Internet se queda sin direcciones

  • Años de planificación y trabajo para solucionar el problema apenas han supuesto avances
En azul los bloques con direcciones libres en enero de 2010
En azul los bloques con direcciones libres en enero de 2010
lainformacion.com
Wicho / Microsiervos

Cada uno de los ordenadores y dispositivos que se conecta a la Red necesita una dirección, que es como un número de teléfono que lo identifica, para hablarse con los demás.

En términos algo más técnicos es lo que normalmente se llama dirección IP y tiene la forma de cuatro números separados por puntos, como por ejemplo 98.134.56.12.

Los usuarios normalmente nunca las vemos porque existe un sistema llamado DNS que actúa como una especie de guía de teléfonos de Internet que nos permite escribir lainformacion.com en la barra de direcciones de nuestro navegador y se encarga de averiguar a qué dirección IP corresponde ese nombre y de pasarle esa información a nuestro navegador.

Esto permite que no tengamos que aprendernos esas direcciones, igual que desde hace años ya no nos aprendemos ningún número de teléfono gracias a las agendas que incorporan estos, y permite también que cambie la dirección IP de una máquina sin que suponga un problema.

El sistema, después de casi treinta años en servicio, funciona razonablemente bien, y salvo que algún servidor DNS falle, normalmente no somos ni siquiera conscientes de que está ahí.

Pero las direcciones IP que usamos en la actualidad, aunque permiten hasta unos 4.300 millones de números distintos, de los que por motivos técnicos sólo se pueden usar unos 3.700, son finitas, y desde hace años se sabe que van a terminar por acabarse.

Esto probablemente sucederá alrededor de 2012 al ritmo de crecimiento actual de Internet, que necesita unos 200 millones de direcciones nuevas al año, lo que en cualquier caso no tiene nada que ver con el fin del mundo supuestamente previsto por los mayas sino que es una coincidencia.

Por eso, desde mediados de los 90 se trabaja en una nueva generación del protocolo -las normas- que gobierna cómo son estas direcciones y cómo se usan, conocido como IPv6, y que tendrá que sustituir en algún momento al IPv4 que usamos en la actualidad.

Las direcciones IPv6 son lo que se denomina de 128 bits, cuatro veces más largas que las direcciones IPv4, que son de 32 bits, con lo que proporcionarán un total de 340 sextillones de direcciones, o lo que es lo mismo, unos 670 mil billones de direcciones por milímetro cuadrado de superficie de la Tierra, lo que en principio parece más que suficiente.

El problema está en que en los algo más de 15 años que han pasado desde que se propuso su adopción no se ha avanzado todo lo que se debería en ella y en solucionar los problemas inherentes al desarrollo e implantación de cualquier nueva tecnología, pues la versión anterior funcionaba y funciona lo suficientemente bien.

De hecho, se estima que un 99 por ciento de los dispositivos conectados a Internet en la actualidad funcionan sobre IPv4, con lo que va a ser imposible que la transición a IPv6 esté terminada antes de que se acaben las direcciones IPv4.

Así que aunque se han inventado técnicas y apaños que permiten que varios dispositivos se conecten a Internet usando una sola dirección IPv4, algo así como el que todos los teléfonos internos de una empresa usen una única línea y números exteriores, no va a quedar otro remedio que acelerar el ritmo de la transición a IPv6.

No será catastrófico, entre otras cosas porque todo está diseñado para que IPv4 e IPv6 convivan sin problemas mientras sea necesario, pero va a ser como una visita a un dentista cuando duele una muela: Ineludible a pesar de que sabemos que no nos va a gustar el proceso, pero con la esperanza de que todo sea para bien.

Como dicen en Ars Technica, no hay plan B y la cosa se va a poner fea.

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