De ruta en Afganistán con los detectores humanos de minas

  • Los soldados estadounidenses de la Task Force Thor tienen uno de los trabajos más peligrosos -y aburridos- en el sur de Afganistán: buscan artefactos explosivos de fabricación casera (IED por sus siglas en inglés) en las carreteras. Les acompañamos en una de sus jornadas, que comienzan a media noche para recorrer palmo a palmo las carreteras de la zona y encontrar las bombas escondidas por los insurgentes antes de que maten a alguien.
Un experto en detección de minas (Flickr: isafmedia)
Un experto en detección de minas (Flickr: isafmedia)
Flickr: isafmedia
Ben Gilbert | GlobalPost

(Kandahar, Afganistán).Los soldados de la unidad Task Force Thor son una piña. Son como una caravana gitana, pero a lo militar, recorriendo sin parar las carreteras a 11 kilómetros por hora en jornadas de 10 a 14 horas para encontrar IED dispersos.

"Nuestra misión es contribuir a la libertad de movimiento a lo largo de las principales carreteras de abastecimiento, principalmente la autovía 1", explica el capitán del Ejército de EE UU Christopher Burkhart, de 30 años, comandante de la compañía 630 de ingenieros de Task Force Thor, refiriéndose a la principal carretera en el sur de Afganistán. "La mantenemos libre de explosivos caseros, de modo que podamos trasladar tropas y suministros desde y hacia diferentes puntos y ayudar a la población local conservando las rutas abiertas para ellos".

Los miembros de Task Force Thor disponen de equipos especiales que les ayudan a localizar los IED, siendo los vehículos la herramienta más importante. Entre ellos figuran vehículos antiminas MRAP y Huskies unipersonales, que parecen salidos de La Guerra de las Galaxias y cuentan con pesados detectores de metales y un largo brazo articulado con cámara para inspeccionar los artefactos sospechosos.

El vehículo más grande del operativo es el Buffalo (de hecho es el más grande del Ejército de EE UU). Tiene un brazo mecánico y cámaras de vídeo que se utilizan para "interrogar" a los artefactos sospechosos.Antes de que una unidad de la TF Thor salga de su base, se celebra una reunión informativa. Los soldados se reúnen y hablan sobre los lugares donde pueden ser atacados y qué deben hacer si eso sucede. Después, rezan."Estamos agradecidos a Dios de que haya cuidado de nosotros, y le pedimos que nos guíe... y que nos mantenga a salvo", reza un soldado antes de salir en una misión nocturna. Las luces de un camión iluminan los rostros de los soldados que se agrupan a su alrededor. "Dios, cuida de todos nuestros hermanos de armas en el país y ayúdales para que regresen sin daños con sus familias y amigos".

Once soldados de TF Thor han muerto en Afganistán y 18 han resultado heridos desde su llegada al país en febrero de 2009. Cinco de los que murieron pertenecen a este pelotón de unos 25 soldados. "Nos ha pasado factura a todos", dice el sargento Jason Kulhawy, comandante de uno de los Buffalo, que espera con ansiedad a que las 10 semanas que faltan antes de su regreso a EE UU discurran sin incidentes. Está casado y tiene un hijo pequeño."Nos centramos en la misión que tenemos por delante", afirma. "Es un trabajo muy peligroso, pero alguien tiene que hacerlo".

Después de la oración, los soldados se colocan las protecciones corporales e intercambian abrazos. Antes de subir al Buffalo, Kulhawy explica a su gente lo que tienen que hacer si el vehículo se voltea o se incendia. No es que sea algo poco frecuente: estos pelotones encuentran una bomba cada pocos días, y con bastante frecuencia son las bombas las que se topan primero con los vehículos de los soldados.

Salen de la base de operaciones Wilson a las 3.30 de la madrugada.Salir con la Task Force Thor por la noche es como moverse por un paraje lunar. Los poderosos haces de luz en los laterales de cada vehículo del convoy son la única iluminación en kilómetros a la redonda. Los soldados van aislados del mundo, igual que astronautas: 30 centímetros de acero y cristales blindados les separan del exterior. Todo el vehículo está rodeado por barras metálicas, que dan la sensación de ir en una jaula, pero su verdadera función es evitar que las granadas lanzadas por cohetes penetren el blindaje.

A medida que se adentran en la noche, los soldados picotean galletas y frutos secos, toman bebidas energéticas y escuchan la música de sus iPods. En el camión, y a menudo también a través de los transistores, se intercambian chistes y a menudo estallan en carcajadas joviales. El conductor del Buffalo, el soldado Bryan Kelly, de 23 años, admite que puede estar hablando y contando chistes durante horas (de música, del matrimonio, de actores, de sus hijos) para mantenerse despiertos, tanto él como su equipo. "Te ríes para no volverte loco", dice. "Intentas mantenerte tranquilo, evitar la cólera, el miedo, y tratas de hacer bien tu trabajo de modo que no sufra daños nadie que no se lo merezca".

Da la impresión de que los soldados ni siquiera miran por la ventanilla. De repente, alguien grita "stop" por su radio. El convoy frena de inmediato. Comienza la tarea. De algún modo, Kulhawy ha logrado ver un pequeño trozo de alambre sobresaliendo de la tierra en el margen de la carretera. Podría ser el mecanismo de activación de un IED. Despliega el brazo del Buffalo y tira del hilo. Sólo estamos a unos metros de distancia del posible artefacto explosivo. Examina el cable. No es nada. Por la radio se da un "todo despejado" y el convoy sigue su ruta.

Conducen toda la noche hasta entrado el día.Durante el viaje pasan por delante de los retorcidos y magullados restos de vehículos que se corroen al margen de la autovía. Son víctimas de anteriores ataques con IED. Ésta es la zona donde TF Thor perdió a uno de sus hombres.En septiembre los talibanes utilizaron una bomba de 725 kilos contra un Buffalo de la compañía 633 de ingenieros. El soldado Jeremiah Monroe, de 31 años, murió en el ataque.El sargento Justin Mottoshiski, de 26 años, estaba sólo a 50 metros de la explosión. Dice que el impacto levantó al Buffalo 12 metros en el aire, que acabó aterrizando sobre su techo, donde están las escotillas de salida. Mottoshiski fue una de las primeras personas que llegó al lugar de los hechos. No había manera de abrir las escotillas para salvar a los hombres gravemente heridos, pero todavía vivos, dentro del vehículo.La mayor parte de los heridos o bien habían perdido la consciencia o se habían roto la espalda. Pero uno de los supervivientes todavía estaba despierto, y fue capaz de llegar hasta la salida trasera y abrir la puerta posterior. Si no lo hubiese logrado, quizás nadie hubiese logrado sobrevivir.

Mottoshiski asegura que es la mayor explosión que ha visto jamás. Él y el resto de su unidad se sintieron horrorizados al ver que el vehículo más fuerte del Ejército de EE UU podía resultar dañado de forma tan brutal."Todos los soldados nuevos se asustaron mucho después de aquello, porque sentían que si eso es lo que pasa cada vez que nos golpean, entonces vamos a morirnos todos", dice."Yo les dije que no, que no es tan malo. Nos han atacado dos veces desde entonces, justo en el sitio a donde vamos hoy".

Mottoshiski asegura que los IED a los que ha sobrevivido no fueron "realmente mucha cosa": "Cuando te impactan, te da un subidón de adrenalina. Siempre que no te tumben y que puedas salir de ello, realmente es algo bastante chulo", afirma, y después se ríe al darse cuenta de lo absurdos que suenan sus comentarios. "Para hacer este trabajo tienes que ser un adicto a la adrenalina", añade. "Ninguna persona normal puede salir a la carretera y conducir 15 horas al día en busca de cosas que te pueden volar por los aires y posiblemente matarte".

Aún así, los hombres y mujeres de este batallón sienten el desgaste. Son detectores humanos de minas. Y como se desplazan a tan poca velocidad, son un objetivo móvil. Les atacan constantemente en emboscadas, con armas de fuego y, por supuesto, con artefactos explosivos caseros. Y cuantas más explosiones viven, más daño para sus oídos, sus cerebros y sus espaldas."Al cabo de un tiempo empiezas a notarlo", reconoce Mottoshiski. "Migrañas, dolor de cabeza. Yo ya no escucho muy bien del oído izquierdo. Y con todo el equipo que llevamos encima, cuando nos atacan, nos caemos y nos daña la espalda".

Cuando la patrulla llega a Kandahar la gente se les queda mirando. Algunos chiquillos saludan. En un momento dado, un grupo de hombres les lanza piedras desde lo que parece ser un campo de refugiados.Cuando llegan finalmente a su destino, una base canadiense, los soldados se sienten aliviados."Sienta bien, porque tengo buena comida, un buen gimnasio para trabajar y todavía estoy vivo", dice el conductor del Buffalo, Kelly. "Siempre da miedo salir ahí fuera en busca de cosas que están pensadas para hacerte daño, pero cuando finalmente lo haces te sientes bien, y estás mucho más cerca de volver a casa".Los soldados van a comer y al gimnasio. Después, se caen rendidos en cama. Han estado despiertos desde medianoche, y ahora son las 4 de la tarde. Esta noche se tienen que levantar y volver a hacerlo todo de nuevo.

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