Los ruteros descubren la dureza del trabajo en las minas de carbón de Lota

  • Concepción (Chile).- Los jóvenes expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA descendieron hoy a unos cincuenta metros de profundidad bajo el nivel del mar, para conocer las cuencas carboníferas de Lota, comuna costera ubicada en la provincia de Concepción, en el centro-sur de Chile.

Concepción (Chile).- Los jóvenes expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA descendieron hoy a unos cincuenta metros de profundidad bajo el nivel del mar, para conocer las cuencas carboníferas de Lota, comuna costera ubicada en la provincia de Concepción, en el centro-sur de Chile.

Cerradas el 15 de abril de 1997, las minas fueron uno de los motores principales de la economía chilena, desde que comenzaron a ser explotadas en el siglo XIX cuando fueron adquiridas a los indios Cabullancas por el empresario, militar e Intendente de Concepción, José Antonio Alemparte Vial.

En 1952, Matías Cousiño se hizo con su propiedad, desarrollándose desde entonces una productiva explotación carbonífera que llegó a exportar el mineral a otros países a través de la flota perteneciente a su acaudalada familia.

Caminando, a ratos erguidos, otros agachados, por los pasillos de lo que antaño fue conocido como "El chiflón del Diablo", los chicos y chicas de la Ruta Quetzal BBVA conocieron de primera mano la dureza de un trabajo que durante casi dos siglos ha dado de comer a la mayor parte de los habitantes de la zona.

Ataviados con cascos de mineros y una batería eléctrica a la cintura, los expedicionarios descendieron por debajo el nivel del mar y escucharon las explicaciones de ex trabajadores del carbón reconvertidos ahora en guías turísticos.

Quién mejor que ellos para relatar las interminables jornadas de trabajo de hasta doce horas, agachados a un metro de altura o tumbados en el húmedo suelo a distancias que llegaban a alcanzar los quinientos metros de profundidad.

En la oscuridad de la mina, ex barreneros y laboristas -aquellos que se encargaban de abrir los frentes en busca del carbón- transmitieron a los jóvenes ruteros sensaciones tan impactantes como el quedarse atrapado bajo tierra o sentir la dinamita explotar a su lado mientras los pulmones se llenan de polvo.

Uno de esos guías, Roberto Rojas, puede afirmar con rotundidad que Dios le ha salvado la vida "muchas veces ahí abajo".

"Dentro de la mina quedó algo de nosotros, pero sobre todo la solidaridad, el respeto y la amistad, porque todos dependíamos de todos", aseguró Rojas, quien ejerció como laborista en "Chiflón del Diablo" desde los 18 años hasta el cierre de la mina.

De sus años de duro trabajo en las cuencas carboníferas, el ahora guía conserva un sinfín de afecciones en la columna, rodillas, y sobre todo en los pulmones, debidos al humo, al polvo, los gases tóxicos y la humedad.

Aún así, Rojas dice que le tiene "cariño" a la mina, y a su trabajo, al que añora, "porque era digno", y porque le permitió sacar adelante a su familia, mujer y dos hijos, y tener una casa propia, algo que recuerda como uno de los momentos más felices de su vida.

"Recuerdo mi primer día. Entré sin temor ni miedo, porque yo sabía a lo que iba. Para mí fue como algo histórico", señala.

Madres y esposas han sido las que más sufrieron las largas jornadas laborales en las minas de Lota. "No sabían si íbamos a volver, pero entonces la vida era así, y hasta los niños iban a trabajar con apenas ocho años", asegura Rojas.

El ex minero explicó que los pequeños eran amarrados con cuerdas a las entradas de las galerías para evitar que el miedo les impulsara a escapar y se acostumbraran a la falta de luz.

Lo cierto es que niños y mayores trabajaron en unas durísimas condiciones de trabajo, descritas en la obra "Subterra" por Baldomero Lillo, que, en la época de la familia Cousiño, eran remuneradas a cambio de 'fichas' que los trabajadores cambiaban luego en las 'pulperías' o economatos por un kilo de comida.

De esa comida "típica" de las familias de mineros, algunas de las cuales superaban los 14 hijos, Rojas recuerda la 'Carboná', un plato cocinado a base de papas y carne picada, fideos o arroz.

Ni los terremotos que afectaron a la zona de Lota en los años 1939 y 1960 consiguieron derruir unas minas, las del "Chiflón del Diablo", que hoy día permanecen abiertas al turismo con la ayuda de algunos de los que allí trabajaron.

De la acaudalada familia chilena, los expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA conocieron hoy además el parque de Isidora Cousiño, fallecida en 1860, en el que se concentran 350 especies arbóreas que ella misma mandó trasladar a Lota desde diferentes lugares del mundo.

Sus jardines albergan también los restos del palacio familiar, que fue destruido por los terremotos, pero del que se sabe que estuvo pavimentado en oro.

Tras estar acampados en la ciudad de Concepción, los ruteros pondrán marcha mañana a la comunidad de Curarrehue, donde pasarán los próximos días en compañía de los miembros de la etnia Mapuche.

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