Libros electrónicos para acercar la cultura al tercer mundo

  • Aunque inevitablemente asociamos los últimos gadgets electrónicos con los países en desarrollo estos también pueden tener un enorme potencial en lugares con menos recursos
Wicho/Microsiervos

Igual que la telefonía móvil está demostrando ser, de manera quizá un tanto sorprendente, la forma de implantar sistemas de comunicaciones avanzados en países en desarrollo gracias a sus menores costes al prescindir de los tradicionales tendidos de cable, existe la posibilidad de que los libros electrónicos puedan tener un efecto similar sobre el nivel cultural de estos países.

O al menos eso es lo que piensan los promotores de la iniciativa Worldreader.org, que precisamente pretende utilizar estos dispositivos de la misma forma.

Su razonamiento es que cada lector de libros electrónicos como un Kindle puede ser en realidad una biblioteca en sí mismo, con miles de títulos guardados en su memoria, títulos que además son más baratos de adquirir y transportar a su destino que sus equivalentes en papel.

De hecho, acaban de terminar su primer proyecto piloto en la escuela de OrphanAid Africa en Ayenyah, Ghana, y los resultados han sido muy buenos a pesar de que en principio puede chocar que esto pueda ser así en lugares donde no hay acceso a Internet e incluso puede no haber electricidad con la que recargar los lectores.

Estos dos impedimentos pueden, en el peor de los casos, ser remediados mediante accesos vía satélite y con cargadores solares o que se puedan hacer funcionar pedaleando o de alguna otra forma similar.

Pero los niños que han participado en el proyecto no tuvieron demasiados problemas a la hora de usar los Kindle, aunque es cierto que ya tenían experiencia manejando teléfonos móviles, hasta el punto de que pronto olvidaron que no estaban usando un libro de papel al quedar absorbidos en el material que estaban leyendo.

El hecho de que además cada Kindle estuviera cargado con múltiples títulos les animaba a leer más, ya que si uno no acababa de gustarles no les costaba nada intentarlo con otro.

Técnicamente, tampoco hubo problemas a la hora de cargar los Kindle a partir de baterías de coche que a su vez habían sido cargados con cargadores solares, y aunque se usó una conexión vía satélite para descargar libros en menos de un minuto, el pueblo tenía cobertura de móvil que también podría haber sido utilizada, aunque quizás con menos velocidad.

Tampoco es que no se encontraran con ningún problema, como lo fue la logística de comprar, desempaquetar y cargar lectores en lotes, algo para lo que echaron en falta herramientas, en especial a la hora de gestionar contenidos, ya que hubo que comprobar Kindle por Kindle los títulos que cada uno tenía cargados.

También echaron de menos mayor abundancia de contenidos locales, algo que por lo general es un mal común para todos los lectores de libros electrónicos, y tampoco vendría mal que las editoriales se plantearan un esquema de precios y sistemas DRM adaptados a este tipo de iniciativas.

Y por supuesto, comprobaron que el factor humano sigue siendo importantísimo, en este caso contando con el apoyo decidido del director del centro y de uno de sus profesores en especial.

Ahora, identificados estos problemas, están a punto de poner en marcha nuevas pruebas en las que intentarán buscar soluciones o nuevas aproximaciones a ellos.

Sin lugar a dudas, una iniciativa interesantísima.

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