¿Por qué quiere pactar Sánchez con un partido tan distanciado del suyo?

    • Muchos comprarán la mercancía que vende Sánchez: lo queintenta con Podemos es un Gobierno progresista.
Sánchez, sobre el encuentro con Rajoy: "Hemos garantizado que los asuntos de Estado van a preservar el consenso"
Sánchez, sobre el encuentro con Rajoy: "Hemos garantizado que los asuntos de Estado van a preservar el consenso"

Se empeña Pedro Sánchez en convencernos de que lo que intenta con Podemos es un Gobierno "progresista" y no dudo de que habrá muchos que le comprarán esa mercancía, aunque esté muy averiada, aunque sea un mensaje basado en una falacia. Con el término "progresismo" se presume hoy mucho en la izquierda, y también fuera de ella, para intentar ganar prestigio porque lo "progresista" vende más que lo "conservador" en una sociedad dominada por las imágenes y los tópicos más que por las ideas. Y Sánchez lo aplica a un partido retrógrado que predica fórmulas fracasadas en el siglo XX y en éste: la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989 avivó la implosión de los comunismos, y las naciones que pudieron entonces sacudirse el yugo de la Unión Soviética comenzaron a vivir una primavera de libertad y muchas de ellas en un bien llamado progresismo.

Pero es que además Podemos maneja un ideario y unas recetas que chocan frontalmente con lo que ha sido el Partido Socialista Obrero Español en los últimos 36 años, desde que abandonó el marxismo como ideología oficial por impulso de Felipe González. Desde entonces está ubicado en el centro izquierda, en una socialdemocracia alejada de la izquierda radical y tramontana en todas sus versiones. Su paso por el poder, con todos los defectos y todas las carencias que se quieran, sirvió para estabilizar el sistema, ese sistema que precisamente Podemos quiere echar abajo para construir un simulacro de democracia al estilo seguramente de los regímenes con los que se ha relacionado. La Transición democrática española, a la que contribuyó el PSOE, es el objetivo a derribar por Pablo Iglesias desde que se dio a conocer, y antes, cuando no le conocía casi nadie, en sus proclamas incendiarias de líder revolucionario. Siempre estableció como un empeño "romper el candado" de la Constitución de 1978 y no para mejorar la democracia sino para cambiarla por "su democracia".

La condena de la Transición implica la reprobación del papel jugado por el PSOE y por todos los demás partidos comprometidos en la construcción de la democracia en España, incluido el Partido Comunista de Santiago Carrillo, a quien Iglesias tildó de "comunista de derechas" en el obituario que escribió a su muerte. Esa proclama debería bastar para que Sánchez se tentara bien la ropa antes de intentar un acuerdo con Iglesias, y más si de lo que trata es de formalizar con él un Gobierno de España. El acuerdo que busca Sánchez no es sobre asuntos parciales, como tantas veces se ha hecho porque era necesario con partido de ideologías alejadas, sino sobre un programa de Gobierno general, con las consecuencias que eso tiene para el conjunto de la sociedad en tantas facetas de la vida.

A parte de su enmienda a la totalidad de la Transición y a su resultado, la Constitución que rige la democracia española, Podemos circula por parajes muy alejados del partido de Sánchez. Pretende la autodeterminación de Cataluña y cualquier región española, que es el germen de la segura quiebra de España, empezando por un referéndum en Cataluña que es anticonstitucional e injusto para el resto de los españoles. Es un partido que "comprende" a ETA, que ha asesinado a políticos de partidos democráticos, por supuesto también del PSOE, además de a miembros de las Fuerzas de Seguridad y de las Fuerzas Armadas y centenares de ciudadanos. Iglesias se niega a condenar el sistema arbitrario y despótico de Venezuela, y a denunciar, cuando se lo han pedido, la existencia de presos políticos. Su partido y fuerzas afines objetan la independencia de los jueces, como han demostrado estos días al reprobar las medidas judiciales tomadas en Madrid contra los titiriteros que aprovecharon una sesión infantil de marionetas para ofender a religiosos y magistrados y vitorear a ETA…

Esta es solo una pequeña muestra de la distancia que separa a Podemos del PSOE, una distancia que empieza fuera de la frontera democrática, porque la democracia se basa en el cumplimiento de la ley, la persecución de las ilegalidades, el respeto a los discrepantes -a quienes los demócratas no encarcelan por sus ideas-, la protección de la independencia judicial, etc., etc., prescripciones y deberes que deben ser acatados escrupulosamente. Pero nada de ello le ha impedido a Sánchez, hasta ahora, hablar con Podemos de formar un Gobierno para España. El silencio de los barones y de los históricos sigue acompañándole, salvo alguna notable excepción, pero el miedo corre por las venas del partido ante la posibilidad de que Sánchez obtenga lo que persigue. Porque la historia demuestra que la democracia ha sufrido, incluso de manera fatídica, cuando han accedido al poder quienes no creían sinceramente en ella, a veces camuflados bajo el disfraz del progresismo.

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