Los sindicatos toman impulso para amenazar con la próxima huelga general

  • "Huelga, huelga, huelga…". La protesta organizada en Madrid por UGT y CCOO contra la reforma laboral ha terminado con la aclamación popular de ir al paro general. Abrumados por la respuesta de los ciudadanos (medio millón, según sus propias estimaciones), los sindicatos prefieren esperar. Pero la primera prueba les ha salido positiva.
Los sindicatos protestan contra la reforma laboral
Los sindicatos protestan contra la reforma laboral
Álex Medina R.

Decenas (puede que centenares) de miles de madrileños que se han sumado a la protesta principal contra la reforma laboral que se ha celebrado en la capital.

"Os pedimos que os informéis y que luchéis", gritarían al final desde el escenario de la Puerta del Sol los organizadores. La felicidad no se podía ocultar: sea cierta o no la cifra del medio millón, la manifestación ha supuesto todo un alivio para unos sindicatos muy cuestionados en la sociedad y que se han encontrado con un respaldo inesperado. Si lo de hoy iba a servir de termómetro, la temperatura ha subido bastante en unas horas.

Porque, no nos engañemos. UGT y CCOO han lanzado el mensaje de que irán incrementando la presión en sus protestas a medida que la reforma avance en su tramitación y no descartan nada "si no nos escuchan". No quieren decirlo tan pronto, pero lo han dicho a coro las miles de personas que han tomado Sol: "Huelga, huelga, huelga".

De hecho, ha sido casi el único canto que se ha lanzado a lo largo de toda la marcha. En teoría, la protesta tenía que arrancar de Neptuno a mediodía. A esa hora, los grupos convocantes (o no convocantes) se congregaban cada uno en su esquina: Equo, en la desembocadura izquierda de la carrera de San Jerónimo; CCOO Madrid, en un parque infantil junto a Neptuno; la CNT, ocupando el centro de la calle.

La cabecera, teóricamente, se situaba al comienzo del Paseo del Prado, dejando libre el espacio entre Cibeles y Neptuno para que lo ocupase el resto de la marcha. Pero los manifestantes han tomado Cibeles desde Alcalá y han desbordado las previsiones. Al final, miles de personas han caminado hacia Sol por delante de los organizadores.

Lo que ha ocurrido a las doce y media, cuando las 'lecheras' de la Policía Nacional han arrancado y el helicóptero ha dejado de dibujar círculos amplios y se ha quedado quieto.

La protesta tenía claro color sindical y sólo había que mirar al manifestante medio para corroborarlo (aunque no se juntan a centenares de personas sólo con simpatizantes a los sindicatos). Mucha mediana edad, incluso personas cercanas a la jubilación; poco joven, en proporción al resto.

Poco antes, una turista en abrigo de visón arrastraba un maletón en la confluencia de Alcalá con Gran Vía. Eran las doce y cuarto del mediodía y abajo, en la plaza de Cibeles, la multitud crecía; desde la puerta del Sol bajaba gente, banderines sindicales en ristre, a centenares.

La turista, de avanzada edad, resoplaba e iba preguntando dónde se puede coger un taxi. Una manifestante de unos 40 años, cazadora Quechua de Decathlón anaranjada, se encogía de hombros. Estaba más preocupada en subirse a la mediana y fotografiar a las miles de personas que se congregan junto a la sede del Ayuntamiento de Madrid.

Como ella, otros muchos se paraban a fotografiar (o lo que sea que se haga con los móviles) lo que no esperaban ni los propios sindicatos: que la manifestación contra la reforma laboral atrajese a tanto ciudadano. Medio millón, dirían luego al término de la protesta.

"No sé", le dice la manifestante a la turista. "Busque más arriba". La del visón se va con su maleta (donde cabría un autobús), refunfuñando. A ella, siendo extranjera, le es completamente ajena la reforma laboral aprobada por el Partido Popular hace diez días.

¿Y sólo gritaban "huelga, huelga, huelga"? Sí. Para los matices (o la brocha gorda) quedaban los mensajes de las pancartas. Desde los nacidos de la indignación como "Mi botín, tu crisis", "Guantánamo laboral" o "Sin pan no hay paz" a la lógica aplastante de primero de Economía: "Con esos recortes, baja el consumo y hay más paro".

Sin embargo, el tiempo de las lecciones se agota. Acaba la marcha, hablan los oradores, suena la 'Internacional' y uno de los sindicalistas encargados de vigilar el perímetro del escenario acaricia a una niña en un carrito, que agita un banderín de CCOO como si fuera un mandoble.

"No me toques", le dice al sindicalista. "Que no muerdo", bromea con la cría, y entonces levanta la cabeza, sonríe a la madre y, como si pensase en lo que viene a partir de ahora en forma de protestas, suelta: "Todavía no…"

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