Premio Nobel de la Paz ayudó a salvar la transición democrática de Túnez

  • El ganador del premio Nobel de la Paz, el Cuarteto para el Diálogo Nacional tunecino, permitió salvar la transición democrática de Túnez, la cuna de la llamada Primavera Árabe, en un momento en que atravesaba una grave crisis.

Gracias a este grupo, formado a mediados de 2013 por la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), la patronal Utica, la Liga Tunecina de Derechos Humanos (LTDH) y la orden de los abogados, el país logró cerrar su transición política el año pasado, con la adopción de una nueva constitución y la elección de Beji Caid Essebsi, primer presidente democráticamente elegido de Túnez.

El Nobel es "un homenaje a los mártires del Túnez democrático", declaró este viernes el secretario general de la UGTT, Houcine Abassi, cuyo sindicato tuvo un papel clave en la creación del Cuarteto, que está inactivo desde principios de 2015.

Dos años atrás, Túnez sufría una parálisis política, que amenazaba todo el proceso iniciado tras la caída del régimen del dictador Zine El Abidin Ben Alí en enero de 2011.

El asesinato de dos opositores de izquierda, Chokri Belaid (febrero de 2013) y Mohamed Brahmi (julio de 2013), conmocionó a todo el país.

Los islamistas de Ennahda, vencedores de las primeras elecciones democráticas en octubre de 2011, estaban lejos de generar consenso entre los tunecinos, y sus detractores boicotearon la labor de la Asamblea Constituyente y organizaron manifestaciones masivas.

La UGTT, sindicato histórico de medio millón de afiliados y símbolo de la independencia de 1956, impuso entonces el diálogo a la clase política.

El sindicato, fundado por el líder nacionalista Farhat Hached el 20 de enero de 1946, durante el protectorado francés, era la única fuerza implantada en todo el país junto a la Agrupación Constitucional Democrática creada por Ben Alí.

Las fuerzas políticas tunecinas reconocieron que los esfuerzos de la UGTT permitieron impedir una polarización de la sociedad entre islamistas y antiislamistas y evitar el caos que se adueñó de los demás países de la Primavera Árabe.

Una Constitución, que recoge la herencia islámica y reivindicaciones seculares, fue aprobada en enero de 2014, tres años después de la revolución.

Tras la adopción de ese texto, que instauró un régimen parlamentario, el gobierno de Ennahda dimitió y dio paso a un ejecutivo de tecnócratas encargado de conducir Túnez hasta las elecciones legislativas y presidenciales.

Esos dos comicios se llevaron a cabo sin incidentes y dieron la victoria al partido Nidaa Tounès y a Essebsi, un octogenario antiguo ministro de Habib Bourguiba, el padre de la independencia tunecina.

Nidaa Tounès, que había criticado duramente a Ennahda durante la campaña electoral, se acabó aliando a ese partido para formar gobierno.

Tras las elecciones, el Cuarteto para el Diálogo Nacional perdió parte de su razón de ser. Pero, a pesar del éxito de la transición, el gobierno del primer ministro Habib Essid afronta grandes retos.

La economía no despega, y el país está debilitado por la creciente amenaza yihadista desde 2011.

Dos atentados reivindicados por el grupo Estado Islámico (EI), en el museo del Bardo en marzo (22 muertos), y en Susa a finales de junio (38 muertos), infligieron importantes daños al importante sector turístico.

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