Partidos rotos e incapaces de pactar: los 100 días desde el 20D pasan factura

  • Sólo una cosa ha quedado clara: partidos y candidatos han estado más pendientes de su supervivencia que del interés general. 

    Las formaciones encaran la fase final con serias crisis internas y su credibilidad en duda. Con mínima voluntad de ceder, las elecciones se hacen inevitables salvo un pacto 'in extremis' a lo Pugdemont.

Sánchez y Rivera, en el Congreso.
Sánchez y Rivera, en el Congreso.

100 días perdidos. El tiempo transcurrido desde el 20-D ha demostrado una cosa: la incapacidad de los partidos para formar gobierno y para dialogar, el reto que les habían puesto encima de la mesa los españoles.

Las principales formaciones han demostrado en estos tres meses largos que los intereses de partido y de candidato están por encima del general. En tiempo de descuento hacia una nueva convocatoria electoral, parece poco probable que un acuerdo imprevisto evite el 26-J, salvo pacto 'in extremis'. 

Desde el 28 de septiembre hasta el 12 de enero, día en el que Carles Puigdemont fue oficialmente investido presidente de la Generalitat pasaron 106 días. La Moncloa superará el próximo lunes, 4 de abril, ese registro de la Generalitat, y hace tiempo que batió el récord de un Gobierno en funciones en España: 62 días (los que tardó José María Aznar en granjearse la investidura en 1996, cuando parecía misión imposible).

El único encuentro previsto a día de hoy es el de mañana miércoles, entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Una cita, ya aplazada, de la que no cabe esperar mucho, más allá de que será la primera entre ambos líderes después del impasse provocado por el acuerdo entre socialistas y Ciudadanos.

Ese documento es, hasta ahora, lo único que podría considerarse avance en el entendimiento entre partidos. Y también tiene riesgo de supervivencia: los de Rivera no ven descabellado que, pese a las promesas de los socialistas, Sánchez lo deje en papel mojado si ello le permite articular un acuerdo con Podemos.

Al margen de los del líder naranja con Sánchez y sus respectivas delegaciones, en estos 100 días, los intentos de los partidos para buscar un acuerdo han sido mínimos: Rajoy y Sánchez se vieron el 23D en un trámite que duró apenas media hora y que solo sirvió para constatar sus diferencias. Lo mismo ocurrió entre el presidente en funciones e Iglesias el 28D. El líder socialista y el 'morado' se reunieron una vez el 5 de febrero. Sus comisiones negociadoras, otra,. La mesa a 'cuatro' de la izquierda el 22 de febrero.

Tras una investidura fracasada-la primera de toda la historia democrática- iniciada el 1 de marzo los partidos encaran la recta final a la disolución de las Cortes-el próximo 2 de mayo si nada lo evita- prácticamente en las mismas posiciones de partida.

El PP insiste en la “gran coalición” con PSOE y Ciudadanos, Podemos, en un “gobierno a la valenciana” con fuerzas de izquierda y sin Ciudadanos, los de Rivera en un gran acuerdo con populares y socialistas, y el PSOE, en un gran pacto de gobernabilidad, si puede ser con el apoyo de Ciudadanos, y la abstención de Podemos.

Todos sí coinciden en una cosa: en este tiempo, y el que queda, enfrentan sus propias fracturas. Francamente debilitados, las formaciones se entregan más a mantener su supervivencia que a lograr la gobernabilidad.El PSOE aún no cuenta con un líder fuerte

El líder socialista, Pedro Sánchez, trata de seguir fiel a su estrategia: el encargo del rey para formar gobierno una vez autodescartado Rajoy le permitió ganar crédito ante sus bases, y reforzar un liderazgo, siempre cuestionado. La militancia aprobó su voluntad negociadora, y validó por mayoría su acuerdo con Ciudadanos.

Tras el fracaso en el Congreso, Sánchez quiere mantener su aura de 'presidenciable'. Aún consciente de que existen escasísimas posibilidades, la intención de Ferraz es llegar a la convocatoria electoral con los intentos de formar gobierno bien exprimidos. "Por nosotros que no quede", es el lema que lleva tiempo circulando entre los socialistas.

El candidato ha negociado a izquierda y derecha (excepto con Rajoy) y ha logrado un acuerdo de 130 diputados, con Ciudadanos. Esa suma, aunque insuficiente, le ha colocado en el centro ideológico, ese espectro siempre pretendido. Las propias presiones internas le impiden ir a más: sus barones vetan el acuerdo con Podemos, y el apoyo de los independentistas.

Ahora, el socialista ha de hacer frente a sus propios procesos internos: la designación de secretario general, y de candidato, en caso de nuevas elecciones. Para ello, será crucial la fecha del congreso que debía celebrarse a finales de mayo y que quedará ahora aplazado a la espera de decidir una fecha el 2 de abril.

Este retraso parece blindar a Sánchez como cartel, pero mantiene en el aire qué ocurrirá con la secretaría general, una vez que Susana Díaz parece decidida a dar, esta vez sí, la batalla por el liderazgo. C's y parte del PSOE creen que eso podría dar argumentos a Pedro Sánchez para pactar sí o sí con Podemos.Errejón y Pablo se enfrentan en Podemos

La formación emergente no ha logrado contener en este tiempo sus fracturas internas.  El cese fulminante del número tres,  Sergio Pascual, ha revelado dos formas opuestas de entender el partido y la estrategia: la reflexión y táctica del largo plazo de Errejón, frente a frente con el efectismo de Iglesias.

El secretario general ha tratado, en estos 100 días, de hacer valer sus 65 diputados para articular un gobierno alternativo al PP. La actitud ha sido bronca: primero, el veto a Ciudadanos, después, la exigencia a Sánchez de ser su vicepresidente. Su intervención en el Congreso dejó ya bastante claras las dificultades de convivencia con los socialistas: el discurso de la cal viva enfureció a Ferraz y a punto estuvo de torpederar todo diálogo.

El partido tiene ante sí varios retos fundamentales en las próximas semanas: primero, e inmediato, la reunión del Consejo Ciudadano Estatal, el máximo órgano Ejecutivo, este mismo sábado. El cónclave, que se prevé caliente por la pugna interna, ha de ratificar la propuesta de Iglesias de que Pablo Echenique, líder de Aragón, sea el nuevo secretario de Organización. Su elección como “hombre de paz” plantea nuevos desafíos, como la descentralización territorial o un mayor poder para los círculos.

El otro reto tiene que ver con las crisis territoriales avivadas en los últimos meses. La de Galicia, aún en manos de una gestora, la de Cataluña, sumida en la fractura desde la dimisión de la líder,Gemma Ubasart, la de Madrid, en un incierto impasse tras la oleada de bajas, o la del País Vasco, que reclama configurarse como federación.

Finalmente, Podemos ha de hacer frente a la reedición de sus alianzas territoriales, a las que debe buena parte de su éxito en el 20-D. La convivencia es compleja y atravesó ya su momento más crítico después de que Iglesias no lograse que tuviesen su propio grupo en el Congreso, tal y como les había prometido.

Ahora, los socios gallegos planean concurrir con la fórmula de partido instrumental, que les dotaría de una mayor autonomía frente al núcleo de Madrid. En Cataluña, el partido aún no ha decidido si se integra en el 'espacio político' que diseña la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Perder su tirón sería un riesgo con evidentes consecuencias electorales.

Ese temor es precisamente el que tratan de azuzar los socialistas para lograr que Podemos se abstenga y permita la formación de gobierno. Los de Iglesias creen aún, en cambio, que la amenaza de Susana Díaz empujará a Sánchez a su idea de gobierno “valenciano”.Ciudadanos, más cerca del PSOE que del PP

Aparentemente al margen de guerras internas, los de Rivera mantienen un complejo equilibrio sobre su posición ideológica. Aunque siempre han rechazado las etiquetas, en Ciudadanos asumen que su principal electorado procede del PP. El acuerdo con el PSOE les coloca, en cambio, en un nuevo eje.

En este tiempo, todos los intentos de la formación naranja han sido para aparecer como el baluarte de una nueva Transición: un partido de mediación, capaz de aunar grandes consensos a izquierda (sin Podemos ni independentistas) y a derecha.

El partido se enfrenta también a sus incógnitas: por un lado, qué pasará con sus votantes 'populares', molestos por el acuerdo con el PSOE, en caso de repetirse comicios. Segundo, qué posición habría de mantener en caso de nuevas negociaciones. El acuerdo con los socialistas, consideran, no debe comprometerles a futuro.

Entre tanto, tratan de evitar esa repetición electoral, impulsando el acuerdo, casi imposible, entre Sánchez y Rajoy. O mejor, entre PSOE y PP.

El presidente en funciones, sostiene Rivera, es el gran escollo para que esa posibilidad prospere. En Génova siguen sin perdonarle que directamente le pidiese en el Congreso que se marchase y diese paso al relevo. De ser el gran pretendido, Ciudadanos ha pasado  a ser "prescindible", insisten en el PP. 

Rajoy permanece impasible y el PP a su merced

Rajoy ha hecho gala en este tiempo de un inmovilismo que ha acabado hasta por crispar a los suyos, un episodio inédito en un partido acostumbrado siempre a taponar cualquier fisura.

La escasa iniciativa del presidente en funciones para formar gobierno, y también para condenar los escándalos de corrupción, han provocado la división entre los nuevos rostros del PP y los veteranos.

No se espera que la reunión, aún pendiente de fecha, entre Rajoy y Sánchez pase más allá de una cuestión cosmética. Entregados ya a unas nuevas elecciones, el relevo es una incógnita en manos del propio líder popular. Él se resiste a irse, y hacerlo sería una sorpresa mayúscula. Entre tanto, la quiniela de la sucesión sigue más viva que nunca. Casado, Cifuentes... y en la sombra, Feijóo,  más ocupado ya en alguna oferta de la empresa privada. 

Con riesgo de motin, el partido habrá de valorar en las próximas semanas qué hará si se presentan esas nuevas elecciones. 

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