La izquierda intelectual se siente culpable de la victoria de Trump

  • Los americanos creen que Trump tiene el pelo raro pero no tiene un pelo de tonto, y fue el que mejor leyó la realidad social norteamericana.

    Hillary estuvo muy pendiente del voto feminista, latino, negro, inmigrante, homosexual y LGTB, políticamente correcto... pero nadie se acordaba del voto de la famosa pero olvidad “working class”.

Trump y Preibus, en un acto
Trump y Preibus, en un acto
José Luis Roig / @joseluisroig
José Luis Roig / @joseluisroig

Una de las grandezas de la democracia es que acoge por igual a tontos y a listos. Bajo el principio de una persona un voto, todo ser humano mayor de edad tiene derecho a meter su papeleta en la urna y, si le place, incluso a meter la pata, no literalmente, pero sí en forma de voto. Me refiero a votar a quien le plazca, incluido Trump.

Para entender un poco más el por qué de este resultado electoral, ayer llamé a mis amigos y familiares de EE.UU. para que me explicarán lo que había sucedido. La mayoría de los consultados, incluida mi hermana que lleva viviendo en Estados Unidos más de 25 años, son de izquierdas, esa izquierda americana que vota a Demócratas.

De repente todos lo tenían claro: Trump tiene el pelo raro pero no tiene un pelo de tonto, y fue el que mejor leyó la realidad social norteamericana, bastante harta del falso buenismo y efectismo del demócrata Obama. Y, sobre todo, y aquí está la clave, muy harta de que los políticos se olvidaran siempre de ellos.

Hillary estuvo muy pendiente del voto feminista, del voto latino, del voto negro, del voto inmigrante, del voto homosexual y LGTB, del voto políticamente correcto, del voto del establishment, etc., pero nadie se acordaba del voto de la famosa pero olvidad “working class”, esa gran masa de gente trabajadora, de raza blanca y clase media, con estudios básicos, esos que han formado durante muchos años una gran mayoría silenciosa; aunque también los hay con estudios universitarios, negros y latinos, a los que nadie hace caso.La working class no son racistas ni machistas, simplemente consideran que nadie defiende sus derechos ni sus puestos de trabajo, que todos están pendientes de las minorías y que ellos son los grandes olvidados

Hasta que llego el tío Trump y empezó a decir lo que la working class y los Republicanos olvidados querían oír. No son racistas ni machistas, simplemente consideran que nadie defiende sus derechos ni sus puestos de trabajo, que todos están pendientes de las minorías y que ellos son los grandes olvidados.

Trump los ha rescatado con una campaña populista pero efectista. Hablándoles de lo que les preocupaba con un lenguaje de estos tiempos en los que no brilla la finura ni la excelencia y hay demasiado ruido mediático. Ante esta incuestionable realidad, que no supo ver Hillary Clinton, una parte de la izquierda empieza a despertar y a entender el por qué de este fracaso electoral.

La respuesta más hábil y con menos paños calientes la daba estos días un actor inglés, Tom Walker, que desde hace años interpretaba el papel de un periodista inglés, Jonathan Pie, que comenta la actualidad en su programa de televisión: “Nosotros, la izquierda, somos los responsables de que Trump esté en la Casa Blanca.  Porque hemos decidido que otra visión del mundo es inaceptable. Ya no nos dignamos a debatir porque la izquierda ha ganado la batalla cultural. Si eres de derechas eres malvado, un friki, racista, estúpido, eres como dijo la propia Clinton, deplorable. Hemos conseguido que la gente tenga miedo de expresar su opinión por miedo a las consecuencias. Cuando dicen algo siempre hay alguien de izquierdas que les dice ‘usted no debe decir esto’. Es hora de dejar de prohibir a la gente que exprese sus opiniones. Sentirse ofendido ya no funciona, insultar a la gente ya no funciona, lo único que funciona es aceptar el debate, hablar con la gente que no piensa como tú y persuadirla con tus argumentos. Es tan fácil, pero la izquierda ha perdido la costumbre. Dejad de pensar que la persona que no concuerda con vosotros es un malvado, un sexista, un racista, un estúpido, y convencedle. De lo contrario ya veis lo que conseguís… Trump en la Casa Blanca”.

Quizá no sea el principal problema, pero si es uno de los más importantes. La izquierda debe resituarse y redescubrir sus nuevos valores políticos y sociales, y defenderlos hasta lograr que triunfen como ya hizo con el Estado de bienestar. Y todo eso desde el debate intelectual, sin esgrimir cierto complejo de superioridad moral que atesoró a mediados del siglo XX y hoy se ha quedado rancio y fuera de juego.

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