Pepe Zarragrande, "el niño de la estrella", escribe sus memorias

  • José María López Pérez, o Pepe, el astrónomo aficionado más entusiasta de Galicia, está aquejado a sus 98 años de algún problema de memoria pero "el niño de la estrella", como se le conoce, sueña hoy con la publicación de sus memorias y con la pervivencia de su legado, un observatorio en el coto de Zarragrande.

Ana Martínez

Vila de Cruces (Pontevedra), 10 feb.- José María López Pérez, o Pepe, el astrónomo aficionado más entusiasta de Galicia, está aquejado a sus 98 años de algún problema de memoria pero "el niño de la estrella", como se le conoce, sueña hoy con la publicación de sus memorias y con la pervivencia de su legado, un observatorio en el coto de Zarragrande.

Lo construyó en el lugar en el que él reside, en Vila de Cruces (Pontevedra), ya jubilado, para enseñar al mundo una ciencia que es una "incógnita" porque, cercano al siglo, este autodidacta sigue creyendo que "hay más vida en el cosmos" y "esto no cabe ponerlo en duda".

La construcción ocupa una colina de 585 metros de altitud.

El recinto se cerró con un muro de piedra y, en su interior, son dos las estancias, una dotada de cúpula para los aparatos ópticos, y la otra, una sala de reuniones.

María Campos López se casó con José María hace 69 años.

"Es una mujer muy buena. Sigo muy enamorado de ella", cuenta él en una entrevista con Efe, sentado con su "chica", que le dedica una tierna mirada.

María, con buen humor, dice que su marido disfrutó "muchísimo" del observatorio desde que encargó "aquel telescopio a Estados Unidos" pero ella "no tanto", bromea, "porque no había teléfonos móviles y él se iba después de comer y a lo mejor no volvía hasta las tres o cuatro de la madrugada".

A José, o Pepe el de Zarragrande, que lee sin gafas, le apasiona Júpiter, y a María, Saturno, "porque es como un sombrero".

Los dos coinciden en que las noches de estío son "cómodas y agradables" para el que siente la astronomía, aunque las "heladas noches de invierno" son las que ponen a prueba al verdadero observador.

Cualquiera que tenga interés puede dedicarse a la exploración de los astros, apunta José, que en marzo de 1986 vio el cometa Halley, -en el campo "estrella del rabo"-, desde las montañas orientales de Benidorm.

Pepe, que presentó su primer libro en el curso del 2009 bajo el título 'Divagaciones astronómicas y algo más', ha escrito sus memorias, 'Vivencias de un trotamundos', que en principio iban a ser '... de un campesino'. De momento, están manuscritas en el salón de casa.

Lo que no ha alterado es la declaración de intenciones: "Juro por mi honor que en esta historia de mi vida diré la verdad y nada más que la verdad. Se empieza con un poema de amor dedicado a mi esposa: 'Lloran mis ojos por verte, mi corazón por amarte, mis labios por darte un beso y mis brazos por abrazarte'. Si alguien descubre que digo mentira, se le ruega y se le agradece, lo comuniquen presto".

José, que rememora cuando por su "poca experiencia adquirió un refractor de 4 1/2 cm sin verlo antes con el que poco se podía ver más que la Luna", ya no va al observatorio.

La última vez que subió fue hace tres años.

Su hijo, José Antonio López Campos, se hará cargo cuando cese su actividad laboral.

Los políticos han relegado algo tan valioso al "olvido".

¿Será porque Pepe, oriundo de la parroquia de Cumeiro, es comunista? "No debería, porque las estrellas no son de izquierdas ni de derechas. Son de todos", confiesa alguien que no dudaría a la hora de ponerle nombre a una: "Le diría la estrella Astrónomo porque una de las cosas que más he estudiado fue Astronomía".

No bautizaría a una con el nombre de alguien de la familia, explica este "buen padre", "buen marido", y abuelo y bisabuelo.

Tiene tres hijos, Mari, Julia y José Antonio; ocho nietos, Ricardo, Alberto, Diego, Paula, Rut, María, Luz y Juan, y cuatro bisnietos, Álvaro, Laura, Aina e Iria.

La genética de esta prole es envidiable.

"Las estrellas conservan a uno muy bien, a mí principalmente", se apresura a argumentar María, la niña a la que enamoró otro niño, "el de la estrella".

Los dos cuentan la historia de ese sobrenombre.

José caminaba con su abuelo por las inhóspitas cumbres de Rebordaos y, en un arcano amanecer, apareció en los claros cielos matutinos una impresionante estrella que semejaba un misterioso ojo que estuviese vigilando los pasos de la peregrina pareja.

¿Qué es esa luminaria?, preguntó el pequeño. "El lucero del alba", obtuvo por respuesta.

Más tarde, con la ayuda de un profesor, Manuel Constenla Fariña, sabría que era Venus, "el planeta que después de Mercurio está más cercano al Sol y que puede ser tanto lucero matutino como vespertino".

El astrónomo profesional Ramón María Aller Ulloa, nacido en 1878 en Lalín, muy cerca de José María, fue otro de sus referentes.

Pepe es un gran filósofo que lo mismo habla de la guarnición de la empanada gallega que de las galaxias del futuro.

Fue labrador, albañil, carpintero, vigilante en las minas de wolframio y practicante sanitario embarcado en los transatlánticos que iban a Sudamérica.

Pero siempre tuvo un anhelo que llevó a cabo porque la edad, para él, no es más que "el vigor de las personas para enfrentarse a las circunstancias de la vida".

Por ello, uno siempre "puede seguir haciendo cosas útiles y, si puede ser, trascendentales, si hay capacidad para ello. Y sin perder el ánimo".

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