Rumasa, 30 años después (y II): las horas del pánico

    • Cuando abrieron los bancos el lunes 20, miles de personas empezaron a retirar su dinero.
    • Ruiz-Mateos comenzó a echar la culpa al Gobierno y denunció una "catástrofe".
    • El Gobierno temió ser señalado como el culpable: expropió antes de que quebrase Rumasa.
Portada de El País del 24 de febrero de 1983.
Portada de El País del 24 de febrero de 1983.
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(Parte primera: Los cinco días que conmovieron España)

Las siguientes horas eran cruciales. El sábado 19 de febrero de 1983, la prensa española había pasado de rumores a informaciones preocupantes. El pánico comenzó a apoderarse de los clientes de los bancos mientras que los proveedores empezaron a inquietarse. Los 60.000 empleados estaban intranquilos, pero confiaban en la buena gestión de aquel hombre que les había mantenido en sus puestos de trabajo. Un hombre bueno.

Desde el viernes, Ruiz Mateos había puesto toda su maquinaria de comunicación en marcha para contrarrestar a Boyer. El director de comunicación. Emilio González Navarro, se esforzaba en convencer a los periodistas de que el grupo estaba muy sano. Alguien estaba conspirando contra ellos.

Los titulares asustan

Pero ya era un poco tarde. Las palabras de un ministro de Economía retumbaban en los titulares como los que publicó El País el sábado. "El Banco de España enviará los inspectores si Rumasa no termina la auditoría, según Boyer".

Según este diario, el grupo tenía unas deudas crediticias de medio billón de pesetas (6.000 millones de euros).

Ante las muestras de nerviosismo de la gente, ese mismo sábado, Ruiz-Mateos emitió un comunicado. No habían roto con Arthur Andersen y no tenían problemas de liquidez. Televisión Española y las emisoras de radio se hicieron eco de esta benévola versión. Al día siguiente, domingo 20 de febrero, los principales diarios recogieron la postura de Ruiz-Mateos. Pero los bancos no abren los domingos. ¿Qué pasaría el lunes? ¿Empezaría la gente a retirar sus ahorros de los bancos de Rumasa?

"Eso fue lo que sucedió", recuerda Guindal. "Se veían colas enormes ante los bancos de Rumasa". Al gobierno de Felipez González le entró miedo porque les podían acusar de haber provocado la quiebra. Ese ministro lenguaraz. "La verdad es que las repercusiones sobre las declaraciones de Boyer han sido muy fuertes", escribía La Vanguardia. "Y esto preocupa al Gobierno que piensa que se ha 'destapado'un tema que hasta ahora se ha querido mantener con las máximas reservas posibles".

Estrategia de desinformación

El martes 22, muchos esperaban leer en los medios las poderosas repercusiones del caso Rumasa. Pero en lugar de ello, los periódicos informaban de que Rumasa iba a construir 3.000 viviendas en Irak. ¿Irak? ¿Pero no estaba la gente sacando dinero de los bancos de Rumasa en España? El departamento de desinformación de Rumasa estaba funcionando a toda máquina.

Además, ese mismo martes 22, José María Ruiz-Mateos convocó una rueda de prensa para denunciar las declaraciones de Boyer, que podían producir "pánico entre quienes tienen depositado su dinero en nuestros bancos". Rumasa devolvía la pelota. Y si el grupo se hundía, el culpable sería el gobierno.

Además, algunos medios publicaron cartas sobre Rumasa. Abc fue el más benévolo. El 22, el director de comunicación de Rumasa Emilio González Navarro agradecía a Abc la información objetiva y ponderada del periódico, lo cual contrastaba con 'algún suelto tendencioso publicado en la prensa madrileña". Otra carta elogiaba el estilo no sensacionalista de Abc, y una más, decía: "Parece mentira que se ponga en entredicho esta empresa que da tanto trabajo a los parados, pues todo el mundo sabe que la lleva gente piadosa".

La respuesta detonadora

Justo al día siguiente, el 23 de febrero de 1983, la prensa escrita destacaba las declaraciones de Ruiz-Mateos contra Boyer. Se habían retirado más de mil millones de pesetas de los bancos de Rumasa, "cifra insignificante", según el patrón de Rumasa, pero alguien estaba interesado en provocar "una catástrofe".

Con estos titulares en las portadas de los medios, aquel miércoles el gobierno convocó un consejo de ministros extraordinario. Mañana y tarde. ¿Quién suministró la pregunta a Guindal?, se preguntaban los ministros. Y pensaban que había sido el propio Ruiz-Mateos, para provocar la intervención. ¿Qué pasa si el grupo quiebra? ¿A quién van a culpar? ¿A Ruiz-Mateos o al Gobierno? Estaba claro. Al Gobierno. Había que evitar la quiebra tomando una decisión arriesgada y costosa.

A última hora del 23 de febrero, (cinco días después de que Guindal hiciera la pregunta clave), el gobierno anunciaba por Televisión Española que decretaba la expropiación forzosa de Rumasa. La mayor en la historia de España hasta entonces. El coste: medio billón de pesetas para el Estado español.

Años después, un ministro se dirigió al periodista Mariano Guindal tras una rueda de prensa y le recordó la pregunta que desató el colapso: "Tu pregunta salió muy cara al Estado, la más cara de la historia de la democracia". El periodista sonrió con cinismo y respondió: "Ministro, no fue la pregunta sino la respuesta lo que salió caro".

(Ver primera parte: Los cinco días que conmovieron España)

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