Así pide perdón un preso de ETA

  • Son unos 27. Están en el último paso antes de iniciar su reinserción. Son los presos de la cárcel de Nanclares de Oca, Langraitz en euskera, que han culminado una serie de etapas previas que les ha hecho ganarse la confianza del Estado. Pese a su pasado sangriento, algunos gozan de permisos penitenciarios después de haber manifestado su voluntad de dejar ETA y haber pedido perdón a las víctimas.

Especial:En territorio Bildu

'Reconozco que con mi actuar como militante de la Organización ETA he causado daño y creado dolor, y por todo ello pido perdón a las víctimas'. Hace año y medio el preso Luis María Lizarralde Izaguirre, alias 'Beltza', enviaba esa carta al director de la vitoriana cárcel de Nanclares de Oca. Dos meses después se le concedía un permiso penitenciario de tres días. Lizarralde cumple una pena de 74 años por varios asesinatos cuando era miembro de ETA.

En España cumplen condena medio millar de presos etarras, además de otros dos centenares más repartidos en cárceles de otros países, fundamentalmente francesas. Hay casi tantos presos de ETA como muertos han causado en más de medio siglo de actividad terrorista. Se estima que aproximadamente uno de cada cinco presos etarras se ha distanciado de alguna forma de las férreas directrices de la banda.

Esa carta, reflejada en documentación judicial a la que ha tenido acceso la información.com, es el último paso de un eslabón de avances, un trabajo cuyo final visible son misivas escritas de su puño y letra y remitidas a los medios de comunicación, a los directores de sus centros penitenciarios o al magistrado de vigilancia penitenciaria. Antes de eso hay pequeños pasos que acaban por demostrar a los responsables judiciales y policiales que el etarra en cuestión ha tomado una decisión irreversible tras un largo preceso.

Colectivo, movilizaciones y abogados

En el caso de 'Beltza' antes de esa carta hubo otra en el que comunicaba que había roto todas sus ligazones con ETA. 'Me alejé de la línea de la Organización Armada siendo crítico con ella, he roto con la disciplina del colectivo, no participo en las movilizaciones...', decía en otra misiva enviada meses antes, en la que también comunicaba su oposición 'a la utilización de los presos para justificar la continuación de la lucha armada' y su rechazo a 'los abogados del colectivo'. La primera consecuencia, 'desgaste personal, algunos compañeros me hacen el vacío...'. Segunda consecuencia, expulsión del colectivo de presos. Tercera consecuencia, en algunos casos, expulsión de ETA.

Los casos más sonados de disidencia en el importantísimo 'frente de makos', es decir, el colectivo de presos, es el de Kepa Pikabea y José Luis Álvarez Santacristina, 'Txelis'. El primero, acusado de más de una veintena de asesinatos, fue expulsado de la banda en 2008, aunque fue tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco cuando comenzó a hacer notorio en su conducta el rechazo a la violencia, según fuentes judiciales. El segundo, ex jefe del aparato político de ETA, dijo tras el asesinato del edil popular que 'la lucha armada de ETA está conociendo como nunca el desprestigio político y social'.

Kepa Pikabea ha disfrutado también de permisos penitenciarios puntuales para regresar a Lasarte, donde 'ha sido bien acogido', según fuentes de su entorno. El ex etarra, al que un miembro del GAL ametralló en un bar francés en 1985, saltaba recientemente a los medios de comunicación al pedir a Bildu en una carta a los medios que favoreciera 'pasos hacia la reconciliación con las víctimas'. Dicho texto fue firmado junto a Txelis, como otros remitidos a los medios años antes y que ya les habían valido la expulsión de ETA a ambos.

La fe y el amor, las inspiraciones de 'Txelis' y Rekarte

En estos caminos hacia el arrepentimiento hay historias llamativas. 'Txelis', por ejemplo, ha vivido una fuerte conversión espiritual. No sólo asiste a las misas que organizan en la cárcel, sino que prepara su tesis doctoral en teología. De hecho, con cada atentado de ETA se ha dirigido a los funcionarios de la prisión de Nanclares para pedirles perdón y darles el pésame.

Otro caso curioso es el de Iñaki Rekarte, condenado a más de 200 años de cárcel por tres asesinatos y más de una veintena de heridos en un atentado con coche bomba, que inició un giro radical después de contraer matrimonio con una joven gaditana que trabajaba como voluntaria en la cárcel. Desde entonces, a pesar de que fue trasladado primero a Salamanca y luego a Vitoria, ha ido escenificando varios pasos. Primero pidió trabajo remunerado en la prisión para destinar parte del salario a pagar la responsabilidad civil por sus actos. Después renunció a la lucha armada y mostró su arrepentimiento 'por los delitos cometidos en el pasado'.

Rekarte llegó, en un último paso, a redactar una carta de pésame para la familia del comisario Pueyes tras su asesinato a manos de ETA. Pero el acercamiento a las víctimas no siempre es sencillo. El asesino de Yoyes, por ejemplo, quiso hacerlo en persona ante la familia de la ex dirigente etarra, pero sólo una hermana de la asesinada a manos de sus compañeros le recibió. El resto ni olvida ni perdona.

Reconocer a las víctimas y contribuir 'al final'

Otro caso de recluso que ha dejado escrita su voluntad de dejar la violencia es el de Antonio Alza Hernández. Les dijo a unos funcionarios de la prisión donde cumple condena que es 'hoy y en estos momentos cuando se puede acabar para siempre con ETA, que el planteamiento de una ETA auténtica no es posible con la gente que tiene ahora'. Esa conversación quedaría plasmada sobre el papel semanas después, en un escrito remitido al director de su prisión: 'Mi postura ante ETA no deja lugar a dudas (...) Reconozco el dolor causado a mucha gente en la dilatada trayectoria de este capítulo. Pienso que es un deber el que tenemos en la participación del final de esta historia y no me refiero al papel de meros espectadores, hablo simplemente de contribuir al final'.

Alza, condenado a más de 30 años por ser parte del comando de información de ETA, se manifiesta en términos similares a los de José Manuel Fernández Pérez de Nanclares, alias 'Txetxu', que fue condenado como cómplice de un asesinato en Getxo en 1992: 'Reconociendo el daño causado a las víctimas y comprometiéndome al pago de la parte correspondiente a mi responsabilidad civil, me doy de baja en el colectivo al que pertenezco'. El esquema es similar también en el caso de Andoni Muñoz, detenido en 1994 y condenado a 67 años de cárcel por tres atentados con bomba: 'Me arrepiento de los delitos que he cometido siendo parte de la organización ETA y [presento] mi renuncia a utilizar en el futuro la lucha armada', escribió.

Cartas similares han firmado otros conocidos presos etarras como Fernando de Luis Astarloa o la histórica Carmen Gisasola, que habla de 'un nuevo tiempo' para renunciar a su pasado violento en un escrito remitido recientemente a los responsables judiciales. Según fuentes penitenciarias, se estima que uno de cada cinco presos que cumplen condena en recluidos en Vitoria son la avanzadilla de un amplio contingente de etarras que podrían dar pasos más decididos en un corto periodo de tiempo.

Borja Ventura
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