Residente de Gaza: "Rezamos para que se acabe el bloqueo y podamos reconstruir nuestras casas"

  • La vida bajo el bloqueo de Israel es dura para la gran mayoría de personas que pueblan esta Franja de tierra cálida y polvorienta, donde 1,5 millones de palestinos viven apretujados en campamentos de refugiados y chabolas, rodeados por unos pocos hoteles y edificios elegantes, la mayoría de ellos destinados a una pequeña élite política. Ayer el Gobierno israelí suavizó el bloqueo a Gaza permitiendo la entrada de alimentos antes prohibidos, como refrescos, mermeladas o dulces. Pero la situación para la mayoría de los habitantes de la Franja sigue siendo precaria.
Un hombre palestino camina junto a la frontera de Gaza y Egipto
Un hombre palestino camina junto a la frontera de Gaza y Egipto
Suhaib Saleim | Reuters
Ashley Bates | GlobalPost

(Ciudad de Gaza, Gaza). Gran parte de las familias en Gaza viven sin electricidad al menos durante ocho horas al día, y la mayoría sobrevive a base de las raciones de alimentos básicos, como harina, azúcar, arroz, aceite y carne enlatada, que reparte Naciones Unidas. Aunque esto puede empezar a cambiar poco a poco, después de que el Gobierno de Benjamin Netanyahu permitiera ayer la entrada de mermelada, refrescos y dulces presionado por la comunidad internacional.

Los enfermos suelen tener que cruzar a Egipto, en las raras ocasiones en que se les abre la frontera, para poder acceder a tratamientos médicos no disponibles en la Franja. Además, los materiales de construcción que se necesitan para reparar las casas dañadas por las ofensivas militares son productos que forman parte del bloqueo, por lo que a menudo se tienen que sacar de entre los escombros y reciclar de edificios destruidos.

"Rezamos para que se acabe el bloqueo y podamos reconstruir nuestras casas", dice Nujud Hamad, que vive con su marido y sus seis hijos en una casa inestable, parcialmente destruida, que fue alcanzada por un misil israelí en la guerra del año pasado.

El marido de Nujud trabaja como taxista. El año pasado, la familia alquiló una casa durante unos meses, pero el gasto era excesivo para su economía. Al final, los Hamad tuvieron que regresar a su maltrecha casa en la primavera de 2009 y pidieron un préstamo al banco para comprar cemento de contrabando, llegado a Gaza a través de túneles desde Egipto.

En el afluente barrio costero de Ciudad de Gaza, la vida parece mucho más llevadera. Los altos bloques de apartamentos con ascensor están equipados con generadores eléctricos que garantizan el suministro de luz las 24 horas del día a quienes se lo pueden permitir. Hay cafeterías y algunos restaurantes elegantes, que sirven fundamentalmente a la élite privilegiada, en gran parte vinculada a las agencias de desarrollo internacional.

Paradójiamente, pese a haber contado en su día con una importante industria pesquera, Gaza es ahora un importador de pescado, según Associated Press. Los pescadores en busca de buenas capturas que se arriesguen a ir más allá del límite de las tres millas náuticas impuesto por el bloqueo son disparados por las patrulleras de Israel.

Mahfouz Kabariti es un veterano pescador de Gaza que ha tenido que reconvertir su barco en transporte para rutas turísticas con escolares, porque le resultaba imposible sobrevivir con la pesca. Ahora espera que su nuevo negocio sirva para aportar alguna alegría a una sociedad traumatizada. Otros emprendedores palestinos han abierto viveros, fruto directo del bloqueo marítimo.

Siguiendo al sur por la costa hay algunas zonas de Gaza donde la peste que llega de los vertidos sin depurar obliga a los conductores a cerrar las ventanillas de los coches, incluso en los días más tórridos. Cada día se vierten desde la Franja de Gaza al Mediterráneo unos 120 millones de litros de aguas residuales semi tratadas, en parte porque Israel ha prohibido la importación de repuestos y el material necesario para hacer una correcta depuración.

"Teníamos estos problemas antes del cerco, pero no a este nivel", explica Majed Ghannam, encargado de gestión de calidad de la Coastal Municipality Water Utility, que recibe gran parte de su financiación del Banco Mundial.

Asimismo, los hospitales de Gaza carecen de docenas de medicinas específicas para ciertos tratamientos. Tras la tragedia de la flotilla, la Organización Mundial de la Salud ha difundido una nota de prensa detallando los cientos de productos que esperan poder enviar a Gaza, algunos en lista para su aprobación hace un año. Entre el material médico hay escáneres, máquinas de rayos x, bombas de transfusión, gasas esterilizadas, equipo de laboratorio y baterías para asegurar la no interrupción del suministro eléctrico.

Los pacientes de Gaza que necesitan un tratamiento médico en el extranjero primero deben de recibir una aprobación del Ministerio de Salud, controlado por Fatah. Si se les concede ese permiso, y logran arreglar el tratamiento, el paciente o bien tiene que viajar a Egipto, cuya frontera sólo se suele abrir una vez al mes, o a Israel, cuyo proceso para aprobar la entrada de casos médicos no urgentes puede llevar varios meses.

Uno de esos pacientes es Suhail Zaaneen, que tiene una enfermedad grave de médula que le está haciendo perder poco a poco la sensibilidad en sus miembros. Su estado es crítico, y si no es operado pronto podría sufrir una parálisis permanente. Zaaneen ha sido aceptado para ser tratado en el hospital Saint Joseph, en Jerusalén, pero lleva más de dos meses esperando el permiso para entrar en Israel.

Cerca del valle donde se acumulan las aguas residuales, en el centro de Gaza, está el campamento de refugiados de Deir Balah, y la casa con techo de chapa de Mustafa Namrooti, donde vive con su mujer y sus ocho hijos. Al igual que casi el 50 por ciento de los habitantes de Gaza, Mustafa no tiene trabajo. Hace 10 años tenía "una buena vida", trabajando entre 20 y 25 días al mes como albañil en Israel. En su casa, recuerda, tenían una nevera. Ahora sólo trabaja una o dos veces al mes en algunas construcciones en Gaza.

En el extremo sur de Gaza están la ciudad y el campamento de refugiados de Rafah.En la frontera de Rafah con Egipto se ven perfectamente las blancas tiendas de campaña que cubren las entradas a cientos de túneles para el contrabando. Por algunos de los más grandes se pasan ilegalmente incluso coches de lujo. A lo largo de estos tres años de bloqueo, Egipto e Israel parecen haber permitido el florecimiento de este peligroso e ilegal cordón umbilical, pese a que por los túneles también parecen estar pasando armas. Pero una barrera subterránea actualmente en construcción en el lado de Egipto podría poner fin a la red de túneles definitivamente.

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