relación y entendimiento entre el Estado y las Comunidades, reflejando a su vez el pretendido estilo dialogante de Pedro Sánchez. O si en realidad, la reunión Gobierno-Govern más que manifestar un cambio de actitud y una regeneración, constata el reparto de unos intereses más propios de un contubernio sectario que de un Estado democrático. Saldremos de dudas cuando las demás Comunidades Autónomas pidan cita y sean recibidas con el mismo esplendor en Moncloa. Sin tener que montar para ello un pollo independentista. 

Hacer justicia no significa tratar a todos por igual, sino darle a cada uno lo que le corresponde. Y aunque a Cataluña le corresponda por su peso económico y su historia algunos "detalles" más por parte del Estado, las otras Autonomías no pueden ser discriminadas, ni tratadas como si fueran menos importantes dentro de la estructura territorial de España. Esa discriminación y ese doble rasero es lo que aleja a la clase política de la sociedad. Eso, y convertir a los adversarios en enemigos a batir cuando no a destruir, una perversión que se practica mucho últimamente, y que daña las relaciones entre los políticos, y debilita a la propia democracia.

Dadas las circunstancias que estamos viviendo en estos tiempos, quizá nos veamos obligados -la sociedad en su conjunto, pero los políticos de manera especial- a realizar una profunda regeneración de comportamientos y actitudes. Pero antes, ellos, los políticos, como recomendaba el propio Jordi Sevilla, deberían leerse o releerse el libro de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, 'Cómo mueren las democracias', donde se explica por qué están en peligro y dónde están los riesgos de que éstas desaparezcan: "Las democracias pueden fracasar a manos no ya de generales, sino de líderes electos, de presidentes o primeros ministros que subvierten el proceso mismo que los condujo al poder. Algunos de esos dirigentes desmantelan la democracia a toda prisa, como hizo Hitler. Pero más a menudo, las democracias se erosionan lentamente, en pasos apenas apreciables".

Y cuando termine de subrayar este libro, nuestra clase política debería leer otro tan útil o más, escrito por un ex ministro de Cultura, César Antonio Molina. Su libro: 'Los democracias suicidas', advierte de la debilidad de los regímenes democráticos, y de su cada vez mayor deriva ante el peligro de los nacionalismos y el populismo. Todos los riesgos que apuntan estos textos, junto al análisis sobre la 'Regeneración democrática' que aporta 'Nueva Revista', son ya un verdadero reto que hay que afrontar urgentemente, tanto en España como en el mundo.

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