Chávez: el gran cacique venezolano

    • Rafael del Naranco fue una de los periodistas que mejor conoció al fallecido presidente.
    • En esta crónica describe la primera entrevista que concedió a un medio cuando llegó al poder.
Rafael del Naranco

La vida política de Hugo Chávez -corta historia  de apenas veinte años de acción hasta culminar tomando el poder sin compartirlo con nadie- encarnó  la potestad de un hombre cuyo carisma no tuvo parangón en los doscientos años y poco más de  de existencia de Venezuela soberana. El otro mito, Simón Bolívar, sembró y moldeó de tal forma el espíritu del barinés como si de una reencarnación se tratara.

Chávez supo hacer del Libertador el soporte  compacto de una revolución pensada para durar mil años. Anhelo de una mente calenturienta, imbuida de mística criolla. El teniente coronel pasará antes de lo previsto; no así su leyenda.

Con ese personaje paradójico, un Jano cuyas dos caras marcaron en todo instante sus actos más asombrosos, compartí una amistad  dificultosa  hasta hacerse pedazos.

Durante más de una década, antes de que obtuviera la presidencia de la república, la camaradería fue sólida y llana entre ambos. Chávez gozó de una charla fluida y siempre ha sido espontáneo y ameno en sus conversaciones.

Estuve a su lado cuando el Consejo Nacional Electoral lo proclamó ganador de las elecciones el 6 de diciembre de 1998 con más del  56% de los votos. Me dio la exclusiva: una entrevista en un ascensor donde habló sobre su triunfo, cuyo texto publicó el diario El Mundo.

Un líder viajero

Una vez en el Palacio de Miraflores, sede del poder Ejecutivo mantuvimos  conversaciones esporádicas. Lo acompañé a una docena de viajes al extranjero, el último,  el 11 de enero de 2002 a Nueva York, tres meses antes del golpe de Estado que lo apartó del poder durante tres escasos días. En las Naciones Unidas recibió la presidencia del Grupo de los 77, y ofreció una clase magistral en la universidad de la ciudad.

La noche del “golpe” que intentó derrocarle, el 11 de abril de 2002, se lo llevaron a Fuerte Tiuna, el cuartel militar más importante de Caracas. Mientras corría la noticia de su  renuncia, sectores populares y soldados fieles comenzaron a movilizarse contra el alzamiento anticonstitucional.

El 12 hubo “caza de brujas” contra los jerarcas chavistas, algunos solicitaron asilo en embajadas y otros se ocultaron. Esa noche recibí una llamada del ministro de Relaciones Interiores, Luis Alfonso Dávila, requiriéndome información de la situación. Le expliqué lo que estaba sucediendo con las detenciones arbitrarias.

En la madrugada del día siguiente, fuerzas militares  con presencia de civiles  devolvieron a Hugo Chávez al Palacio de Miraflores. El golpe había fracasado.

Durante dos años más mantuvimos la amistad y el respeto mutuo, aunque ya comenzaba a deteriorarse ante las medidas dictatoriales que se estaban  tomando bajo el poder autócrata  de Chávez.

Máximo  dominio

Llegó al Palacio de Misia Jacinta  - centro del mando  ejecutivo - con el corazón henchido  de pasión hacia los pobres, los abandonados de toda redención.

En una entrevista con la ideóloga comunista Marta Harnecker, el presidente hizo una confesión: “Manejar un Estado con el grado de complejidad, clientelismo, inoperancia como el que hemos tenido y seguimos teniendo, es algo bastante complejo. Mucho más de lo que uno se imaginaba”.

Esa  “complejidad institucional” ha sido manipulada con sectarismo. Chávez hizo una Constitución a su medida y con ella controló  los resortes del poder, mientras manejaba el Estado como si fuera la “caja chica” de un abasto.

Venezuela vive uno de los momentos más ásperos de su historia republicana, con una división  profunda entre las clases sociales, como si cada una  fuera un mundo totalmente distinto, dispar y antagónico. Ahora, con la muerte del mandatario, el futuro se presenta oscuro, complicado y lleno de interrogantes.

Dudas sobre el futuro

El Comandante-Presidente llevó al país  de la utopía al desengaño. Desconsolado y magro papel de un  hombre el cual bebió, hasta hartarse,  en las fuentes de Simón Bolívar.

Febrero representó para el mandatario “el mes de la pasión patria contra el neoliberalismo y la exclusión”, no estando dispuesto a dejar el caudillaje  mientras juraba   que gobernaría el país una docena de años más o “hasta que el cuerpo aguante”.  No aguantó: se hizo un amasijo de dolencias, cada una más grave que la otra, hasta la partida definitiva.

Durante casi 14 años mandó como un absolutista  sin darse cuenta de que los grandes retos de Venezuela: seguridad, educación, salud, vivienda, economía,  servicios públicos y libertades democráticas, estaban en el suelo.

Quien observara  a Chávez sin ser un sociólogo, bien pudiera creer que su actitud se correspondió con los mohines de un santón, beato o iluminado, destinado a enmendar injusticias, que las hubo en cantidad tras la llegada de la emancipación colonial, y hasta los momentos tampoco han sido remediadas.

El Divino

Quien  conociera  al  máximo jefe, su desmedido  afán de poder, la pasión hacia el discurso empalagoso de pomposas frases,  entenderá  mejor su fallecimiento.

El no haber podido ni enviar un discurso grabado a sus incondicionales, evidenció  que el país  se hallaba  ante un hombre imposibilitado de manejar las codicias políticas, las mismas que han llevado a Venezuela  a uno de los ciclos más insostenibles de la historia reciente.

La cerril actitud del caudillo mesiánico  ha creado tal crisis, que ahora que falta físicamente, levantará una ventolera de ambiciones veladas, entre rencores y desprecios, con  resultados escalofriantes.

El gaudeamus gubernamental  de Chávez, amasado y  moldeado a su propia figura  con cientos de convidados de piedra, solamente se pudo sostener a cuenta de la saliva del enfermo que aún inspiraba  terror entre sus timoratos catecúmenos.

El propio Líder nunca se cansó de  repetirlo: “Dentro del chavismo, todo; fuera de él, la soledad yerta”. Y eso se cumplió al pie de la letra. Sin la voluntad del presidente, pocos respiraban. En el  llamado  “Socialismo del Siglo XXI”,  el libre albedrío es una entelequia malsana.

Ahora la nación está huérfana, desolada y aterida de incertidumbre. Los ministerios y organismos en dique seco: falta el capitán que ordene, decida y  reparta castigos o parabienes.

La herencia chavista

Su   heredad se ha convertido en un oratorio, el cenáculo  de los abandonados de toda protección. Faltará el patriarca, mientras  la noche lúgubre ha caído sobre  miles de corazones desamparados.

Chávez representaba en  sí mismo una nueva religiosidad, un reflejo refulgente  del misticismo, el bendito que “todo lo da y todo lo quita” con pócimas de santería yoruba.

El Comandante  padecía una ofuscación obsesiva: la convicción real de ser  la reencarnación sagrada venida de los incas, los mayas o más allá, del propio Papá Dios. El gran cacique venezolano.

Horas cetrinas en la  Venezuela actual. Cuando  hay una tragedia como la que ha sucedido con la muerte del líder, quedan las postreras palabras de Rómulo Gallegos:

“¡Llanura venezolana! ¡Propicia para el esfuerzo, como lo fue para la hazaña, tierra de horizontes abiertos, donde una raza buena, ama, sufre y espera!...”

Mostrar comentarios