Presentan marcadores de imagen para diagnóstico precoz daño cerebral niños

  • Investigadores del Hospital Clínic, liderados por el doctor Eduard Gratacós, han presentado los primeros biomarcadores para el diagnóstico precoz de daños cerebrales en niños de menos de un año mediante el uso de técnicas de la imagen que permiten estudiar las conexiones cerebrales.

Barcelona, 22 nov.- Investigadores del Hospital Clínic, liderados por el doctor Eduard Gratacós, han presentado los primeros biomarcadores para el diagnóstico precoz de daños cerebrales en niños de menos de un año mediante el uso de técnicas de la imagen que permiten estudiar las conexiones cerebrales.

El proyecto de investigación de Gratacós, financiado con 1,2 millones de euros por la Obra Social la Caixa, se inició en enero de 2011 y ha demostrado, por primera vez en el mundo, que se pueden crear predictores individuales de desarrollo cerebral anómalo estudiando las conexiones cerebrales.

Se estima que un 10-12 % de los niños tiene problemas de desarrollo neurológico que genera dificultades en el desarrollo, y que en el 70 % de ellos el daño cerebral se produjo antes del nacimiento como consecuencia de una insuficiencia placentaria, y que entre el 30-50 % de los bebés con estos daños presenta un desarrollo anormal en la infancia.

Gratacós, jefe del Servicio de Medicina Maternofetal del Hospital, ha explicado en rueda de prensa que los niños con retraso del crecimiento fetal tienen con frecuencia un desarrollo cerebral diferente que se manifiesta con trastornos neurológicos y dificultades del aprendizaje, que si no se detecta antes de los dos años tiene una difícil solución.

Según ha informado, con técnica de imagen han logrado delinear las conexiones cerebrales de los niños a partir del estudio de las colas de las neuronas que se unen en red y que conforman el cerebro, conectándose entre ellas.

Para ese trabajo, modificaron técnicas de resonancia magnética desarrolladas inicialmente para adultos y las adaptaron para poder ser aplicadas en niños de un año.

Tras lograr delinear las conexiones cerebrales de los niños, el segundo reto, según este investigador, fue interpretar cuáles son las diferencias entre los millones de las conexiones cerebrales, y para ello utilizaron métodos basados en teoría de grafos.

Con esta teoría de redes compleja, desarrollados para entender la organización de redes muy complejas, lograron identificar grupos de conexiones cerebrales que eran diferentes en los niños que sufrieron retraso de crecimiento, y más adelante se redujo toda la información a un número, que es el biomarcador que sirve para poder comparar y ver si hay o no retraso.

Los investigadores han confirmado que estas conexiones diferentes permiten predecir los resultados anómalos en los test de neurodesarrollo antes de los dos años, lo que abre la posibilidad de detectar de forma precoz otros problemas del embarazo, como la prematuridad o las enfermedades fetales en general.

Según Edurad Gratacós, en pocos años se espera disponer de marcadores mejores y más fiables que permitirán iniciar estudios para evaluar tratamientos que mejoren el neurodesarrollo de niños que han padecido problemas fetales, antes incluso de su nacimiento.

El equipo de investigación en medicina fetal del Clínic es pionero en medicina y cirugía fetal y uno de los líderes en investigación en medicina fetal a nivel internacional, que demostró que el retraso de crecimiento intrauterino podría explicar una parte importante de las alteraciones del neurodesarrollo y aprendizaje en niños, un problema de salud pública muy importante.

Ha apostillado este investigador que contar con un biomarcador que puede detectar este daño cerebral de forma precoz abre una ventana de oportunidad de dos años para poder actuar y mejorar o recuperar mediante la estimulación precoz los problemas que comporta, porque el cerebro se configura en el feto y hasta dos años después del nacimiento.

Hasta ahora, las consecuencias de daño cerebral en niños es un problema invisible los primeros años de vida, y cuando se pone en evidencia, a los seis o siete años, ya tiene difícil solución.

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