Antiguos miembros de la Securitate rumana continúan ejerciendo

  • Veinte años después del asesinato del dictador rumano Nicolae Ceacescu, Rumanía acaba de desclasificar los documentos en los que figuran un millón de personas perseguidas por el régimen. Pero aún quedan muchos flecos por resolver y se calcula que hasta un tercio de los miembros del actual servicio de inteligenicia rumano son antiguos oficiales de la Securitate, la policía secreta y fuertemente represiva de Ceaucescu.
Un trabajador camina entre los antiguos archivos de la Securitate del régimen comunista en Rumanía.
Un trabajador camina entre los antiguos archivos de la Securitate del régimen comunista en Rumanía.
Bogdan Cristel | Reuters
Paul Hockenos | GlobalPost para lainformacion.com
Paul Hockenos | GlobalPost para lainformacion.com

(Bucarest, Rumanía). Como joven corresponsal que cubría Europa central en 1989, recuerdo vivamente el terror que la Securitate, la policía secreta de Rumanía, causaba entre los ciudadanos corrientes durante los últimos angustiosos meses de la dictadura. En ningún otro país del antiguo bloque soviético el alcance de los servicios de inteligencia fue tan amplio como en Rumanía, en donde la Securitate tenía un control férreo de lo que ocurría.

Los servicios secretos de la dictadura dirigían una red tan inmensa de informadores que nadie se sentía seguro diciendo lo que pensaba, ni siquiera entre los amigos. Puesto que los extranjeros eran persona non grata y solo el hecho de hablar con ellos levantaba sospechas, yo solamente tenía que sentarme en un sitio público, como un bar o una estación de tren, para lograr que los locales saliesen disparados como pajarillos. Llegué a Rumanía con nombres y números de teléfono escritos en código y escondidos en mis zapatos. El precio a pagar por quienes eran tachados de no cooperar era muy alto: la Securitate hacía y deshacía carreras, por no mencionar los cientos de ciudadanos que murieron en las cárceles rumanas.

Sin embargo, desde la sangrienta revolución de Navidad (una excepción entre las "revoluciones de terciopelo" de ese mismo año), ningún estado de Europa oriental ha trabajado con menos ahínco en el legado de sus servicios secretos durante el comunismo. Rumanía no ha aprobado ninguna ley de limpieza como en Alemania, la República Checa o Polonia para examinar en profundidad a los funcionarios públicos. Tras la caída del comunismo se tardó 10 años, y por presión de la Unión Europea, en abrir los archivos de la Securitate, y para entonces ya estaban ampliamente purgados o alterados por aquellas personas cuyas carreras se podrían ver amenazadas. Ni una sola persona ha sido juzgada y sentenciada por las muertes de la revolución de 1989, durante la cual perdieron la vida más de 1.000 personas.

"Es imposible entender a la Rumanía de hoy sin entender las redes que crearon en torno a si estas personas (los oficiales de la Securitate, los apparachiks)", explica el activista de los derechos humanos Gabriel Andreescu, antiguo disidente. "Alcanzan a la política, el mundo de los negocios, los medios de comunicación e incluso la Iglesia ortodoxa".

Andreescu asegura que ahora está implicada también una nueva generación, los hijos de la Securitate o personas que de algún modo están en deuda con ellos, que protegen sus intereses a cambio de acceder a las estructuras del poder. Estas redes profundamente entretejidas, afirma Andreescu, son muy difíciles de romper. "Estas instituciones son las mismas que debería de poner en marcha el proceso de limpieza. Por eso no se ha hecho nada", dice.

El caso de Rumanía es especial, porque la dictadura del tirano Nicolae Ceausescu era la más dura del bloque oriental. Al no permitirse la disidencia, había tan solo unas facciones muy débiles de reformistas dentro del gobernante Partido Comunista, pero nada como los movimientos de oposición clandestinos de Polonia, Hungría e incluso Alemania Oriental.

Por lo tanto, después de la revolución fue la segunda línea del antiguo aparato comunista la que tomó el poder. No había nadie más. Se calcula que todavía hoy al menos una tercera parte del "nuevo" servicio de inteligencia, el SRI, está integrado por antiguos agentes de la Securitate. Y los que se han retirado reciben una pensión tres veces mayor que la de cualquier rumano corriente.

Tras años de retrasos, la nueva agencia de inteligencia ha desclasificado finalmente los archivos del millón de personas que se calcula estuvieron perseguidas por el régimen. Pero están lamentablemente incompletos. La escritora alemana de origen rumano Herta Müller, Premio Nobel de Literatura, asegura que hay años enteros de su vida que no aparecen en las carpetas. "El servicio secreto de Ceausescu no se ha disuelto, simplemente ha cambiado de nombre", ha escrito.

En un reciente artículo publicado en la revista alemana Die Zeit, Müller califica su archivo de "una chapuza creada por el SRI en nombre de la Securitate". "Han tenido 10 largos años para 'procesarlo'", dice Müller en referencia a su archivo. "No se puede decir que no haya sido tocado; ha sido completamente despojado".

Destruyendo archivos importantes y socavando un proceso de purga en Rumanía, asegura Müller, los antiguos colaboradores han convertido a la Securitate en "un monstruo abstracto que carece de rostros humanos identificables". De esta manera, se protege a los culpables y se evita un debate público racional.

El servicio secreto actual, según la escritora, todavía funciona de manera similar a como lo hacía antes. Todavía hoy en día la espían y pinchan su teléfono cuando está en Rumanía, asegura. Sus peticiones para recuperar su archivo completo de la Securitate han caído en saco roto.

La analista política rumana Alina Mungiu Pippidi dice que las acusaciones de persecución de Müller no son exageradas, aunque es probable que la propia SRI no esté detrás de ello. "Las redes de la Securitate se han privatizado y convertido en un negocio lucrativo", explica. "Sus miembros temen a cualquiera que les pueda exponer, del modo que hace Müller en sus obras de ficción. El hecho de que usen métodos familiares para intimidar no resulta sorprendente".

Mungiu Pippidi piensa que es simplemente demasiado tarde ahora para esperar que una purga a gran escala resulte efectiva. "Si fuese por mí, ordenaría quemar todos los archivos. El sistema está demasiado infiltrado para que esos archivos sirvan para algo positivo. La purga solo es válida cuando puede afectar a estructuras de poder bajo escrutinio, y no hay ninguna posibilidad de que eso vaya a ocurrir hoy en día en Rumanía", reconoce.

Mostrar comentarios