Los suicidios de la desesperación: quemarse a lo bonzo y otras formas radicales de acabar con la crisis

  • Este fin de semana un activista israelí trató de quitarse la vida prendiéndose fuego durante una manifestación. Pero son más los casos de quienes han intentado quitarse la vida para dejar atrás los problemas que ha traído la crisis económica y política.

El intento de inmolación saca a la calle a mil israelíes en una protesta espontánea
El intento de inmolación saca a la calle a mil israelíes en una protesta espontánea

"Se lo quitan a los pobres para dárselo a los ricos", lamentaba el activista Moshe Silman en una nota que había repartido entre los 10.000 manifestantes que el sábado pasado salieron a las calles de Tel Aviv para conmemorar el primer año de su movimiento 'indignado'.

Se roció con un líquido inflamable antes de prenderse fuego y acabar con quemaduras de tercer grado en el 80% de su cuerpo. Su estado es grave, pero sobrevivirá.

"El Estado de Israel me ha robado, me ha dejado sin nada. Culpo a Israel, a Netanyahu y a [el ministro de Finanzas] Yuval Steinitz por la continua humillación que tienen que soportar día tras día los ciudadanos de Israel", había escrito Moshe en aquella nota, recogida por Europa Press.

Como Moshe, la desesperación acrecentada por la crisis ha llevado a varias personas a lo largo del mundo a convertirse –literalmente- en una llama, o suicidarse haciéndoselo saber a todo el planeta.

Aunque el trasfondo de las crisis -económicas y políticas- en cada lugar es distinto, tienen un trágico denominador común: la autolesión como forma de protesta.

El informático reconvertido en frutero que alimentó la Primavera Árabe

Tenía 26 años. Como tantos otros tunecinos, no conseguía encontrar trabajo. Era diciembre de 2010 y había un 13% de desempleo, según cifras oficiales, que afectaba principalmente a los jóvenes graduados tunecinos con un 48%.

Mohamed Buazizi decidió que para traer dinero a casa cargaría fruta y verdura en un carro y trataría de venderla.

Pero no tenía licencia y cuando la policía le exigió los papeles –algunas versiones hablan de que le pegaron- no pudo dárselos. Le requisaron su pequeño negocio, y Mohamed –impotente- no supo o no quiso encontrar otra forma mejor que protestar quemándose a lo bonzo. Su ejemplo cundiría en los meses venideros también en otros países a los que llegó el efecto dominó de la revolución árabe.

Buazizi murió pocos días después en el hospital. Hasta el entonces aún presidente de su país, Zine el Abidine Ben Alí, fue a visitarle. Pero de nada le sirvió. Ya se había prendido la mecha de la revolución que acabaría con 23 años de régimen autoritario en Túnez y que más tarde se convertiría en la Primavera Árabe extendida por el Norte de África y Oriente Medio.

Quemarse a lo bonzo, 'de moda' en el Tíbet

Dekyi Choezom es madre. Su edad ronda los 40 años. El pasado 27 de junio sobre las 2 de la tarde se prendió fuego en medio de una protesta a favor del derecho de las tierras tibetanas, según la organización Free Tibet.

Denuncian que mientras Dekyi aún estaba envuelta en llamas, las fuerzas de seguridad china pegaron y detuvieron a dos de sus familiares, también presentes en la manifestación. Se cree que la mujer sobrevivió gracias a que las fuerzas de seguridad la llevaron al hospital de Xining, en el norte de China.

Al menos 40 personas se han quemado a lo bonzo en su lucha desesperada contra la represión que denuncian sufrir por parte de China desde marzo de 2011, según la misma fuente. Muchas de ellas eran monjes budistas, pero también hay laicos que han protestado convirtiéndose en una mecha humana.

La directora de Free Tibet, Stephanie Brigden, ha subrayado que fue la primera vez que un tibetano se quemaba a lo bonzo en medio de una protesta en el propio Tíbet.

Los suicidios no paran de aumentar en Grecia

Armado con un megáfono, un mechero y un bidón de gasolina. Así se presentó un hombre de 55 años ante la sede de un banco griego el pasado septiembre. Se roció con gasolina y prendió el mechero. Un agente de policía salió a su rescate con un extintor de incendios. Fue en Tesalónica, la segunda ciudad más poblada del país.

Envueltos en llamas o no, los suicidios se suceden en Grecia. Algunos también convierten su decisión final en un último toque de atención a las autoridades.

Dimitris Christoulas tenía 77 años. El farmacéutico se pegó un tiro en la cabeza el pasado 4 de abril en plena hora punta ante el Parlamento heleno en la ya conocida Plaza Sintagma que acoge desde 2010 infinidad de manifestaciones.

"No veo otra solución que este final dignificado para mi vida para no encontrarme buscando en latas de basura para subsistir", escribió Dimitris en su nota de despedida, recoge Reuters.

Ese mismo mes, un catedrático de geología de 38 años se ahorcó desde un poste de luz público de Atenas, un sacerdote de 35 años se lanzó al vacío desde su balcón y un estudiante de 23 años se pegó un tiro en la cabeza.

Sucesos similares se suceden mes tras mes. La línea telefónica destinada a evitar que los griegos se quiten la vida de la ONG Klimaka no para de ver aumentar las llamadas pidiendo auxilio. En 2010 recibieron 2.500 llamadas, mientras que solo en el primer semestre de 2012 ya ha recibido 1.800 llamadas. El 33% de ellas con planes concretos para llevar a cabo el suicidio.

"La crisis económica por sí sola no puede causar los suicidios, pero si puede crear la base para desarrollar ideas suicidas", explica el psicólogo de Klimaka, Aris Violatzis. "Es un signo de desesperación de gente que sufre".

Convertido en secuestrador, asesino y suicida por un desahucio

Un francés de 53 años puso a la ciudad alemana de Karlsruhe sobre el mapa el pasado 4 de julio. No lo hizo por ningún acto honorable. Había secuestrado a cuatro personas a quienes retenía atrincherado en su casa.

Ese día iban a desahuciarle a él y a su pareja, dueña de la vivienda, pero al parecer decidió que era mejor morir y llevarse por delante a quienes se pusieran en su camino.

Solo se salvó el trabajador social que había acudido al desahucio, pues el secuestrador le envió para que avisara a la policía de su plan.

Mató a su novia y después de unas horas de secuestro, acabó con la vida del cerrajero, del nuevo dueño de la vivienda y del ejecutor del desahucio.

El secuestrador se pegó un tiro después de haber disparado y herido de muerte a las otras cuatro personas que le acompañaron en esos últimos momentos de su vida.

Sigue @maria_torrens

Mostrar comentarios