Una nueva sonda de alta tecnología ayudará en la localización de cadáveres enterrados

En un reciente artículo publicado en la revista Forensic Science International los químicos Tara M. Lovestead y Thomas J. Bruno, del NIST (Instituto Nacional de Estándares y Tecnología), han presentado una nueva técnica que ayudará en la detección de cadáveres enterrados y restos dispersos.

Aparte del uso de perros entrenados, y del geo-radar o radar penetrante, que permite visualizar el contenido del subsuelo, la forma más habitual de detectar cuerpos ocultos consiste en tomar muestras del suelo y analizarlas en busca de los cambios químicos que se producen como resultado de la descomposición de la materia orgánica.

La nueva propuesta consiste en una sonda, formada por una pipeta de aluminio de grosor poco mayor que un cabello humano, y que permitirá tomar muestras gaseosas en busca de trazas de un compuesto químico llamado nitrógeno reactivo a nihidrina (NRN). Este compuesto se acumula en minúsculas bolsas de aire que se forman alrededor de un cadáver en descomposición.

El sistema puede utilizarse incluso en el hormigón, si se taladran unos agujeros de dos o tres milímetros para pasar la sonda. Otra ventaja es que las muestras se pueden tomar a temperatura ambiente, sin que sea necesario congelarlas.

Para probar el nuevo método, Lovestead y Bruno han utilizado ratas muertas, disponiéndolas unas sobre la tierra y otras enterradas a unos ocho centímetros de profundidad, y contrastando los niveles medidos de NRN con las mediciones hechas en tierra limpia. La conclusión es que el NRN es detectable en forma gaseosa hasta transcurridos al menos cinco meses.

Por el momento, una vez tomadas las muestras de aire aún es necesario llevarlas al laboratorio para su análisis; pero Bruno está trabajando en un sistema portátil de análisis que permitiría determinar la presencia del compuesto delator sobre el terreno.

Quien sabe, una vez perfeccionado el método quizá por fin sepamos qué fue de Jimmy Hoffa.