Entrevista con "el hombre que vuela sobre las líneas eléctricas"

  • Se descuelgan desde un helicóptero sobre cables de alta tensión a decenas de metros de altura. Hablamos con uno de los operarios que se juegan la vida en EEUU para reparar los tendidos eléctricos más inaccesibles.
Flyinglineman, sobre las líneas eléctricas
Flyinglineman, sobre las líneas eléctricas
Flyinglineman
Antonio Martínez Ron

El helicóptero avanza en el silencio de la mañana y se coloca sobre una línea de alta tensión a 30 metros de altura. A la señal del piloto, Timothy sale por la puerta lateral y se descuelga sobre los cables equipado únicamente con un traje aislante y sus herramientas. "No mires abajo, no pienses en lo lejos que está el suelo", se dice, "concéntrate en la tarea".

Su oficio es uno de los más peligrosos del mundo. Consiste en reparar las líneas eléctricas en los lugares más inaccesibles, llegar hasta el lugar remoto donde se ha producido la avería y arreglarla mientras permanece suspendido de un cable como un auténtico equilibrista.

Por cada uno de esos cables circulan miles de voltios suficientes para freír a un ser humano. "Gracias al traje", explica Timothy a lainformacion.com, "la corriente fluye a alrededor de ti, no te traspasa". El traje, nos cuenta, está compuesto en "un 25% de acero inoxidable y un 75% de nomex" (un material derivado del Kevlar) y "actúa como una jaula de Faraday". "Lo importante es no hacer tierra", asegura, "mientras no toques tierra no te afectará la corriente eléctrica".

Timothy lleva diez años realizando este tipo de trabajos por todo EEUU y en algunas zonas de Canadá, aunque nos pide que no revelemos la compañía en la que trabaja y que no demos su nombre completo para evitar problemas laborales. En la red se hace llamar Flyinglineman, algo así como "el operario eléctrico volador" (aunque viendo las imágenes apetece más traducirlo como "el hombre que vuela sobre las líneas eléctricas") y sube con cierta frecuencia algunos vídeos en los que se puede ver la forma en que él y sus compañeros trabajan y se juegan el tipo.

Un toque de varita

En cada helicóptero viajan tres personas, incluido el piloto. Revisan las líneas con unos binoculares especiales que les permiten ver hasta los más pequeños detalles. Cuando les dan un aviso, reparan averías producidas por la caída de un rayo, daños producidos por la propia vibración de la línea o por el paso del tiempo. A menudo, nos cuenta, también tienen que arreglar los estragos causados por los disparos de los lugareños, ya que en algunas zonas rurales de EEUU practicar tiro con los aislantes de porcelana se ha convertido en una costumbre.

"Trabajar en los meses de primavera, verano y otoño es fantástico", confiesa, "pero los meses de invierno pueden ser brutales. Imagínate allí arriba con dos grados de temperatura y un viento helado de 60 nudos". Un día normal de trabajo comienza en una habitación de hotel. "Algunas mañanas me levanto en la oscuridad y no estoy seguro de dónde está la puerta. Dada la frecuencia con que viajamos, no sé dónde estoy". Después se preparan en 30 minutos, consultan la previsión del tiempo y se lanzan a un día de duro trabajo. "Prefiero trabajar sin parar ni siquiera a comer", dice. "Parar significa perder el ritmo y es mejor seguir y completar la labor".

Una vez que el helicóptero les coloca sobre las líneas, lo primero que hacen es sacar una vara metálica que produce un aparatoso despliegue de rayos cuando la acercan a los cables. Esa "varita mágica", como ellos la llaman, es una especie de salvavidas. La utilizan para "elevar al helicóptero y a sus ocupantes al potencial de los cables eléctricos" y evitar una fuerte descarga. "Tienes que hacerte uno con el campo electromagnético que rodea a los cables", explica Timothy, "y usamos la varita para hacer eso y que no seamos nosotros los que recibamos la diferencia de potencial entre el helicóptero y la línea".

Sobrevivir a los errores

Cuando comienzan el trabajo sobre las líneas, la amenaza de una caída o de un choque del helicóptero con los cables es permanente. En ocasiones han trabajado en líneas situadas sobre riscos con una caída de más de 100 metros. "Volar junto a las líneas es muy arriesgado", asegura Timothy. "En los últimos once años ha habido un buen puñado de accidentes y yo he sido testigo de dos muertes en las compañías en que trabajaba". "Uno de ellos era un joven de 21 años que colocó su anclaje de seguridad en un punto no reglamentario y se partió en dos... Un error en una decisión, un pequeño fallo... y un hombre bueno se ha perdido. Yo he tenido mi ración de decisiones estúpidas y pérdidas de concentración". "Yo he sobrevivido a mis errores", añade, "mientras que otros han muerto".

Muchos accidentes se producen por las prisas o las presiones para acabar un trabajo a tiempo. "Si las rachas de aire arrecian", aconseja, "es mejor parar y dejar el trabajo. Un viejo compañero me dijo una vez: 'esas torres tienen patas, pero no se van a levantar y se van a ir andando', en el sentido de que el trabajo seguirá allí al día siguiente".

Según su experiencia, forzar una situación dudosa convierte su tarea en algo aún más peligroso. Golpear el cable con cualquiera de los rotores terminará casi con total certeza en un terrible accidente. Ahí arriba te das cuenta de que el "helicóptero es en realidad frágil como el papel" y, con un rotor que gira a 5.000 revoluciones por minuto, "no es difícil que acabes dentro de un amasijo de hierros".

Confiar en el piloto

En estas circunstancias, uno debe fiarse ciegamente del piloto que maneja el helicóptero tan cerca de las líneas. "Reciben un entrenamiento especial", relata Timothy, pero puede que el piloto no tenga la experiencia suficiente para mantener la sangre fría. "Puede tener miles de horas de vuelo, pero no es lo mismo que volar junto a los cables o mantener el aparato estable junto a una torre en medio de vientos racheados".

En sus años de trabajo Timothy se ha encontrado con pilotos con una formación "cuestionable" y con trabajadores que fuerzan la máquina por conseguir incentivos y vuelan en medio de una lluvia helada o ignoran las condiciones de seguridad porque "sólo pueden ver la señal del dólar". Pero, ¿cuánto cobran por realizar este arriesgado trabajo?

Timothy no quiere dar una cifra. " El dinero no está mal", dice, "pero no es tanto como la gente puede imaginar. Te diré que para un trabajo en el que tengo que pasar hasta 4 meses fuera de casa, para mí el dinero no está mal ¿Compensa los riesgos que tomamos? Seguramente no. Pero no hay cosas seguras en la vida. Me acuerdo de personas que han sobrevivido a accidentes catastróficos y han muerto cinco años después al cruzar la calle. Cuando te llega la hora te llega... No importa si estás detrás de un escritorio o al lado de un helicóptero".

 

Después de todos estos años jugándose la vida, Timothy sigue teniendo un gran respeto a lo que hace. "Sólo los ignorantes dicen que no tienen miedo, porque el miedo es la parte de la experiencia que te puede mantener vivo". "Cuando empecé en esto", recuerda, "solía sentir vértigo cuando estaba allí arriba y miraba abajo, pero he aprendido a concentrarme en lo que tengo cerca, en lo que hago con las manos".

Y la experiencia ha terminado dándole alguna ventaja. "Después de diez años subido a la plataforma, siempre con mi nariz al viento, un día visité Disneylandia y de pronto la montaña rusa me resultó ¡casi aburrida!"

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