Tutankamón murió de malaria y era hijo de Akenatón

  • Un estudio genético prueba algunas de las incógnitas surgidas entorno al faraón. El análisis descarta que sufriera ginecomastia, un desarrollo exagerado de los pechos en los varones.
Sarcófago de Tutankamón (Imagen: Flickr - Rafel_Miro)
Sarcófago de Tutankamón (Imagen: Flickr - Rafel_Miro)
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EFE

La malaria y unaenfermedad ósea causaron la muerte prematura de Tutankamón a los 19años de edad, según un estudio paleogenético que también revela sulinaje y que con toda probabilidad era hijo del faraón Akenatón. Los resultados de la investigación, llevada a cabo entreseptiembre de 2007 y octubre de 2009 por Zahi Hawass, del ConsejoSupremo de Antigüedades de El Cairo y sus colegas, se publican en laúltima edición de la revista científica JAMA.

El estudio echa luz sobre algunos de los misterios que rodean alfaraón más conocido de la egiptología, tales como la causa de sutemprana muerte en el noveno año de su reinado -objeto de numerosashipótesis que incluyen el asesinato- y su parentesco con otrosmiembros de la familia real.

Los científicos llevaron a cabo exhaustivos análisisantropológicos, radiológicos y del ADN de la momia de Tutankamón yotras diez momias de la época (entre 1410 y 1324 a.C) posiblementeemparentadas con él, de las cuales sólo se conocía a ciencia ciertala identidad de tres.

El estudio permitió poner nombres a varias de las momiasanónimas, entre ellas la KV35EL que fue identificada como la deTiye, madre del faraón Akenatón y abuela de Tutankamón, y lamisteriosa momia KV55, que con toda probabilidad es la de Akenatón,padre del que fue el último rey legítimo de la dinastía XVIII (entre1550 y 1295 a.C).

Según sus conclusiones, el lazo paterno-filial entre Akenatón yTutankamónse desprende de los numerosos rasgos antropológicoscaracterísticos y del grupo sanguíneo idéntico que comparten ambasmomias. Las investigaciones genéticas permitieron reconstruir el linajeinmediato de Tutankamón durante cinco generaciones.

Las patologías de Tutankamón

Los científicos hallaron varias patologías como el mal de Kohler,que consiste en una necrosis avascular (por falta de riegosanguíneo) del hueso navicular del pie, y la presencia del parásitode la malaria en la momia de Tutankamón, así como en las de variosde sus familiares.

"Estos resultados señalan a la necrosis avascular ósea y lamalaria como causas más probables de la muerte de Tutankamón", undiagnóstico que se ve corroborado por el hallazgo de bastones paraandar y de toda una farmacia dentro de su tumba, según los autores.

El estudio también desmiente que el faraón sufriera deginecomastia, un desarrollo exagerado de los pechos en los varones,o del síndrome de Marfan, que se caracteriza por una longitudexcesiva de los miembros.

Esas enfermedades han sido sugeridas a raíz de los objetoshallados en las tumbas y de las representaciones artísticas de losfaraones y su entorno en el período de Amarna, que muestran rasgosandróginos. "Es importante destacar que los antiguos reyes egipcios teníanpor costumbre ser representados junto con sus familias de un modoidealizado", explican los autores.

El Período de Amarna se desarrolló durante la segunda mitad de laDinastía XVIII de Egipto y estuvo marcado por el reinado deAmenhotep IV, quien adoptó el nombre de Akenatón para reflejar elcambio de una religión politeísta a otra en la que sólo se adorabaal dios-sol Atón.

Nuevo campo de estudio

Los autores de la investigación afirman que ésta abre un nuevocampo de estudio en la genealogía molecular y la paleogenética delas enfermedades en la época de los faraones. "Se puede establecer una nueva disciplina científica llamadaegiptología molecular que combine las ciencias naturales, lasciencias de la vida y la cultura, las humanidades, la medicina yotros campos", dicen.

En un editorial en el mismo número de JAMA, el historiador de lamedicina Howard Markel, de la Universidad de Michigan, se preguntasin embargo sobre la utilidad y la ética de este tipo de estudios. "Antes de molestar a los muertos con las perspicaces maravillasde la ciencia médica del siglo XXI", señala Markel, es esencial"considerar las implicaciones éticas de estas pesquisas, para evitarabrir la caja de Pandora de la historia".

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