OPINION

Al Gobierno le gustan los cuentos y las parábolas

El Gobierno, como cualquier otro colectivo, está compuesto por gente diversa con formación, caracteres y hasta intereses distintos. Cada uno es cada uno y sobre gustos no hay nada escrito. En el Ejecutivo, por haber, hay hasta ministros a los que les gusta hablar con parábolas pese a lo peligroso que resulta.

Porque lo malo de las parábolas es que tienen retroceso. Como las armas de fuego. Si no se utilizan con cuidado, el retroceso puede hacer mucho daño. Sobre todo si las parábolas tienen que ver con la economía, el paro o la justicia social.

Todo esto viene a cuento porque hay miembros en las altas esferas a los que les encanta contar cuentos para resumir las bondades de sus teorías liberales y contra las ideas que defienden partidos de izquierda, sindicatos y hasta organizaciones de caridad.

A esos altos cargos, la reforma laboral de Fátima Báñez les parece timorata; la reforma de las pensiones, por supuesto a la baja, necesaria para que el egoísmo de los ancianos no acabe con el presente de los jóvenes; y las negociaciones sobre la financiación de las autonomías un cínico ejercicio en el que nadie reconoce que lo único que importa son el pago de las pensiones y de la sanidad. Ambas, cuestiones de viejos.

Las parábolas del cuentista

En las parábolas de los gobernantes cuentistas, los jóvenes -los mismos que soportan la tasa de paro del 40%, la más alta de la OCDE-, son un colectivo explotado por mayores que se resisten a perder sus privilegios. Por eso, no tiene sentido que esos jóvenes clamen contra el Gobierno, organicen protestas en las plazas o cuestionen la bondad de sus patronos. Sus enemigos son sus mayores. Ancianos egoístas que son incapaces de aceptar recortes en sus pensiones –la media está en 916 euros, según el Ministerio de Empleo- para mejorar las condiciones de hijos y nietos.

En las forzadas parábolas, las demandas para repartir de forma más justa los recursos disponibles no están bien enfocadas porque los asentados en el sistema –colectivos con derechos laborales y clases pasivas- no quieren ceder parte de lo que les tocó en el reparto inicial. Por supuesto, el cuento olvida que en el reparto (injusto) de los recursos participan agentes que poco tienen que ver con pensionistas o funcionarios con trienios.

Los altos responsables cuentan cuentos porque el Gobierno al que pertenecen y el presidente que los nombró están encantados de escuchar historias sencillas. Cuentos en los que sus actuaciones resplandecen. Al capítulo de cuentos pertenecen aquellas narraciones sobre el coste cero del rescate financiero -"No hay coste para los contribuyentes" -; la revalorización de las pensiones –pierden poder adquisitivo-; el cambio de modelo productivo –turismo y ladrillo siguen siendo los pilares de la economía- o la apuesta por la innovación y la competitividad.

Un relato incompleto

También es un bonito cuento el que narra cómo España ha dejado atrás todo lo negativo de aquel duro rescate. Un cuento bonito pero incompleto. España ha devuelto 9.600 millones de los 41.300 que recibió en préstamo para sostener el sistema financiero. Hasta que no devuelva el 75% del préstamo (30.975 millones) seguirá bajo vigilancia de Troika (Banco Central Europeo, FMI y Comisión Europea).

Los "hombres de negro" no son de cuento. Son reales y siguen ahí, pendientes de una España que quiere olvidar rápido el pasado acunada por la nana de la macroeconomía. Y no es poca cosa. Mientras España esté en deuda, la troika podrá acceder, “bajo estrictas condiciones de confidencialidad”, a todos los datos del sistema financiero español. Incluso entidad por entidad. También podrá hacer inspecciones in situ para examinar el cumplimiento de su programa. Algo que a veces se olvida.

Como también se olvidan con rapidez las cifras contenidas en el Plan Presupuestario del Gobierno enviado a Bruselas el 16 de octubre pasado. Y son duras. Si no cambian, el Ejecutivo tiene previsto reducir en 2018, por tercer año consecutivo, la proporción de Producto Interior Bruto (PIB) que destina a Sanidad, Educación y Protección Social. Tal vez al Gobierno y a los altos cargos que gustan de usar cuentos les convendría leer a Esopo. Escribió un relato sobre un asno y un caballo, breve pero con mucho fondo.

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