Así vivieron cuatro científicos españoles el descubrimiento de las ondas de Einstein

    • Aquel 14 de septiembre de 2015 saltaron las alarmas en los observatorios LIGO de Hanford y Livingston, en EE UU, tan solo tres minutos después de que una señal procedente de la fusión de dos agujeros negros llegara a la Tierra.
    • En España era poco antes de mediodía, y los investigadores de la Universidad de las Islas Baleares que participan en este proyecto nunca olvidarán aquel día histórico en el que comenzó la astronomía gravitacional.
Miembros del Grupo de Relatividad y Gravitación. / UIB
Miembros del Grupo de Relatividad y Gravitación. / UIB

Un equipo internacional de científicos ha logrado observar por primera vez las ondas gravitacionales, un fenómeno que predijo Albert Einstein hace 100 años. "Hemos detectado ondas gravitacionales. Lo hemos hecho", fue la frase con la que el director ejecutivo del Observatorio de Ondas Gravitacionales con Interferómetro (LIGO), David Reitze, investigador del Instituto Tecnológico de California (Caltech) ), anunció el hallazgo.

Corría el 14 de septiembre de 2015 y las alarmas en las salas de control de los observatorios LIGO en Hanford (Washington) y Livingston (Luisiana) saltan, apenas unos minutos después de que una señal procedente del Universo lejano llegase a la Tierra. Entonces mil científicos de 16 países de todo el mundo se ponen a trabajar entre una euforia contenida. Y entre ellos varios profesores e investigadores del Grupo de Relatividad y Gravitación de la Universidad de las Islas Baleares (UIB) que siempre guardarán en la memoria el 14 de septiembre, uno de los días más relevantes para la ciencia.

Es el caso de Alicia Sintes, profesora del departamento de Física de la UIB y miembro del Consejo de LIGO. Esta investigadora recuerda cómo su correo se comenzó a inundar con mensajes técnicos apuntando a unos resultados del sistema de análisis de datos en línea.

"El número de mensajes se incrementaba exageradamente y eso que la mayoría de nuestros colegas americanos aún debían estar durmiendo. Empecé a mirar enlaces. Todas las figuras correspondían a una señal proveniente del colapso de un sistema binario. Todo parecía muy extraño:¡La señal era clara, de libro de texto!", comenta."No dormimos mucho hasta Navidad"

También Sascha Husa, profesor del departamento de Física de la UIB y miembro del Consejo de LIGO, estaba presente en el momento del descubrimiento y reconoce que en un principio no podía creer que se tratara de ondas gravitacionales.

"Comprobé las primeras figuras online. Tenía que ser una inyección, intencionalmente ciega, o no señalada apropiadamente. Era eso, ¡o una señal real! Una fusión de agujeros negros muy masivos, claramente visible en los dos detectores", asegura.

Tras preguntar a su contacto de Estados Unidos, "llegó un mensaje a las 20:29, y empezó una nueva era". "Era claro que no era una inyección normal ni ciega. Tras comprobar los datos, el equipo había descubierto que era cierto. No teníamos ni idea de lo que vendría los próximos meses, pero estaba claro que no dormiríamos mucho antes de Navidad", mantiene."Se había hecho historia"

Para un estudiante de doctorado de la UIB y miembro de LIGO como Miquel Oliver Alimiñana hacer una colaboración externa en el Hanford Observatory durante el periodo en el que se detectó la primera onda gravitacional en la historia fue "increíble y muy difícil de explicar".

"A partir de ese momento nos arrolló un tsunami de preguntas y más preguntas, que se mezcló con una sensación de euforia, que invadió a todos los que nos encontrábamos allí", rememora.

"Al paso de los días el optimismo crecía de manera silenciosa en el observatorio. Todo el mundo estaba inquieto porque era difícil creer lo que acababa de pasar, sin embargo día tras día la imposibilidad de encontrar otra explicación hacía ineludible pensar que, efectivamente, las ondas gravitacionales habían sido detectadas por primera vez, que se había hecho historia y que una nueva era comenzaba a partir de ese momento", resume.Seguirán expectantes a lo que pueda pasar

También lo vivió Xisco Jiménez Forteza, otro estudiante de doctorado de la UIB y miembro de LIGO. Cuando su director de tesis le llamó para ver las gráficas, dificilmente podía imaginar que tantos años de trabajo habían dado por fin sus frutos.

"En la pantalla del ordenador me mostraba una gráfica que provenía del detector de Hanford, que nunca había visto y que no requería de más explicación que la visual. Se trataba de la evolución y crecimiento de la frecuencia en el tiempo de las ondas gravitacionales hasta alcanzar su máximo en la colisión o merger. Era aquello que tantas veces habíamos simulado y representado como modelos teóricos en nuestros ordenadores, ahora visto como una señal real en el detector", se emociona.

"Empezaba una excitante y vibrante etapa de observaciones de la que esperamos conocer mejor los mayores cataclismos producidos en los confines más alejados del universo. El grupo de la UIB, desde la bonita y pequeña localidad de Palma, seguiremos expectantes para descifrar cada sinfonía gravitacional que el cosmos nos quiera mandar", concluye.

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