La 'nueva' Ciudad Juárez espera que el Papa ayude a sanar sus heridas

  • "Juárez es amor", pregonan decenas de carteles con el rostro del papa. La que fue la ciudad más peligrosa del mundo quiere dejar claro que ya no es sinónimo de violencia ni de feminicidios, pero muchos esperan que la visita de Francisco ayude a sanar heridas.

La transformación de Ciudad Juárez se palpa en sus calles polvorientas, que volvieron a la vida después de años de balaceras, y también en espacios tan simbólicos como la cárcel estatal número 3, que llegó a ser una de las más violentas de América Latina y será la primera parada del papa en esta ciudad fronteriza con Estados Unidos el 17 de febrero.

Una treintena de presos con uniforme naranja arreglan las plantas y pintan las paredes de la iglesia en el patio exterior del penal bajo las temperaturas gélidas del invierno en este desierto, esforzándose en sacar la cara más bonita de una prisión donde en 2010 llegaron a morir un centenar de internos en varios motines y reyertas.

"Antes existían grupos que aquí adentro se encontraban y ocasionaban problemas entre ellos. Y, uno, como interno tenía que correr a su celda. Hoy esto ya no pasa. Te cogen hasta el más mínimo clavo, es muy seguro", dice a la AFP Joel Torres, un exmilitar que lleva 15 años entre rejas y al que se le ilumina la cara imaginándose el papa entre estos muros con alambres.

Joel se refiere a la sangre que corrió en esta ciudad del desierto en los peores años de la guerra militar contra el narco, entre 2008 y 2011, en medio de las batallas entre el cártel de Juárez y el de Sinaloa, de Joaquín "El Chapo" Guzmán, por quedarse con esta plaza estratégica para el tráfico de drogas.

Años en los que llegó a haber más de 3.000 asesinatos en 2010 y en los que chicas jóvenes desaparecieron misteriosamente para nunca más volver.

De ese negro 2010 se pasó a unos 300 homicidios el año pasado, según datos de la fiscalía de Chihuahua (norte).

Un cambio drástico que el gobierno atribuyó a la mano dura de un nuevo jefe policial y a programas de prevención, aunque expertos y fuentes de seguridad dicen que fue porque el cártel de Sinaloa salió victorioso de la guerra contra el de Juárez y, cuando no tiene rivales, se centra de forma pragmática en su negocio millonario de las drogas.

Pero el pasado violento de Ciudad Juárez dejó cicatrices y heridas que aún no han sanado pese a los mensajes optimistas en los carteles para el papa, que contrastan con los rostros de chicas desaparecidas estampados en sus paredes.

"Esta ciudad se está levantando porque Dios así lo quiere. Y el papa viene a darnos una palabra de aliento porque muchas familias estamos sufriendo", expresa Susana Montes, una señora menuda de 46 años, a la que se le escapan lágrimas de rabia y tristeza cada vez que recuerda la fatídica tarde del 31 de enero de 2009.

Esa tarde, su hija de 17 años, María Guadalupe, desapareció cuando iba a comprarse unos zapatos deportivos en el centro.

Desde ese día Susana se convirtió casi en una detective, haciendo lo que sentía que no hacían las autoridades. Y después de meses de no saber nada de ella, se descubrió que un grupo del crimen organizado la secuestró, la tuvo sometida en un hotel y la obligó a prostituirse con otras muchachas.

Sus restos despedazados aparecieron tiempo después en un arroyo, cerca de un puesto militar, junto al de otras once jóvenes que pasaron a formar parte de los más de 400 feminicidios en Juárez desde 1993, cuando empezaron a conocerse los ataques a trabajadoras de maquiladoras.

Y aunque ha mejorado, esta ciudad sigue padeciendo los peores males de México, en parte, por su condición fronteriza: la violencia derivada de los cárteles, la pobreza y exclusión social y el drama migratorio.

Desde que en los 80 empezaron a llegar las primeras empresas extranjeras y sus maquiladoras, miles de mexicanos emigraron a Ciudad Juárez accediendo a trabajar a ritmo y horario frenéticos por salarios irrisorios.

Y con China como competencia, quien se queje, se va: lo comprobaron un centenar de trabajadores de Lexmark que ahora acampan frente a la empresa denunciando haber sido despedidos por haberse sindicalizado y pedir un aumento a sus 38 dólares de paga semanales.

El papa escuchará a los trabajadores de las maquilas y también dará un mensaje a los migrantes, la mayoría centromaericanos, que persiguen y padecen su sueño americano en una inédita misa transfronteriza en el Río Bravo.

Ahí lo escucharán también decenas de mexicanos que tenían familia y trabajo 'del otro lado' y que son deportados cada vez más.

"Los presidentes y la política parece que no están de acuerdo con nosotros, pero no podemos estar en las sombras, también queremos derechos", se lamenta Jose Alberto Sánchez, que vivió 15 años en Las Vegas, donde están sus dos hijos y su esposa, y que fue deportado hace un año y medio siendo detenido tres veces tratando de volver.

El padre Javier Calvillo, de la casa del migrante de Juárez, conoce cientos de historias como esta pero dice: "Yo no le pido nada al papa porque sé que el solo hecho de pisar Juárez y tenerla como micrófono es el mejor regalo".

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