El sabroso aspecto de los sapos venenosos americanos amenaza la fauna australiana

  • En 1935, los australianos importaron el 'Bufo marinus', el sapo de lacaña de azúcar, nativo de Venezuela y Centroamérica, para acabar con laplaga de escarabajos que dañaba los cañaverales del estado deQueensland (noreste). Ahora, otros animales se los comen y mueren.
El sapo americano Bufo marinus, letal para el animal que se lo come (Wiki commons)
El sapo americano Bufo marinus, letal para el animal que se lo come (Wiki commons)
EFE
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El apetitoso aspecto de los sapos venenosos americanos, que han invadido gran parte de Australia en las últimas décadas, amenaza con la extinción del gato nativo ('Dasyurus hallucatus') y de otros animales.

En 1935, los australianos importaron el 'Bufo marinus', el sapo de la caña de azúcar, nativo de Venezuela y Centroamérica, para acabar con la plaga de escarabajos que dañaba los cañaverales del estado de Queensland (noreste).

Al principio el remedio funcionó, pero la población de anfibios, al carecer de enemigos naturales, se reprodujo sin control y se propagó por el sureste y centro de la nación.

Su presencia, también sentida en Hawai (Estados Unidos), Filipinas, Papúa Nueva Guinea y otras islas del Pacífico, afecta a serpientes, canguros, cocodrilos de río, al dingo (el perro salvaje australiano) y otros animales.

Salvar al gato nativo, basándose en Caperucita roja

Los intentos de los expertos por llegar a una solución para contener la expansión de los sapos habían fracasado hasta ahora, pero un grupo de científicos australianos se inspiró en una versión del cuento de Caperucita Roja para intentar salvar al gato nativo, una especie de pequeño marsupial llamado quoll del norte.

"Les estaba leyendo una versión moderna de la Caperucita Roja a mis niños, y en esa historia la abuela cose cebollas crudas en el estómago del lobo para que se ponga malo y no se coma nunca a ninguna otra abuela", explicó Jonathan Webb, en un comunicado de prensa.

"Y se me ocurrió que podíamos enseñar a los quolls del norte a asociar los sapos de la caña de azúcar con la indisposición e igual encontraríamos una forma de conservarlos", añadió Webb.

Como el perro de Paulov, pero al revés

Rick Shine, Stephanie O'Donnell y Webb, de la Universidad de Sídney, escogieron un grupo de 62 gatos nativos y a la mitad le ofrecieron un sapo de caña de azúcar muerto, de un tamaño muy pequeño para que su veneno no resultase mortal y que contenía una pastilla que provocaría náuseas al animal.

En la etapa siguiente colocaron ante los quolls un sapo de caña de azúcar vivo, dentro de un contenedor de plástico para que tampoco pudiera causarles la muerte.

Los marsupiales que habían aprendido a asociar la ingestión del "bufo marinu" con las náuseas dejaron en paz al anfibio.

Repetidas ambas experiencias varias veces, los científicos liberaron a los quolls en su hábitat natural y comprobaron que los que habían sido educados sobrevivieron durante un período cinco veces más largo que los otros.

El equipo de científicos se propone ahora educar de la misma forma a ejemplares de otras poblaciones salvajes y en peligro de extinción como las goanas o los lagartos de lengua azul.

Los resultados de la investigación fueron publicados en el Journal de Ecología Aplicada de la Sociedad Ecológica Británica con un vídeo que muestra los cambios en el comportamiento de los quolls.

Los científicos esperan que la llamada técnica de "aversión condicionada del gusto" pueda utilizarse para la lucha contra otras especies invasoras.

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