América Latina, donde los carceleros son los propios presos

    • Las denuncias de violaciones de DDHH en las cárceles, conviven con situaciones de privilegio inverosímiles, como celdas de lujo en las que no falta el aire acondicionado y los equipos electrónicos.
    • Con casi medio millón de presos,Brasil tiene la cuarta mayor población penitenciaria del mundo, sólo superada por EEUU, Rusia y China, lo que supone un 70% más de su capacidad oficial.

En agosto de 2013, un incendio provocado durante una pelea entre presos en la cárcel boliviana de Palmasola, uno de los centros penitenciarios más peligrosos de América Latina, acabó con la vida de unas 35 personas, entre ellas un niño. El trágico episodio puso en evidencia los problemas, ya crónicos, que los países del continente tiene para hacerse con el control de este tipo de instituciones.Un reciente informe de Human Rights Watch (HRW) acerca de la prisiones de Pernambuco incide en una de las grandes cuestiones de Brasil, semanas después de que se produjera el enésimo motín de presos dentro de los muros de un penal.Un año antes, en el estado de Paraná, varios reclusos decapitaron a dos rehenes y lanzaron a dos agentes de seguridad del techo de uno de los edificios del centro, como protesta por las precarias condiciones en las que viven hacinados.Las leyes de muchos de estos países incluso agudizan aún más el problema ya que según su legislación, aquellas personas que están a la espera de ser procesadas por cualquier tipo de delitodeben permanecer en prisión hasta que se celebre el juicio que dictamine o no su culpabilidad.Cuando los carceleros son los propios presosEl hacinamiento es una de las quejas más frecuentes. En Palmasola, donde la capacidad es para 600, se apilan casi 5.000 personas.Muchos de los reclusos viven con sus familias, -según la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los DDHH, en las cárceles bolivianas se contabilizaron más de mil menores- en un sistema de prisiones regido por la extorsión de redes mafiosas que mercadean con el espacio y la comida, e inundado por el dengue, el VIH y la tuberculosis.

En Brasil, cuya presidenta Dilma Rousseff estuvo encarcelada tres años durante la dictadura de la década de los 70, casi la mitad de los centros penitenciarios carecen de camas suficientes para todos los prisioneros, y es en esa situación donde las redes de extorsión buscan el negocio.Los presos acaban ocupando huecos en las escaleras y en los pasillos de los pabellones, o incluso turnándose las horas de sueño con otro recluso, previo pago de un impuesto, bajo pena de morir asesinado, en el mejor de los casos,si no se está de acuerdo con respetar las normas.En el informe'El Estado permitió que reinara el mal: la crisis penitenciaria en el Estado brasileño de Pernambuco', HRW alerta del 'desastre en materia de Derechos Humanos' en las cárceles de Brasil, donde la falta de guardias ha provocado que sean los propios presos, a través de la violencia, los encargados de mantener el orden y gestionar la vida en el penal, llegando incluso a poseer las llaves de las celdas.Cárceles a medidaNo solo en Brasil algunos presos han hecho de su estancia en prisión su particular cortijo. De México, de reciente actualidad tras la sorprendente fuga del líder del cártel de Sinaloa, Joaquín 'El Chapo' Guzmán, llegan casi a diario sorprendentes noticias de cómo es la vida en sus cárceles.Los Zetas han convertido las prisiones en lugares donde reclutar nuevos miembros para la organización. La enquistada corrupción que asola las instituciones del país han hecho que las medidas de seguridad de sus centros penitenciarios sean las más fáciles de burlar.Antes de huir por una red de túneles a través de un hueco hecho en la ducha de su celda, 'El Chapo' ya logró en 2001 escapar de otra prisión, considerada de máxima seguridad, escondido en un carrito de la ropa sucia.Las denuncias de violaciones de Derechos Humanos, torturas y asesinatos, dentro de las cárceles, tanto por parte de unos presos a otros, como de los guardias sobre los reclusos, conviven a su vez con situaciones de privilegio inverosímiles, como celdas de lujo en las que no faltan comodidades como aire acondicionado y equipos electrónicos.En 2011, durante un registro en una cárcel de Acapulco, la Policía encontró cien televisores, 53 gallos de pelea, armas, drogas y una veintena de prostitutas. Un año antes, se supo que en una prisión del estado de Durango, la directora y el subdirector del penal, además de algunos de sus guardias, permitían a ciertos reclusos abandonar las instalaciones para cometer asesinatos.En Perú, el expresidente Alberto Fujimori, en prisión tras ser condenado por delitos de lesa humanidad, así como por otros de índole económica, cuenta con una celda en la que no le falta de nada. Desde una cama clínica, hasta cocina y baño bien equipados. El escándalo con el antiguo jefe del Estado peruano no acaba ahí. Hace un par de años, concedió una entrevista telefónica a un programa de televisión desde prisión.La sobrepoblación, el origen de todos los malesCon casi medio millón de presos, Brasil cuenta con la cuarta mayor población penitenciaria del mundo, sólo superada por Estados Unidos, Rusia y China, lo que supone un 70% más de su capacidad oficial.Centroamérica es quizás la región del continente donde mejor se puede observar la degeneración del sistema penitenciario. El Salvador, uno de los países más peligrosos del planeta, padece desde hace décadas la guerra entre las 'maras'.Esta violencia, se estima que en 2012 unas catorce personas morían asesinadas en un país de unos seis millones de habitantes, se ha trasladado a las cárceles, desde donde sus líderes siguen organizando a sus secuaces en las calles.En menos de una década, El Salvador ha triplicado el número de presidiarios en sus cárceles, haciendo de ellas las más sobrepobladas de América Latina.La sobrepoblación genera tensión entre los presos y los conflictos por el espacio, la comida y los servicios, son constantes. El incendio en la prisión de Palmasola en 2013 vino motivada por la falta de alimento, que además de ser escaso, está lejos de superar unos mínimos controles de calidad, por lo que muchos presos recurren al mercado negro dentro de las penitenciarias.Sin embargo, no solo los presos mercadean con la poca y mala comida que les llega, algunos responsables de los sistemas penitenciarios han sido señalados en más de una ocasión por desviar los fondos destinados a la compra de alimento hacia otros sectores, lo que vacía un poco más los estómagos de los presos y engorda la corrupción y la precaridad en la que millones de personas viven hacinadas en el continente.

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