OPINION

La oportunidad perdida de hacer de Aena líder mundial

Cuando se inició la operación de Aena la previsión era privatizar de verdad. Es decir vender más del 50% de manera que el Estado, siendo un accionista importante, no fuera mayoritario. Era lo lógico en un Gobierno de centro derecha como el PP, que entonces además tenía mayoría absoluta en el Congreso. Pero no fue así. Contra todo pronóstico en el último momento el Estado mantuvo más del 60%. La decepción por parte de algunos grupos inversores españoles que habían entrado en el Consejo para preparar la salida a bolsa, fue tal que no participaron en la operación y se salieron de ella (entre otros Ferrovial, por ejemplo). Puede que luego se arrepintieran desde el punto de vista económico. Las acciones se revalorizaron mucho en Bolsa y en poco tiempo. Aena entró en el Ibex.

Pero desde el punto de vista estratégico mantener la mayoría en manos públicas fue un error de libro. Casi estoy seguro que fue contra la opinión de Vargas, el presidente experto en salidas a bolsa, elegido precisamente para esa operación. Aunque no lo puedo asegurar. Nunca se lo oí decir. Al mantener la mayoría en manos estatales cualquier estrategia Aena se veía constreñida a las condiciones del Ministerio de Hacienda. Por ejemplo, en los salarios de los empleados y, en especial, las inversiones.

La privatización de Aena tenía sentido si se hubiera convertido en un 'campeón mundial'. Es la empresa más grande en número de viajeros del mundo. Tiene una red en España y algunas inversiones en el extranjero. Podría haber sido el gran operador español aeroportuario, como ocurrió con Telefónica en su tiempo, con una expansión internacional que le hubiera sido fácil recurriendo a nuevas ampliaciones de capital privadas para apalancar sus compras o licitaciones de gestión. Pero se mantuvo el poder el Estado en contra de lo que debía haber sido una política liberal correspondiente a un Gobierno PP.

Las incongruencias se pagan. Al ser una empresa de mayoría pública las negociaciones salariales se limitaron a los estrechos marcos presupuestarios. Las licitaciones de proveedores, uno de los éxitos económicos del equipo gestor, también. Los sindicatos explotaron esas limitaciones y este verano El Prat que convirtió en una trampa mortal para los viajeros, la mayor parte turistas. Se puede decir que los encargados de la seguridad eran empleados de empresas privadas. Pero los trabajadores y sus sindicatos saben que, al final, detrás está el Estado y eso complica la negociación.

Vargas no pudo realizar el sueño de construir el gran operador aeroportuario español por mantener la mayoría del accionariado en manos públicas. Se vio constreñido a los estrechos límites presupuestarios. Por eso, tarde o temprano, era lógico que acabara saliendo de una compañía que, en estas condiciones, está a los vaivenes de los dictados de los políticos, lo cual no siempre va en la línea de la racionalidad económica que es a la que se deben las empresas. Es lo que ha ocurrido.

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